viernes, 23 de octubre de 2020

Párrocos de aldea y familias misioneras

Severino, Paco, Isidra, Narciso, Mª Jesús, Emilia, Benjamín, Prisci (mi padre) y Pepito
En la búsqueda del viejo párroco de Cemboráin que "fichó" a mis tíos Moisés y Benjamín para misiones, he encontrado en la hemeroteca este delicioso artículo de Javier Larráyoz, hermano de Martín, escrito en 1958. En él se habla de don Anastasio (Anastasio Labiano, párroco Cemboráin 1902-1920) y de la familia de mi padre: Mendiburu-Itoiz.

Anastasio Labiano en las hemerotecas
Tirando de hemeroteca, encuentro algunos datos sobre don Anastasio Labiano:
Debió de nacer hacia 1873, ya que hay una reseña de su defunción el 07-03-1953, a los 80 años.
El 29-04-1900 es nombrado ecónomo de Ardanaz
De 1902 a 1920, párroco de Cemboráin
1922-23 aparece como miembro de la Junta Escolar y presbítero de Pamplona
1923-26 visitas al Balneario de Belascoáin
1929 Capellán del Manicomio
1935 (22 de febrero) con su hermana Manuela en la muerte de su hermano Ángel ("en su casa de Iseo". Será Iso o, mejor, Izco).

Ocho religiosos y los padres

También en la hemeroteca he encontrado algo que no sabía sobre mi familia:
DN 27/11/1994 Las vocaciones religiosas en Navarra, tal como refrenda José Antonio Marcellán en el libro «Cierzo y bochorno», han sido amplias y generosas. Un buen ejemplo de esta afirmación es la familia Mendiburu Itoiz, de Cemboráin, con ocho hijos religiosos; 3 familias con siete hijos; 15 hogares con seis hijos; 36 familias con cinco hijos; 106 con cuatro hijos; 388 con tres hijos; y 1.338 familias con dos hijos.

Mi interés por el viejo párroco de Cemboráin comenzó con esta entrevista que le hicieron a mi tío Benjamín en la revista del colegio de Jesuitas de Tudela:

1936 Moisés y Benjamín Mendiburu, para China
¿Qué le movió a entrar en la Compañía de Jesús?
 
El ejemplo y las palabras del párroco de mi pueblo, Cemboráin (Navarra), nos facilitó la entrada en Javier a los dos gemelos. Durante los cuatro años que estuvimos allí conocimos a excelentes jesuitas y nos familiarizamos con la vida de S. F. Javier al que soñábamos con imitar un día. Nuestros padres no pusieron ninguna dificultad, sino todo lo contrario.

Veamos, pues, el artículo de Javier Larráyoz:
Tras las huellas de Javier 
Navarra aldeana y misionera 
Valdría el caso para argumento de un tema misionero. Han transcurrido ya seis lustros, pero lo simpático de la escena hace que la recordemos al detalle... Un anciano cura de pueblo, algo encorvado ya por el peso del tiempo, de paternal semblante y austera vestimenta. Le acompañan dos jovencitos de idénticas facciones, con esa figura un tanto desdibujada que aporta el crecimiento. 
El párroco y los gemelos no andarían lejos
A los que le saludamos nos manifiesta con gesto de amplia satisfacción que aquellos dos muchachos de dieciséis primaveras son mellizos, que él los bautizó y sigue siendo su párroco y que ahora, terminadas las vacaciones, se dispone a acompañarlos a la casa de formación misionera donde cursan sus estudios. Luego nos enteramos que él ha sido el propulsor de su vocación, que los visita con frecuencia y que los moradores del colegio, acostumbrados a las visitas de aquel venerable patriarca, dicen al verlo llegar: «Ya viene el cura de los mellizos».
Pasaron los años. La Providencia dispuso que ejerciéramos nuestro ministerio en la misma parroquia que aquel viejo párroco a quien conociéramos en nuestra adolescencia. Una aldea de doce casas escalonadas en una loma. Entonces tuve buena oportunidad para conocer a fondo aquel cristiano hogar, bendecido por Dios con la prole de dieciséis hijos, de los que once vivían a la sazón. 
Iz. a Dch: Simón Barrios, Benjamín, Isidra,
Emilia, Pepito, Felipa (m), Narciso y Mª Jesús
El padre, hombre sano de cuerpo y alma, ayudaba al párroco con el cargo de sacristán; la madre, con una extremada sencillez de carácter que corría pareja con su espíritu de heroína, criaba a sus hijos en el temor de Dios y en la rectitud de la conducta. Buena prueba de ello eran aquel rosario de gruesas cuentas, pendiente de la chimenea de la cocina, que no omitía día alguno de ser rezado en familia, y también —¿por qué no decirlo?— aquellos pequeños azotes que pendían del mismo clavo que el rosario y que, con aquél, eran legado de los abuelos, para corregir en forma demasiado contundente los defectos que pudieran brotar en los retoños del viejo tronco. (Ni que decir tiene que fueron rarísimas las ocasiones en que tuvieron que entrar en juego las mentadas disciplinas). 
Iglesia de Cemboráin, al fondo, la Higa
De los once vástagos sobrevivientes, media docena habían ingresado ya en congregaciones religiosas misioneras. Fueron los dos mellizos los que rompieron el fuego, dando el adiós postrero a su patria y familia para llevar a la remota China la luz redentora de JESUCRISTO. Resultaron habilísimos para el estudio de aquel difícil idioma, por lo que les destinaron a ser maestros de chino entre los PP. misioneros del Celeste Imperio, necesitados de comenzar por el aprendizaje de aquel complicado problema. Eran hermanos gemelos; juntos habían dejado su pueblo —el diminuto Cemboráin—, para marchar a la Escuela Apostólica; juntos habían ingresado en Religión; juntos estudian la carrera... Y no pudieron separarse cuando se trataba de ser misioneros. Y marcharon juntos...
Paco con su libro
Al poco tiempo seguía sus pasos Francisco, el primogénito de aquella abnegada dinastía. Es curiosa la génesis de su vocación. Era todo un mozo labrador hecho y derecho —veintinueve años de edad—, dispuesto para encargarse el día de mañana de la dirección de la casa y hacienda. Pero al contemplar la sectaria persecución que por aquel entonces sufría la Iglesia en nuestra Patria —la congregación a que pertenecían sus hermanos había sido expulsada de la nación— vibró su espíritu con reacción generosa. Y recordando las sencillas lecciones que sobre la defensa de la Religión oyera de niño en la catequesis de labios del viejo párroco -el bueno de don Anastasio-, juzgó que el mejor modo de laborar por Ella en aquellas circunstancias, era el de alistarse como ´misionero. 
Y como lo pensó, lo hizo. Y aunque los superiores de la Compañía de Jesús, en vista de su despejada inteligencia, deseaban fuese religioso "de Misa", la humilde sencillez del mozo se resistió a ello, ingresando como hermano coadjutor. ¡Siempre, en el fondo de todas estas vocaciones, la figura del párroco de las aldeas navarras! 
Paco, Prisci, Benjamín, Severino, Narciso y Pepito
Aún quedaban en la reserva de la preparación misional otros dos varones: Narciso, estudiante de Filosofía, y José —familiarmente llamado Pepito—, el benjamín de ellos, quien también cursaba sus estudios en la Escuela Apostólica de Javier y que era nuestro monaguillo durante sus vacaciones. ¡Los cinco en la misma Orden y los cinco con idénticos afanes misioneros! 
El sexo débil se hallaba asimismo dignamente representado en la apostólica empresa; una de ellas —Emilia— religiosa en el extranjero; otra —Felisa— novicia en congregación misionera, y finalmente, María Jesús, la que cerraba el número de la prole, con catorce años a la sazón, acudía a la escuela y a nuestra catequesis, soñando siempre en seguir la senda de sus hermanas. 
Han transcurrido cerca de una veintena de años. De los tres hermanos que —veteranos avanzados de Dios— trabajaban en la misión del Lejano Oriente —Francisco y los dos gemelos: Benjamín y Moisés—, éste consuma prematuramente su existencia terrena en los umbrales del Sacerdocio. Los dos restantes permanecen en la brecha hasta que la sacrílega persecución de los «sin Dios» les obliga, a viva fuerza, a salir de China. Los superiores les señalan nuevo campo de operaciones no lejos de la tierra que ocupó sus desvelos; Paco continúa su ministerio en Formosa, mientras Benjamín lo hace en Filipinas.
A la niña de esta foto, al enterarse su familia de que tenía 
lepra, su padre la echó al fuego para que muriera. Se quemó 
el brazo derecho (al lado de mi tía) y tuvieron que  
amputárselo. Fotos, gentileza de Manuel Belzunegui

Por fin, resentida su sa1ud, éste recibe orden de venir a España donde rige en la actualidad los destinos espirituales de un colegio de segunda enseñanza (Jesuitas de Tudela). 
Narciso, el penúltimo de los varones, se ofrece voluntario para cubrir la baja producida por la muerte de su hermano Moisés. 
La Providencia dispuso que fuese la India el teatro de sus correrías apostólicas, pero —¿qué importa el área geográfica en orden al apostolado?— en la misión de Ahmedabad aporta, entusiasta, su grano de arena para que de aquel colosal bloque del paganismo brote triunfadora la imagen del Cristo Redentor. 
De las tres hermanas religiosas, Emilia despliega su labor entre las Siervas de María, en Portugal; Felisa, Dominica Misionera, vuela al Cielo en olor de santidad, cuando soñaba en volar a lejanas tierras de infieles, y por fin, María Jesús, recogiendo también el Crucifijo de su difunta hermana, ingresa en la misma Congregación dominicana, y halla su felicidad en la tierra, aliviando las miserias humanas y espirituales de sus queridos leprosos, allá en el Congo Belga. 
Santuario de Loyola, 31.07.1958. 1ª comunión 
de Ramón y Javi y 1ª misa de Pepito.
Y resta el nuevo sacerdote jesuita, Padre José Mendiburu, que para nosotros sigue siendo «Pepito». El 31 de julio pasado tuvo lugar en la basílica de Loyola el feliz acontecimiento de su Primera Misa en un marco de emotividad y fervor maravilloso. ¡Qué momentos aquellos en que el misacantano dio la Sagrada Comunión a sus familiares y parientes, desde su madre hasta dos de sus sobrinitos que en dicho día recibían por vez primera el Pan de los Ángeles y que ya se ilusionan con la idea de ser el día de mañana, misioneros como sus tíos. Pero el nuevo sacerdote ha querido celebrar también su Misa en el venerable castillo donde cursó sus estudios, en la cuna de Javier, donde se reunirá el próximo domingo, día 14, con sus familiares y amigos. Que el Santo Apóstol le alcance la gracia de ser celoso cumplidor del apostólico mandato: «Id por todo el mundo predicando el Evangelio a todas las naciones». 
Javier LARRAYOZ ZARRANZ (Párroco de lrurozqui) 
Envío: Al nuevo sacerdote Padre José Mendiburu Itoiz, S. J, y a sus familiares, con mis mejores votos en el fausto acontecimiento de su Misa en Javier

1 comentario:

Carmelo dijo...

Qué gran y sorprendente historia familiar. Quizás a algunos les parezca absurdo tantos hermanos abrazando el sacerdocio, pero para mí es digno de admiración, máxime en esa época en la que tanto se perseguía y atacaba la religión católica, incluso se asesinaban a los sacerdotes y religiosas.
Pero si por alguien siento admiración y cariño es por vuestros padres. Lo qué tuvieron que luchar para sacar adelante y educar a los 16 retoños, qué barbaridad!!
Un fuerte abrazo para ellos. Gracias Pachi por compartir algo tan bonito y personal.
Navrazon