Galileo presenta su telescopio al Dux de Venecia. H. J. Detouche |
Las Pléyades (o Cabrillas) |
Galileo descubrió cuatro puntitos brillantes que parecían acompañar a Júpiter y girar alrededor de él. Se empezó a tambalear el Geocentrismo, defendido por una Iglesia basada en Aristóteles, según el cual todo giraba alrededor de la Tierra. Y fue un apoyo fundamental para el Heliocentrismo, la teoría propuesta por Copérnico y que le había costado la vida en la hoguera a Giordano Bruno.
Vio también que la Luna -a la que se definía como una esfera perfecta, de cristal- era rugosa y tenía "mares" y montañas, como la Tierra.
Galileo Galilei observó las Pléyades -las Cabrillas (pincha y escucha a nuestro Alberto)- a través de un telescopio y lo dejó plasmado en una publicación, el Sidereus Nuncius, en marzo de 1610. Donde el ojo desnudo sólo ve 6 ó 7 estrellas, él dibujó varias docenas. El universo era pues mucho más grande de lo que nos ofrecía la simple vista.
Anunchi, mirando la plaza desde el octavo |
Al final de la estancia me sobró un dinero y me compré un pequeño anteojo (como ése del enlace, pero negro).
Ahora que me acuerdo, hay alguna foto de una hermana, en bata, mirando por aquel trasto en el balcón de Obispo Irurita.
Aquel anteojo anduvo por casa, meses y meses, sin hacerle mucho caso, hasta que un día...
Mejor, una noche. Me llamó la atención una "estrella" muy brillante y apunté hacia ella. Vi que la "estrella" tenía 4 puntitos perfectamente nítidos a su alrededor y en un mismo plano. Como un sistema solar, en pequeñito. Tras preguntar a los sabios y consultar en los libros (no había aún internet) llegué a la conclusión de que la "estrella" era Júpiter y los 4 puntitos, sus cuatro satélites mayores.
Saturno y Júpiter, desde observatorios terrestres |
Deseaba que llegara la noche para ver cuánto habían girado los "4 puntitos" alrededor de Júpiter.
Y efectivamente, ahí seguían los 4, en el mismo plano siempre, pero a diferente distancia de Júpiter.
Cuando mis brazos se cansaron de mirar, apunté hacia otro objeto, también muy brillante, pero más anaranjado. Aluciné. Parecía tener un anillo alrededor. No podía ser otro que Saturno.
En noches sucesivas, la Luna, muy agradecida en los cuartos; el cinturón de Orión, las Pléyades...
Aquel humilde anteojo me había acercado el cielo mucho más de lo que, por su escaso precio, podía imaginar.
Aquellos 4 puntitos se hicieron mis amigos: Ío, Europa, Ganimedes y Calixto. Los descubrió Galileo en 1610. Copérnico, Kepler, Newton, Einstein... y Carl Sagan me enseñaron cómo era nuestro Universo: hay más de cien mil millones de galaxias, cada una de ellas con cientos de miles de millones de estrellas. Para que nos hagamos una idea de su inmensidad: hay más estrellas en el cielo que granos de arena en todas las playas de nuestro planeta (aquí tenéis un cálculo que nos dice que hay más del doble de estrellas que granos de arena).
Fue el arranque de una afición, desaforada (mi hija Altair -07.07.82-, pagó el pato) durante tres años, que luego se fue calmando y que hoy sigue. Y que me ha permitido desentrañar algunos problemas que para mí eran todo un misterio.
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