Conocí este problema hace años, ¿30, 40? A pesar del tiempo transcurrido, no he vuelto a encontrar otro igual, tan
chocante, tan aparentemente imposible... y, sin embargo, tan sencillo de
resolver.
En este problema admiro a la persona que es capaz de, venciendo el escepticismo inicial, ponerse a resolverlo, lo consiga o no. Pero aún admiro más (hasta casi inquietarme) a la mente que fue capaz de crearlo.
En este problema admiro a la persona que es capaz de, venciendo el escepticismo inicial, ponerse a resolverlo, lo consiga o no. Pero aún admiro más (hasta casi inquietarme) a la mente que fue capaz de crearlo.
Os lo cuento como me lo contaron.
Estando Einstein de profesor en la Universidad de Berna, un día el delegado de
clase le dijo que tenían un problema para él. Sabían que don Alberto era un
enamorado de los acertijos y que, sin duda, iba a aceptarlo.
El delegado le contó el problema con pelos y señales, sabiendo que, incluso Einstein, se iba a quedar extrañado. Y efectivamente, don Alberto les dijo:
El delegado le contó el problema con pelos y señales, sabiendo que, incluso Einstein, se iba a quedar extrañado. Y efectivamente, don Alberto les dijo:
- Ese problema es imposible. Me estáis
tomando el pelo.
Los alumnos se rieron, porque en aquella
época Einstein lucía una florida pelambrera. Y el delegado insistió:
- Que no, don Alberto, que usted sí puede
resolverlo
Se puso don Alberto manos a la obra. Cogió
la tiza y se acercó a la pizarra. Escribió algunas sencillas ecuaciones y... a los cinco
minutos dio con la solución. (Tengo que decir que a mí me llevó un poco más de tiempo).
Éste es el inquietante problema:
Se encuentran por la calle dos sabios
(concretamente, dos matemáticos) que hacía años que no se veían. Tras saludarse, se
preguntan por sus familias.
- Oye, ¿tú tenías alguna hija, verdad? ¿De
qué edad?
- Sí, tengo tres. Pero sus edades, ya que
somos matemáticos, te las diré mediante un problema. Mira, si multiplicamos sus
años, sale el número 36.
El otro se pone a calcular y tras un rato
le pide que continúe.
Y el padre de las tres hijas continúa:
- Si las sumamos, sale el número... Ves el
número de aquel portal?
El otro se coloca las gafas de lejos y,
tras ver el número y calcular otro rato le dice:
- Me falta algún dato más
Entonces, el padre de las tres hijas le da
el dato que le falta:
- La mayor toca el piano
Y con estos datos el otro matemático resolvió el problema de las edades de las hijas de su amigo.
Y con estos datos el otro matemático resolvió el problema de las edades de las hijas de su amigo.
No te rindas, haz como Einstein. Dedícale
un esfuerzo sabiendo que tienes todos los datos para resolverlo. Sólo hace
falta papel y lápiz, saber sumar y multiplicar, un poco de lógica ... y creer en ti.
Si lo resuelves por tus propios medios,
vas a sentir tan gran satisfacción que lo vas a celebrar con un vino "Navarra".
Pero si, a pesar de estos ánimos, te das
por vencido (mínimo, tras 15 minutos), pincha en:
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