Los historiadores Raúl López, José María Ortiz de Orruño y José Antonio Pérez. |
Florencio Domínguez mantiene que
la etapa del terrorismo etarra no se cerrará en modo alguno con la desmemoria y
el empeño de algunos sectores de olvidar a las víctimas.
El historiador Raúl López Romo (2º por la izda en la foto) acaba de presentar ante el Parlamento vasco un trabajo sobre el impacto
del terrorismo en el País Vasco bautizado como “Informe Foronda” (el
autor pertenece al Instituto universitario Valentín de Foronda). Este
documentado trabajo acredita de manera solvente cómo la inmensa mayoría de los asesinatos
de ETA cometidos hasta mitad de los años ochenta no provocaron ninguna reacción
social ni institucional. Entre el 76 y el 82% de los crímenes etarras hasta
mediados de la década de los ochenta no tuvieron ninguna respuesta de la
sociedad: no hubo una manifestación, una concentración o un gesto público de
rechazo. Silencio total. Las muertes de etarras o las víctimas de grupos de
extrema derecha tuvieron siempre respuesta en la calle. Sólo a partir de la
aparición de grupos como Gesto por la Paz comenzó a cambiar la reacción social.
En otros formatos, hay que destacar el proyecto de “Relatos de plomo”, desarrollado en Navarra, que ha culminado con la publicación de tres
excelentes libros en los que se hace historia del terrorismo en la Comunidad Foral
poniendo el acento en las víctimas. Este proyecto se ha convertido en un modelo
a imitar por otras instituciones.
Resulta muy significativa esa desproporción de esfuerzo entre los que defienden la trayectoria de ETA y los que recuerdan a sus víctimas. Se evidencia que en un lado hay un sector social muy movilizado y en el otro unos pocos voluntarios que apenas cuentan con respaldo para poder hacer su trabajo de deslegitimación del terrorismo. Se habla a menudo de la batalla del relato, pero quienes realmente ponen todo el esfuerzo (humano, político, económico) para imponer su relato son los seguidores de la izquierda abertzale que han buscado herramientas, como las producciones audiovisuales, que garanticen una eficacia inmediata en la sociedad. No se preocupan por la historia académica, sino que prefieren instrumentos propagandísticos que lleguen con facilidad y rapidez a la gente, de ahí su apuesta por el trabajo audiovisual.
Puedes descargarte aquí el Informe Foronda
1990. Plaza Consistorial de Pamplona |
Esa soledad de los asesinados la vivieron de cerca los allegados de las
víctimas, obligados a sufrir en silencio, en el ámbito cerrado de la familia,
sin solidaridad social. El ambiente era tal que muchos se sintieron forzados a
disimular el origen de su desgracia. La viuda de un directivo empresarial asesinado
a principios de los ochenta en Guipúzcoa relataba hace poco que se había
sentido obligada a contar que su marido había muerto en un accidente de
tráfico. Era la forma de evitar que, además de la pérdida del ser querido, los
familiares se convirtieran en unos proscritos sociales, aislados y mirados con
recelo por el hecho de haber sido víctima de ETA.
Miembros de Libertad Ya limpiando la casa de los Ulayar |
En el País Vasco y Navarra, los
que durante décadas apoyaron activamente los crímenes de ETA están ahora realizando un notable esfuerzo para difundir una versión exculpatoria del
terrorismo tratando de diluir las responsabilidades de quienes protagonizaron
tantos asesinatos y tanta destrucción. Se han volcado, por ejemplo, en la elaboración
de películas y documentales en los que quieren presentar a los terroristas como
seres sufrientes, víctimas del Estado, pasando por alto sus acciones y sus
crímenes. No hay dedos suficientes en las manos para contar los trabajos
audiovisuales que se han realizado en los últimos tres o cuatro años en esta
línea. Por el lado contrario, si se buscan trabajos similares que hayan tenido
como eje el recuerdo de las víctimas de ETA sobran casi todos los dedos. Se
puede citar el documental “1980”, de Iñaki Arteta y algún reportaje de
televisión.
Resulta muy significativa esa desproporción de esfuerzo entre los que defienden la trayectoria de ETA y los que recuerdan a sus víctimas. Se evidencia que en un lado hay un sector social muy movilizado y en el otro unos pocos voluntarios que apenas cuentan con respaldo para poder hacer su trabajo de deslegitimación del terrorismo. Se habla a menudo de la batalla del relato, pero quienes realmente ponen todo el esfuerzo (humano, político, económico) para imponer su relato son los seguidores de la izquierda abertzale que han buscado herramientas, como las producciones audiovisuales, que garanticen una eficacia inmediata en la sociedad. No se preocupan por la historia académica, sino que prefieren instrumentos propagandísticos que lleguen con facilidad y rapidez a la gente, de ahí su apuesta por el trabajo audiovisual.
Amplios
sectores sociales, además, están deseando olvidar los años del terror, que se
dé carpetazo definitivo a la cuestión y vivir como si nunca hubiera existido ETA.
No están cómodos con las iniciativas que recuerdan los años pasados, que
invitan a reflexionar qué es lo que hacía cada uno cuando ETA mataba para no tener
que reconocer que la mayoría miraba hacia otro lado y se refugiaba en el
silencio por miedo o como estrategia de supervivencia para no significarse ante
quienes vigilaban a la sociedad en nombre de los asesinos.
Pincha, mira y luego dime contra qué luchó de verdad, de verdad, ETA |
La etapa del
terrorismo no puede cerrarse sin más, sino que es necesario que socialmente se imponga
la deslegitimación de la violencia sufrida, que nadie tenga duda de que no hubo
justificación alguna para tanto crimen cometido con excusas políticas. Hay que
seguir demandando una autocrítica a los terroristas y a los que les jalearon en
la calle con gritos de “ETA mátalos”, a los que aplaudieron los atentados y
dieron cobertura política a los etarras. Mientras no den ese paso, seguirán
teniendo un déficit que impide reconocerlos en pie de igualdad con las
formaciones democráticas.
En la política de memoria que es necesario desarrollar,
una de las actuaciones necesarias es, según el historiador Raúl López, atribuir
responsabilidades a los victimarios. “La principal responsable de esta escalada
[terrorista] ha sido ETA, la organización más longeva, más mortífera, con mayor
apoyo social y cuya actividad (principio, desarrollo y final) ha configurado el
marco del proceso histórico del terrorismo en Euskadi (incluyendo la acción tanto
de sus satélites como de sus oponentes también terroristas)”, indica López.
El
final de ETA no puede ser la etapa de la desmemoria, sino todo lo contrario. La
de la memoria activa, la del recuerdo, el homenaje a las víctimas y la crítica
al terror.
Florencio Domínguez es doctor en Ciencias de la Información y
experto en temas de seguridad y
terrorismo
terrorismo
1 comentario:
¿Dice algo el historiador Raúl López sobre por qué los mató ETA?
VMA
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