Con 18 años tuve la suerte de ver
"2001 Odisea del espacio". Las escenas iniciales de aquel grupo de
primates dando - sin saberlo- los primeros pasos hacia la humanización, se
quedaron tan grabadas en mi mente que protagonizaron muchas de mis clases
de Filosofía. Desde aquel lejano año de 1968, no puedo ver ningún invento, un avance
técnico, ninguna hazaña... sin agradecérselo, sobre todo, a quienes nos
precedieron, y sin sentir ternura y compasión hacia ellos por las terribles condiciones
en las que les tocó vivir. Lo podéis comprobar en el vídeo, al final.
En un principio era el pie
Réplica de las huellas de homínido halladas en Laetoli (Tanzania) |
Siguiendo a Marvin Harris, hace cuatro
millones de años, antes de adquirir el uso de la palabra o de la razón,
nuestros antepasados ya caminaban erguidos sobre dos pies.
No fue la mano, y menos la palabra, la
que marcó el comienzo de nuestra hominización y humanización. Fue el humilde pie.
Un simio, a dos pies y con dos manos (no como el resto de simios, que son cuadrumanos), sólo tiene
sentido -desde el punto de vista de la evolución- porque podía hacer en el suelo
algo que ninguna otra criatura había hecho nunca tanto ni tan bien: utilizar las
manos para transportar objetos, para usar (primero) y fabricar (después) herramientas, y hacer uso de ellas para
satisfacer las necesidades cotidianas.
Lucy, una afarensis de hace más de tres
millones de años, ya caminaba erguida.
Las huellas de Laetoli, en Tanzania, de 3,5 millones de años, son un monumento al bipedismo.
2001 Odisea del espacio
2001 Odisea del espacio
La vi allá por el 68 y marcó mi vida. Fue una gran película que se adelantó muchos años a su tiempo.
El primate (al que hoy atribuyen 5 ó 6 millones de años) mira y remira el fémur de algún animal, lo toma con suavidad y juguetea con él... lo agarra con firmeza y se emplea a fondo comprobando su utilidad para cazar... o romper la cabeza de sus adversarios... lanza, emocionado por el hallazgo, su hueso al aire... y ese humilde fémur, la primera herramienta, da un salto de 5 millones de años y se transforma en el ingenio más complejo: una nave espacial.
De siervos de la necesidad a señores de la libertad
El instante de la recepción |
En el vídeo (gracias, otra vez, Miguelo)
que hoy os presento, el hueso se transforma en un avión que vuela a 7,6 km de
altura. Desde él va a saltar Luke Aikins,
sin paracaídas, para intentar caer sobre una red de 30x30 metros.
Es importante valorar los aspectos
técnicos del salto y el valor temerario de Luke. Pero aún más sobrecoge pensar
en todo lo que han tenido que sufrir quienes nos han precedido, esclavos de la
necesidad, de la lucha por sobrevivir.
Hoy, gracias a ellos, un señor puede
darse el capricho de dedicar dos años de su existencia para intentar batir el
récord del mundo de salto sin paracaídas, jugándose -quizás estúpidamente, pero en
ejercicio de su libertad- la propia vida.
Vivimos subidos a la chepa de cientos
de miles de generaciones que nos han precedido.
Y me emociona pensar en aquellos
antepasados que tuvieron que bajar de los árboles, empezaron a caminar
erguidos, cogieron la primera piedra, el primer palo, el primer hueso...
Seguramente sin ser
conscientes de ello, desbrozaron la senda de la
libertad, de la plenitud humana.
(¡Ah, ved el vídeo en pantalla completa!)
Como me avisan que me han bloqueado el vídeo, os pongo, por separado, los dos vídeos que yo había unido:
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