domingo, 16 de agosto de 2020

Origen de los Sanfermines (J.J. Arazuri)


Nuestros incomparables Sanfermines no nacieron espontáneamente ni de Orden de las Autoridades; fue precisa la gestación de dos largos siglos y la conjunción de tres fiestas distintas, no opuestas pero sí carentes de afinidades, con cuya mezcla brotaron nuestros Sanfermines, los cuales a través de los siglos evolucionaron hasta ser declarados por el Ministerio de Información y Turismo, en enero de 1965, «Fiestas de Interés Turístico» (1). Las Fiestas de las que nacieron nuestros Sanfermines fueron las siguientes: 
1.° Religiosas dedicadas a nuestro querido Patrón y conocidas como «Fiestas de San Fermín». 
2.° Las que se ampararon en la llamada Feria de Pamplona.
3.° Las taurinas, imprescindible espectáculo en nuestra Navarra, cuna del toreo, también llamado «toreo a la navarra».
Fraga tiró el chupinazo, bebió de las Tres Zetas, las Peñas le impusieron el pañuelo rojo y, en seis meses...
(1) SF 1964. Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo, protagonizó el día 6 un hecho histórico dentro de la historia sanferminera: Lorenzo Martinicorena, presidente de la Comisión de Festejos –y como tal, responsable de disparar el chupinazo-, después de gritar a las doce del mediodía un potente ¡Viva San Fermín!, le cedió al ministro el honor de prender la mecha del cohete anunciador. Por vez primera, una persona ajena al consistorio pamplonés había inaugurado las fiestas de San Fermín. Minutos después las peñas sanfermineras galardonaban a don Manuel Fraga Iribarne con la imposición del pañuelo rojo.
No se sabe bien hasta que punto pudo influir este emotivo gesto de los mozos, pero lo cierto es que tan sólo seis meses después el Ministerio de Información y Turismo declaró a nuestros festejos como “Fiestas de Interés Turístico”, con todo lo que ello implicaba.

1. Fiestas de San Fermín
La devoción y culto a San Fermín, tradicionales en Pamplona desde tiempo inmemorial, se intensificaron en el siglo XII al traerse a nuestra ciudad la primera reliquia del santo mártir, la cual se expuso para su veneración, en una cruz de oro, en la Iglesia Mayor de la capital del Reyno de Navarra. 
Aquella devoción por nuestro santo paisano se hizo popular en el siglo XIV, cuando el rey Carlos II importó de Amiens otra reliquia de San Fermín accediendo a la petición del concejo unido del Burgo y de la Población, cuyos vecinos, después de haber estado separados muchos años por odios y rencores, acordaron hacer las paces y volcar su enemistad e inquina contra los habitantes de la Navarrería. La santa reliquia fue entronizada en la iglesia parroquial de San Lorenzo para ser adorada públicamente. En el año 1386, los jurados de dichos burgos acordaron celebrar todos los años, con la máxima pompa y manifestación popular la festividad de San Fermín, que se conmemoraba el 10 de octubre, fecha en que la Iglesia solemnizaba la onomástica de nuestro Patrón, ya que en dicho día entró Fermín en Amiens a predicar el Evangelio. 
Hay indicios de que en 1399 la ciudad de Pamplona «...votó la fiesta y solemnidad por propia y para todos» (Arch. Mun. Patronato de San Fermín, leg. 8, n.° 1, fol. 7 v. En el resumen del pleito -leg. 12- parece indicarse lo dicho). 
Claustro Epifanía: Sta Úrsula, San Fermín,   
 San Francisco Javier,  
Sta Mª Magdalena 
Aquellas Fiestas de San Fermín constaban de los siguientes festejos: 
-función de las Vísperas en la parroquia de San Lorente o San Llorente, hoy San Lorenzo; 
-magna procesión con el bulto del Santo por las rúas de los tres burgos (por la Navarrería sólo la recorría escasos metros), 
-celebración de la Octava 
-y la comida a los pobres. 

De los festejos religiosos trataremos en otra ocasión. Ahora vamos a recordar: 

Comida a los pobres el día de San Fermín. Todos los años, el día de San Fermín, el Regimiento -léase Ayuntamiento- invitaba a una comida a los pobres de solemnidad de la ciudad. Aquel ágape sencillo y frugal -para aquellos tiempos en que los platos de los banquetes se contaban por docenas- se celebraba en el Hospital de los Labradores del burgo de San Cernin, que existía, y todavía quedan vestigios, en la plaza de la Virgen de la O. 
Atrio Catedral. Lavatorio de pies a los pobres en S.S.
El menú, invariablemente, se componía de berza, vaca o buey, pan y vino en abundancia. Este modesto condumio era aderezado con abundantes especias. La carne se comía asada, utilizándose para ello «espedos» (asadores) y sarmientos. El Regimiento pagaba todos los años a la cofradía del Hospital una propina de tres reales y medio por el alquiler de la caldera para cocer las berzas y por las múltiples molestias que ocasionaban en el nosocomio. Además, la Ciudad pagaba 8 reales al cocinero, 7 reales a tres mujeres que hacían la limpieza del comedor -¡cómo dejarían después de comer y beber 28 cántaros de vino!-, de las calderas, espedos, manteles y por traer agua.
Parece ser que de víspera se hacía un pregón con atabaleros, pregoneros, juglares y pífanos. 
Durante unos dos siglos la ciudad celebró las fiestas de su Santo Patrón con funciones religiosas y actos caritativos.

1925 Procesión Plaza Consistorial
7 de julio San Fermín. En el siglo XVI, supongo que por presiones del vecindario, se comienza a celebrar algunos nuevos festejos: en 1579 se representa un auto sacramental sobre un tinglado montado junto al portal de la Taconera; en 1585 se contratan «pífanos y atabaleros» y en 1589 se representan comedias junto a la iglesia de San Lorente, es decir, en donde hoy está el Rincón de la Aduana, e incluso, hasta hubo torneos en la Plaza del Castillo.
En el año 1590 el Regimiento solicitó de la Iglesia el traslado de la onomástica de San Fermín del 10 de octubre al 7 de julio. Aquella petición fue aprobada el mismo año por el Sínodo Diocesano. 
Con este cambio de fecha se dio el primer paso para introducir dentro de las Ferias -que se celebraban en julio- las Fiestas de San Fermín.

2. Ferias de Pamplona 
2ª década del siglo. La antigua carretera de Zaragoza, hoy avenida del mismo nombre,
vista desde donde hoy está la plaza del Príncipe de Viana. Dcha, el antiguo hipódromo.
Inge Morath 1954
Origen. La primera Feria de nuestra ciudad se remonta al año 1324, cuando nuestro rey Carlos I de Navarra y IV de Francia, concedió a Pamplona el privilegio de una feria de siete días de duración a partir del 10 de octubre. Aquella fecha no tenía ninguna relación con la onomástica de San Fermín, se fijó aquella fecha como se podía haber dado otra: fue mera coincidencia. 
Aquellas ferias obtuvieron un gran auge económico durante muchos años, por lo que la Ciudad solicitó de la Corona el privilegio de una nueva Feria. Carlos II de Navarra -el mal llamado el «Malo»-otorgó, en 1381, una feria franca de 20 días de duración, contados a partir del día de San Juan Bautista (24 de junio). 

Alteración de los días de las Ferias. Las Ferias comenzaban, como hemos dicho, en la noche de San Juan y terminaban el 14 de julio. Pero en los años en que el día de San Fermín caía en jueves o viernes, la corrida de ese día se trasladaba al lunes siguiente «...por las vigilias y festividad que median» -decían las Cortes del Reyno- lo cual retraía al comerciante forastero ya que no lograba «...a un mismo tiempo la corrida de toros y al día inmediato sus compras y ventas», y después andaba atropelladamente para sacar los géneros, que debía hacerlo en los tres últimos días, o sea el 12, 13 y 14. Por eso se solicitó que los 20 días de Feria se contasen a partir del día 29, o sea desde la noche de San Pedro hasta la noche del 19 de julio. Esta modificación comenzó a regir desde el año 1743.

Inge Morath 1954 Mayor 1
Privilegios a los asistentes a las Ferias. Durante los días indicados, los asistentes a la Feria tenían, entre otras, las siguientes prerrogativas:
1.° Estaban libres de pagar peaje, tributo o impuesto alguno dentro del Reino de Navarra. 
2.° Gozaban de inmunidad de prendimiento, aunque hubiese contra ellos mandamiento de arresto, o tuvieran castigos pendientes con la Justicia. 
3.° No podían ser embargados ni en sus bienes ni en sus personas, a no ser que en las transacciones ejecutadas en la Feria, cometiesen alguna infracción, en cuyo caso perdían inmediatamente la inmunidad y podían ser castigados por las faltas cometidas en la Feria. 
4.° Si al venir a la Feria o marcharse de ella, en algún lugar del Reino de Navarra fuesen robados, asaltados, o alguno fuese muerto, las Autoridades del lugar en donde se hubiese cometido la agresión estaban obligadas a perseguir de día y noche al malhechor o malhechores hasta su captura. Y si por negligencia o ineptitud no fuesen apresados los culpables, los representantes de la autoridad local serían los que habían de satisfacer y pagar a las víctimas. 
Carrera de sortijas Molina Campos (pintor)
Estos privilegios y otros no tan importantes hicieron que la feria de Pamplona fuese conocida por lejanos Reinos, desde los cuales acudían feriantes todos los años en gran número, tentados por los beneficios que en ella se podían obtener al amparo de la protección real.

Anuncio de la Feria. En la noche del día de San Juan -en la «Sanjuanada»- se anunciaba la feria públicamente, leyendo en los cantones de la ciudad el privilegio real de la Feria, con acompañamiento de trompetas, tambores y timbales. En la calle de la Salinería -hoy de la Zapatería-, se celebraba el regocijo público de «correr la sortija», diversión que consistía en pasar montado y al galope del caballo, debajo de una serie de cintas terminadas en anillas, las cuales era preciso insertar con la punta de la lanza para conseguir premio. 

Plaza de los Ajos, años 40
¿En qué consistía la Feria? La Feria era el eran mercado en donde se daba salida a los productos locales y se adquirían los extraños. 
En los tiempos en que el transporte de géneros tenía que hacerse por medio de carros y galeras, las novedades de la moda llegaban con gran retraso a Pamplona y a todas las poblaciones importantes de Navarra. En aquella época era una necesidad la feria, ya que el buhonero y el comerciante ambulante constituían el único vehículo de la moda, y el medio más apropiado para la propaganda comercial de los múltiples objetos elaborados en los distintos puntos del mundo. 
En la feria de baratijas se vendía quincalla, bisutería, cristal, loza, telas, platería, juguetería y otros artículos. Entonces se presentaban en la Feria multitud de mercancías desconocidas en la localidad, y las gentes de Pamplona y de los pueblos podían comprar o feriar diversas y variadas cosas. Así se estableció la costumbre de que los forasteros llevaran a sus pueblos regalos para parientes y amigos, así como encargos que les hacían sus paisanos.
A partir de la segunda mitad del siglo pasado cambió el aspecto de las ferias. Al mejorar los medios de locomoción, en el comercio de la ciudad y en el de muchos pueblos, se podía adquirir durante todo el año artículos que antes sólo se podían comprar en la Feria. Ese fue el motivo de que a principios de nuestra centuria los feriantes se quejasen de la flojedad de las ventas, por cuyo motivo las ferias decayeron ostensiblemente.

3. Corridas de toros
Dibujo de Juan Mª Cía (pincha) en el que se ve cómo era la Plaza
del Castillo en 1521, precisamente en el
momento que se desmontaba
el castillo de Luis el Hutin, y con sus piedras se levantaba el castillo
 de 
Santiago o Fernando el Católico. Arriba, a la dcha, sobre el plano
actual de Pamplona, la posición reajustada de ambos castillos
Según Yanguas y Miranda la primera corrida de toros, que se halla documentada, fue la que mandó celebrar en 1385 nuestro rey Carlos II. 
En un principio los toros se corrían -como se decía entonces, en la plaza de armas del castillo- desde el siglo XVI Plaza del Castillo-, frente a la fortaleza real. Así, existe un documento de 1403 en que textualmente dice: 
«...Bertrán d'Ablitas, por un toro que deill fue comprado por el comandamiento de la seynnora Reyna, el quoal el seynnor Rey fizo matar en su presencia en el castieillo de Pomplona». Aquel castillo estuvo ubicado en las proximidades de la rúa de las Carpinterías de la Navarrería -hoy Estafeta- y fue el que dio el título a la Plaza del Castillo. 
Plaza del Castillo 1829 Charles de Séchan
En aquella fortaleza se instalaba un «echefand» o andamio de «fusta» (madera) para que los reyes «...oviesen de estar a mirar las justas, torneos e otro solaces». Cuando se corrían toros se hacía el corro delante del castillo, y al desaparecer éste en el siglo XVI, se levantaba el cerco del improvisado coso taurino en la Plaza del Castillo, en su cuarta parte comprendida entre la Chapitela y las escalericas de San Nicolás. 
La corrida grande del año se celebraba el día de Santiago, aunque también se corrían toros en otras fechas del año para celebrar grandes acontecimientos locales. Así, muchas veces se daba este festejo el 30 de julio, día de San Abdón y Semén (mejor, Senén) -voto de la Ciudad-, llamado popularmente de Adoneseme, y que también se ofrecía una comida a los pobres.

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