1936.Trasera Seminario Episcopal de Tejería. Actual calle Juan de Labrit |
Cuentan Los 13 de Tejería que en el Seminario de esa calle estaba el trinquete más antiguo de Pamplona y que un seminarista, Ángel Mora, hacía borota "jugando en este trinquete con el consentimiento del señor conserje". Joaquín Jokintxo Ilundáin, el del chupinazo, le hizo un precioso obituario a Mora, cuando el gran remontista falleció en 1945.
Seminario Episcopal de Tejería
Seminario tras caseta de arbitrios 1936 Cía AMP |
Con la expulsión de los jesuitas, se trasladó al Colegio de la Compañía (1782) y el viejo caserón de la calle Tejería se transformó en colegio de San Francisco Javier (1881), como una sección del Seminario conciliar a cuyas aulas acudían sus colegiales.
En 1900 este seminario contaba con 646 alumnos 266 teólogos, 123 filósofos, 257 de humanidades (latines). De todos ellos, unos 100 serian internos, el resto de los seminaristas residían en posadas de la ciudad, por lo cual la zona de Tejería tenia mucho transito de jóvenes estudiantes.
El trinquete
Línea roja, puerta del Seminario, vista desde San Agustín (izda) y desde Tejería, casi Estafeta (dcha) 1936 J. Cía AMP |
Este trinquete resistió hasta 1930, cuando se terminó el derribo de las murallas de Tejería.
Estaba situado en lo que hoy es el último tramo de la calle san Agustín a Juan de Labrit (o trasera de Tejería). En esta trasera había una puerta de acceso directo al trinquete, mientras la puerta principal del Seminario estaba situada en la calle Tejería, justo enfrente de San Agustín, y era por donde entraban los seminaristas.
Este trinquete tenia, en la pared izquierda, un pasillo corrido bajo tejadillo y cerrado con hierro de forja y malla de alambre de la época. En la parte superior de la misma pared tenía varios balcones de palco para los reverendos y señores catedráticos. Tenia techo de madera con varias vigas de grosor diferente.
Las paredes debían de ser muy irregulares, por lo que los efectos de la pelota serían complicados. Algunos de aquellos pamploneses que jugaron en este trinquete nos han dado la poca información que hay sobre él.
Euskal-Jai 1928. De pie, Cestona, Arbeloa, Jesús Ábrego ( Ábrego I), Guelbenzu, Azkoitia, Guetaria, Olagüe, Arce, Ezponda, Benavides, Guruceaga, Mina, (Practicante Sr. Moreno). Sentados:Mendaza, Marquina, Agirre, Ábrego II, Larramendi, Cildoz, Iraola, Arrizabalaga, Insausti, Bastarrica, Mora, Irigoyen II, Salsamendi II y Patricio. |
Ángel Mora (remontista)
El joven Mora era estudiante en el seminario de Tejería y se recreaba jugando en este trinquete con el consentimiento del señor conserje, que tenía el gusanillo de la pelota en el cuerpo, siendo este hombre el padre de los remontistas Cildoz.
Por Jokintxo Ilundáin
1939 chupinazo Joaquín Jokintxo Ilundáin |
Mora, fue un pelotari de intuición más que de fuerza:
pero siempre fue misterio para los aficionados, el saber de
dónde sacaba Mora aquella fuerza con que hacía frente a
los pelotazos de los forzudos de entonces, cuando se
jugaba con pelotas casi muertas, se sacaba del siete y se
llegaba a rebote una o dos veces en cada partido...
Mora fue «estudiantico» de cura, antes de ser pelotari:
llegó a pasear por Pamplona en las filas de seminaristas de
latines, luciendo, sobre negra boina, el «higo» famoso de
negras hebras de seda.
GALLE 1933 seminaristas del Colegio de San Juan Bautista en Pamplona AGN |
Pronto empezó a brillar el juego de Mora. A poco más de
un año, era ya pelotari de primera y figura imprescindible
en los partidos de los domingos.
Tenía una movilidad
extraordinaria para desplazarse en la cancha y él fue, quien
comenzó a darle eficacia y brío, al voleazo: entraba a volea,
ágilmente, sorprendiendo al zaguero contrario por lo rápido de la jugada y, sobre todo, si el zaguero contrario era de
peso, como aquel buen Marquínez...
Euskal-Jai 1909 José Ayala AMP |
Ahora, que
también a veces -como de todo hay en la vida del Señor-,
Morica aparecía medio dormido, desganado, sobre-entrenado, como se dice ahora. Y en esas veces, le ganaba hasta
Echezarreta. Era entonces el verle a Mora, sorprendido de
sus fallos, haciendo esas inclinaciones seguidas de asombro, yendo y viniendo de un cuadro a otro, mirando
asustado al público...
En una ocasión de éstas —¡cuánto se
reía Mora al recordarlo!— un viejo y castizo aficionado, y
pamplonica no digamos, don Modesto Utray, le obsequió
desde un palco con una cencerrada estrepitosa. Se jugaba
entonces a juegos. Mora, naturalmente, estaba fatal y
desacertado, y sus contrarios, le habían sacado 6 por 1.
Reaccionó ante la burla, tan pública y sonora, y sudando
tinta y cubriendo toda la cancha y no teniendo un minuto
de reposo, trajo la igualada a 8 juegos para los 9 a que se
jugaba. El frontón era un hervidero de gritos, emoción y
satisfacción de la afición contenta. Mora ganó aquel partido, pero tuvo que estar más de un mes descansando.
Jai-Alai de la Habana Vieja |
La vida de Mora fue eso: jugar a la pelota y cantar bien.
Así le ha llegado la muerte. Y sonriente, sonriente, la aceptó. Y recordando sus buenos y felices tiempos de seminarista, contestó en latín a las oraciones en su agonía. Y murió—oh
felicidad— como mejor se puede vivir: ni envidiado, ni
envidioso.
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