miércoles, 9 de marzo de 2016

Elena Sola (SCN): La ensoñación del euskera en Navarra

Un par de ideas añadiría yo a este buen artículo de Elena:
Kasta berria: el euskera se está convirtiendo -en sitios donde no se vive en euskera- en un elemento necesario en tu currículum para obtener un puesto de trabajo en Sanidad, Educación, Ayuntamientos (Zizur, Barañáin...) y en la Administración en general. Absolutamente necesario en donde se toman decisiones. Se está creando una nueva casta.
Vivir en euskera para vivir en nacionalista: el euskera no es sólo ni principalmente un instrumento para comunicarnos, sino un carnet de identidad: el de Euskal Herría.

La ensoñación del euskera en Navarra
La autora indica que la lengua no pertenece a nadie, es una herramienta viva para comunicarnos con nuestros semejantes, y a nadie se le puede imponer por obligación
Elena Sola
“Los hablantes tienen derecho a elegir su lengua. A lo que no tiene derecho la lengua es a salir a la calle para buscar hablantes”. Esta frase del filósofo vasco Fernando Savater arrancó una sentida ovación en una conferencia recientemente organizada en Pamplona. El espontáneo aplauso estaba relacionado sin duda con las polémicas abiertas por el actual Gobierno de Navarra en materia lingüística. Ser euskaldún empieza a llevar aparejadas claras ventajas y protecciones sociales y laborales en el ámbito de la educación pública en Navarra.
La mezcla de un complejo de culpa irracional, junto con el temor a enfrentarse al nacionalismo y ser tachado de intolerante o antivasco, está favoreciendo de modo indirecto que el gobierno de Uxue Barkos pise el acelerador de la euskaldunización de Navarra a través de la educación. El euskera no es una lengua que se hereda de padres a hijos para la gran mayoría de navarros. La lengua vasca se aprende en escuelas, academias y euskaltegis -según la Vª encuesta sociolingüística del Gobierno Vasco, un 66% de vascoparlantes navarros de la zona mixta la han aprendido de adultos- y se utiliza poco en las relaciones cotidianas.



Afirmar que no se siente interés por la lengua vasca está mal visto en Navarra. Se ha abusado intencionadamente de la idea de que los hablantes en euskera han disminuido a causa de una supuesta persecución política y, se han obviado, por otra parte, las profundas transformaciones económicas, sociales y culturales de la sociedad navarra. De este modo, se buscan enemigos al euskera, se rechaza toda crítica argumentada y se legitima una política pública de carácter impositivo.
Es obvio que el castellano es la lengua común de todos los ciudadanos que vivimos en Navarra, la única que todos hablamos, la que nos permite entendernos entre todos nosotros y con el resto de los españoles. Si un navarro se atreve a expresar esta opinión, corre el riesgo de ser tachado de “enemigo” del euskera. El amor al euskera casi se ha convertido en una obligación en Navarra.
El temor a hablar con sinceridad sobre la cuestión lingüística constituye una gran paradoja, ya que los datos sociolingüísticos son contundentes. Unos 65.000 navarros –de un total de unos 640.000 habitantes- son vascoparlantes, y la mayoría se concentra en la parte norte de Navarra. Prácticamente, no existen los hablantes monolingües del euskera y sólo un 3% de la población dice hablar mejor el euskera que el castellano; sólo un 0,7% de los navarros leen mejor en euskera que en castellano. Los propios medios de comunicación y las redes sociales certifican que todos los navarros hablamos y entendemos el castellano, pero no ocurre lo mismo con el euskera. Sin olvidar que el español nos permite comunicarnos con otros casi 560 millones de personas.

No descubrimos nada nuevo si afirmamos que los llamados nacionalismos periféricos (catalán, vasco y gallego) han cargado el peso de su identidad en las lenguas propias. Una de las ventajas de la lengua es que es un símbolo muy agradecido, que permite hacer visible la diferencia constantemente. Por ello, los nacionalismos patrios y la miopía interesada de los grandes partidos políticos de este país han fomentado, a golpe de subvención, este hecho diferencial. Aquel que no habla la lengua propia tiene mucho más difícil integrarse en el grupo. La lengua es la piedra angular de esa construcción nacional que todo buen nacionalista debe conocer y defender.
Un ejemplo claro es el discurso político. La retórica del poder actual en Navarra está plagada de mensajes mantra y premisas que se transmiten a través de los medios de comunicación y que los ciudadanos absorbemos sin darnos cuenta. Vivimos rodeados de tecnología, pero no escapamos del poder de las palabras que crean nuevas realidades en nuestras mentes. El euskera está en la arena política navarra y son más útiles las soflamas, aunque sean inconsistentes, que los razonamientos sólidos.
Se repite de modo constante la frase “todos debemos conservar el euskera como parte del patrimonio cultural en Navarra”. Esta premisa -la del supuesto deber colectivo de conservación del euskera es completamente inconsistente. Los navarros tenemos el derecho a conservarlo o a prescindir de dicho patrimonio cultural según nuestra realidad familiar, social y laboral. Otra frase manida es aquélla de que “el euskera pertenece a todos los navarros”. Sin embargo, para la mayoría no es su lengua materna cotidiana. La identificación con la cultura del euskera no puede ser la misma, por motivos obvios, para un navarro de Fustiñana que para un navarro de Lesaka. Por lo tanto, el supuesto de que el euskera pertenece a todos los navarros, no tiene tampoco ningún sentido.
La lengua no pertenece a nadie, es una herramienta viva para comunicarnos con nuestros semejantes. Todos sabemos que las imposiciones crean rechazo en los ciudadanos, de modo que el euskera puede ser el gran perjudicado por la falta de sentido común de sus supuestos únicos defensores, el mundo nacionalista. Una vez más, las lenguas son inocentes, no así las decisiones interesadas de los políticos.
Elena Sola Zufía es licenciada en Filosofía y Letras y miembro de Sociedad Civil Navarra 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Magnífico artículo, plasma la realidad a la perfección. Un poco de lógica ante tanta verdad a medias repetida una y mil veces.