miércoles, 19 de agosto de 2020

Seminario Tejería, trinquete, Angel Mora

1936.Trasera Seminario Episcopal de Tejería. Actual calle Juan de Labrit
Cuentan Los 13 de Tejería que en el Seminario de esa calle estaba el trinquete más antiguo de Pamplona y que un seminarista, Ángel Mora, hacía borota "jugando en este trinquete con el consentimiento del señor conserje". Joaquín Jokintxo Ilundáin, el del chupinazo, le hizo un precioso obituario a Mora, cuando el gran remontista falleció en 1945.

Seminario Episcopal de Tejería
Seminario tras caseta de arbitrios 1936 Cía AMP
Este seminario se construyó en el 1772, cinco años antes que el Seminario Conciliar de Dormitalería. Fue casa de retiro de ejercicios espirituales para sacerdotes y seminaristas próximos a tomar las ordenes. 
Con la expulsión de los jesuitas, se trasladó al Colegio de la Compañía (1782) y el viejo caserón de la calle Tejería se transformó en colegio de San Francisco Javier (1881), como una sección del Seminario conciliar a cuyas aulas acudían sus colegiales. 
En 1900 este seminario contaba con 646 alumnos 266 teólogos, 123 filósofos, 257 de humanidades (latines).  De todos ellos, unos 100 serian internos, el resto de los seminaristas residían en posadas de la ciudad, por lo cual la zona de Tejería tenia mucho transito de jóvenes estudiantes.  
En los años 30, San Agustín (amarillo) estaba cortada por el Seminario (negro) de Tejería (rojo)
El trinquete
Línea roja, puerta del Seminario, vista desde San
Agustín (izda) y desde Tejería, casi Estafeta (dcha)
1936 J. Cía AMP
Dentro del Seminario existía lo que posiblemente fue el primer trinquete (hacia 1840) de Pamplona, cuando ésta tenía 25.000 habitantes. 
Este trinquete resistió hasta 1930, cuando se terminó el derribo de las murallas de Tejería. 
Estaba situado en lo que hoy es el último tramo de la calle san Agustín a Juan de Labrit (trasera de Tejería).  En esta trasera había una puerta de acceso directo al trinquete, mientras la puerta principal del Seminario estaba situada en la calle Tejería, justo enfrente de San Agustín, y era por donde entraban los seminaristas. 
Este trinquete tenia, en la pared izquierda, un pasillo corrido bajo tejadillo y cerrado con hierro de forja y malla de alambre de la época. En la parte superior de la misma pared tenía varios balcones de palco para los reverendos y señores catedráticos. Tenia techo de madera con varias vigas de grosor diferente.
Las paredes debían de ser muy irregulares, por lo que los efectos de la pelota serían complicados.  Algunos de aquellos pamploneses que jugaron en este trinquete nos han dado la poca información que hay sobre él.
Euskal-Jai 1928. De pie, Cestona, Arbeloa, Jesús Ábrego ( Ábrego I), Guelbenzu, Azkoitia, Guetaria, Olagüe, Arce, Ezponda, Benavides, Guruceaga, Mina, (Practicante Sr. Moreno). Sentados:Mendaza, Marquina, Agirre, Ábrego II, Larramendi, Cildoz, Iraola, Arrizabalaga, Insausti, Bastarrica, Mora, Irigoyen II, Salsamendi II y Patricio.
Ángel Mora (remontista)
El joven Mora era estudiante en el seminario de Tejería y se recreaba jugando en este trinquete con el consentimiento del señor conserje, que tenía el gusanillo de la pelota en el cuerpo, siendo este hombre el padre de los remontistas Cildoz.

Por Jokintxo Ilundáin
1939 chupinazo Joaquín Jokintxo Ilundáin
Ha fallecido Angel Mora Recaséns (04.10.45). Del ámbito.del «Euskal-Jai» desaparece una de las más populares figuras de la vida pelotística de Pamplona...
Mora, fue un pelotari de intuición más que de fuerza: pero siempre fue misterio para los aficionados, el saber de dónde sacaba Mora aquella fuerza con que hacía frente a los pelotazos de los forzudos de entonces, cuando se jugaba con pelotas casi muertas, se sacaba del siete y se llegaba a rebote una o dos veces en cada partido... 
Mora fue «estudiantico» de cura, antes de ser pelotari: llegó a pasear por Pamplona en las filas de seminaristas de latines, luciendo, sobre negra boina, el «higo» famoso de negras hebras de seda. 
GALLE 1933 seminaristas del Colegio
de San Juan Bautista en Pamplona AGN
Se conoce que hasta el aula de latín llegaba el ruido de los chasquidos de la pelota, al chocar en el frontis del Euskal, y Mora pensó más en corretear como pelotari que pasar a la categoría de filósofo. Empezó a hacer catres y, quizá, con la aquiescencia y buen grado del portero del Seminario, alto, delgado, con nariz saliente y serias cejas; pero que tenía metida muy adentro la afición a la pelota: era el padre de otro pelotari, Cildoz, a quien vimos ya viejo, viejo, resistió todos los partidos de pie y en invierno, con un blusón oscuro por todo abrigo, un pequeño tapabocas negro: su hijo y Morica y el pequeño de Elgóibar, fueron sus ídolos. 
Pronto empezó a brillar el juego de Mora. A poco más de un año, era ya pelotari de primera y figura imprescindible en los partidos de los domingos.
Tenía una movilidad extraordinaria para desplazarse en la cancha y él fue, quien comenzó a darle eficacia y brío, al voleazo: entraba a volea, ágilmente, sorprendiendo al zaguero contrario por lo rápido de la jugada y, sobre todo, si el zaguero contrario era de peso, como aquel buen Marquínez... 
Euskal-Jai 1909 José Ayala AMP
Su época más brillante, la constituyó la rivalidad, cerrada, reñida, de iguales a iguales, con Abarrategui, Basterrica, Patricio y Junco. ¡Qué partidos hizo entonces Morica! Tanto jugaba que, varios años, por las fiestas de San Fermín o la temporada -entonces, clásica- de San Francisco Javier, jugó contra Irigoyen, el terrible Irigoyen de entonces, y contra Beorlegui, el pelotari que ha dado los pelotazos más duros y violentos. ¡Pero allí estaba Mora, con su camisa abombada, para parecer más corpulento, su elegante cabellera echada hacia atrás y sus ojos saltones, grandes y redondos, encendidos por el ardor de la pelea, y allí lucía su brazo, entrando al aire, dibujando cortadas o dos paredes, o poniendo la pelota donde decían los viejos de Estella que hay que colocarla para hacer el tanto: donde no esté el contrario. Como su juego era espectacular y rápido, los remates de Mora eran siempre emocionantes y levantaban grandes ovaciones. ¡Qué artista!.., 
Ahora, que también a veces -como de todo hay en la vida del Señor-, Morica aparecía medio dormido, desganado, sobre-entrenado, como se dice ahora. Y en esas veces, le ganaba hasta Echezarreta. Era entonces el verle a Mora, sorprendido de sus fallos, haciendo esas inclinaciones seguidas de asombro, yendo y viniendo de un cuadro a otro, mirando asustado al público... 
En una ocasión de éstas —¡cuánto se reía Mora al recordarlo!— un viejo y castizo aficionado, y pamplonica no digamos, don Modesto Utray, le obsequió desde un palco con una cencerrada estrepitosa. Se jugaba entonces a juegos. Mora, naturalmente, estaba fatal y desacertado, y sus contrarios, le habían sacado 6 por 1. Reaccionó ante la burla, tan pública y sonora, y sudando tinta y cubriendo toda la cancha y no teniendo un minuto de reposo, trajo la igualada a 8 juegos para los 9 a que se jugaba. El frontón era un hervidero de gritos, emoción y satisfacción de la afición contenta. Mora ganó aquel partido, pero tuvo que estar más de un mes descansando. 
Jai-Alai de la Habana Vieja
Este gran artista de la pelota, se fue después a jugar a Méjico y a Madrid, y a otros sitios más (1921, Jai-Alai, La Habana). Era un bohemio sencillo y apacible. Ante la vida fácil o las situaciones difíciles, sabía siempre sonreír y estar alegre... Cantaba siempre, y siempre con una finura y un buen gusto excepcional. Y con esa «cuadrilla» de Pacho Lusarreta, el de los tiempos de oro de Osasuna, y de Salinas, el actor mímico de más gracia de España, que no ha sido nunca actor, y otros, era de verle y oírle a Mora canciones mejicanas, melodías argentinas, variaciones de flamenco y ocurrencias bilbaínas. - (Continuará)
La vida de Mora fue eso: jugar a la pelota y cantar bien. Así le ha llegado la muerte. Y sonriente, sonriente, la aceptó. Y recordando sus buenos y felices tiempos de seminarista, contestó en latín a las oraciones en su agonía. Y murió—oh felicidad— como mejor se puede vivir: ni envidiado, ni envidioso.

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