Empiezo por el final: no le basta a Uxue Barcos con compartir un pacto de gobierno con quienes no han sido capaces de condenar el asesinato de Tomás Caballero, sino que utiliza torticeramente la memoria de Tomás para justificar la presencia de la ikurriña (en Navarra motivo de riña) en los ayuntamientos del Viejo Reino. Gracias, Javier
Tomás Caballero y la ikurriña Javier Caballero
En distintas ocasiones se ha tratado de
utilizar, desde el mundo nacionalista, la actuación de mi padre, Tomás Caballero,
en su calidad de alcalde de Pamplona, en relación con la colocación de la
ikurriña en el Ayuntamiento en 1977, para justificar su pretensión de que ondee
ahora en las instituciones de Navarra.
He sido testigo de ello por mi presencia
en el Parlamento, y en todas las ocasiones he saltado porque suponía manipular
la memoria de quien no puede defenderse ni explicarse, precisamente por haber
sido asesinado por quienes han querido imponer la ikurriña en esta tierra por
la fuerza de las armas, pretendiendo, precisamente, con ese asesinato, callar
la voz de quien era en ese momento el representante, como portavoz, del grupo
que mayoritariamente representaba a la ciudadanía de Pamplona y que,
obviamente, estaba en contra de tales pretensiones.
Leo en Diario de Navarra, y lo he visto
en la grabación correspondiente, que ayer, en la sesión plenaria del
Parlamento, la presidenta volvió a aludir a la cuestión, ciertamente con
palabras medidas y, formalmente, desde un planteamiento de homenaje como
víctima y demócrata, que sinceramente agradezco, pero que no puede ocultar el
disgusto que me ocasiona, en la medida en que se pretende justificar posiciones
políticas actuales, con las que sin ninguna duda mi padre estaba y estaría en
desacuerdo, con una incorrecta lectura de lo ocurrido realmente en 1976 y 1977.
La presidenta dijo que la ikurriña “ha
ondeado por decisión soberana de la mayoría de los representantes de los
pamploneses entre los años 76 y 77” y que Tomás Caballero como Alcalde “llevó a
efecto aquel acuerdo municipal” y “sin ningún aspaviento atendió el acuerdo
municipal aprobado para izar de forma oficial la ikurriña”, cuando lo realmente
ocurrido fue lo siguiente:
El alcalde Erice fue suspendido por el
Gobernador Civil el día 1 de octubre de 1976, por lo que mi padre se hizo cargo
de la Alcaldía en su condición de Primer Teniente de Alcalde. Eran años y días
muy convulsos tras la muerte de Franco en lo que, si algo estaba claro, es que
los ayuntamientos no eran democráticos, por lo que sus miembros no eran los
representantes de los ciudadanos.
El 19 de enero de 1977 se legalizó la
ikurriña, autorizando su exposición en los centros oficiales junto a otras
banderas legales, y el día 25 se celebró una tormentosa sesión del Pleno del
Ayuntamiento de Pamplona en la que, a priori, unos concejales no querían bajo
ningún concepto que se colocase la ikurriña y otros querían que se hiciese de
forma permanente como “la bandera de nuestro pueblo vasco”.
Lo poco que De Juana Chaos escribe en vasco, encima, lo pone mal (pincha) |
Fue mi padre, Tomás Caballero, el que
presentó una moción en la que explicó que “no me considero, ni considero a este
Ayuntamiento, con el suficiente grado de representatividad –tampoco le concedo,
por ahora, mas representatividad a nadie- para tomar la decisión discutida e
histórica de colocar la ikurriña oficialmente, de forma permanente en el balcón
principal de la Casa Consistorial”, que para algunos la ikurriña “es el símbolo
de una opción política: Euzkadi”, “para otros significa la lucha por las
libertades, la lucha contra el centralismo de los cuarenta años del régimen
franquista, el no estar de acuerdo con el atropello, las arbitrariedades y el
dolor producido”, proponiendo la adopción del acuerdo, que se aprobó con 12 votos
a favor y uno en contra (se había ausentado algún concejal), y que decía
textualmente:
“Primero: Manifestar la satisfacción de
esta Corporación por la decisión del Ministro de la Gobernación de autorizar el
uso de la ikurriña.
Segundo: Como símbolo de esta satisfacción,
y sin entrar en la opción política que el pueblo de Navarra pueda tomar
libremente en el futuro, se acuerda que la misma se exponga hoy junto a las
banderas oficiales.”
Nótese que el acuerdo dice se exponga “hoy”.
Y así ocurrió, tal y como se cuenta en el libro de Víctor Manuel Arbeloa “Vida
y Asesinato de Tomás Caballero”, saliendo al balcón del Ayuntamiento el Alcalde
destituido Erice con la ikurriña (él mismo explica después que “la puse yo,
pero por una razón: la ikurriña era entonces un símbolo de libertad”), mientras
mi padre portaba la bandera de Navarra. Al día siguiente dejó de ondear.
Mi padre, Tomás Caballero, dimitió como
alcalde, siguiendo como concejal, en abril de 1977 para presentarse a las
primeras elecciones democráticas, asumiendo la Alcaldía Segundo Valimaña, y fue
posteriormente, significativamente tras la celebración de las elecciones del 15
de junio de 1977, en las que, por primera vez, el pueblo había podido elegir a
sus representantes, cuando los representantes de los partidos ORT, EKA, PSOE,
PTE, PSP de Euzkadi, EMC-MCE, PCE, ANV, PNV, UNAI y LKI, que, insisto, habían sometido
su representatividad a las urnas, solicitaron al Ayuntamiento, todavía no
democrático, la colocación de la ikurriña, por lo que se acordó, por
unanimidad, que “la ikurriña se colocará, al igual que la nacional, la de Navarra
y la de Pamplona en el balcón principal del Consistorio, en los días de fiestas
populares y en las oficiales”.
Luego fue el Ayuntamiento
democráticamente elegido por el pueblo el que la quitó y el Parlamento de
Navarra, elegido también democráticamente, el que aprobó la vigente Ley de
Símbolos.
[El Parlamento de Navarra vivió el miércoles 09.12.15 una de las jornada más humillantes que se recuerda para las víctimas del terrorismo vasco.
[El Parlamento de Navarra vivió el miércoles 09.12.15 una de las jornada más humillantes que se recuerda para las víctimas del terrorismo vasco.
La asociación de familiares de presos de ETA, Etxerat, acudió a una comisión apoyada por los
miembros del cuatripartito que sustentan a Uxue
Barkos en el Gobierno de
Navarra: Geroa Bai, Bildu, Podemos e IU.
Entre los testimonios que se
escucharon por parte de las familias de los terroristas se encontraba el de la
madre de Mikel Ayensa, asesino de Tomás
Caballero y de Francisco
Casanova. Durante su relato, la madre del terrorista no pidió
perdón en ningún momento a las víctimas ni se solidarizó con ellas.
]
Pediría, por tanto, a la vez que
agradezco nuevamente el homenaje como víctima y demócrata que hizo la
presidenta del Gobierno, que no se vuelva a utilizar la memoria de Tomás
Caballero para justificar algo con lo que, evidentemente, no estaba de acuerdo.
Y mucho menos cuando se haga compartiendo un pacto de gobierno con quienes todavía
no han sido capaces de condenar su asesinato.
Javier Caballero Martínez es hijo de Tomás
Caballero
No hay comentarios:
Publicar un comentario