sábado, 11 de enero de 2020

Pozos y fuentes de la Pamplona de antaño (Arazuri)

Muauro Ibáñez 06.11. 1874. 1ª foto Gigantes. Celebración subida del agua. Bloqueo carlista
Nunca imaginé que en Pamplona hubiera tanta fuente como las que nos cuenta Arazuri.
Y muchas de ellas con leyendas tan bonitas como ésta:
En la fuente de San Jorge se citan para bailar
 las niñas con sus galanes, mañanita de San Juan.

CAPITULO I. POZOS Y FUENTES
VIVIMOS en una época en que la carestía del agua potable ha convertido a ésta en personaje de moda, sobre el cual todos los días se habla y se escribe. Los inquilinos de los pisos altos se quejan —y no sin razón— de que el suministro de Arteta lo reciben a dosis homeopáticas. Los madrugadores —a fortiori (por coj...), naturalmente— se lamentan de tener que trabajar sin haberse despabilado completamente debajo del chorro de agua fría. Los hortelanos, con contador en la huerta, contemplan el marchitamiento de sus sedientas hortalizas sin osar regarlas, ante el temor de la sanción anunciada. Las inundaciones de los cuartos de aseo están a la orden del día, con el perjuicio consiguiente para los vecinos de los pisos inferiores, que maldicen en arameo, mientras calculan el costo en pintura para restaurar los deterioros de sus techos. Los reventones de cañerías se suceden con frecuencia debido a la acumulación de bolsas de aire, ocasionadas por los cortes repetidos de la vena líquida. Los habitantes de las guardillas chillan, mientras que los de los pisos bajos, con zorrería, refrescan sus bebidas con derroche de agua fría. Los iracundos despotrican contra el Ayuntamiento por no prevenir con antelación el incremento excesivo e inesperado de la población. Añoramos el alivio que experimentábamos cuando en las calurosas tardes de estío los mangueros municipales regaban habitualmente las calles, plazas y paseos de la Ciudad.
Se especula sobre posibles y futuros bombeos de agua a los depósitos de Mendillorri, y parece que está próxima la inauguración de las obras del pantano de Eugui, que esperamos solucione durante unos años la escasez de agua que estamos padeciendo. Ante todas estas contrariedades y molestias ocasionadas por el insuficiente suministro de agua, nos preguntamos: ¿Cómo se abastecían de agua nuestros abuelos, bisabuelos y los tatarabuelos de sus antepasados? Cuando Pompeyo, en el año 75 a. de C., establece su campamento en la colina sobre la que hoy se levanta el popular y castizo barrio de la Navarrería, lo hace con la tranquilidad que le proporcionan las condiciones defensivas del terreno y la seguridad de tener resuelto el problema del agua, fundamental para crear un núcleo de población, al disponer de un río al pie de los taludes de la bien situada meseta. Así pues, no hay duda de que el principal abastecimiento del primer núcleo urbano precursor de la primera ciudad, de la Navarrería, se efectuó con agua del río Arga. Tal supeditación al afluente del Ebro continúa a través de los siglos, sin poder liberarse la ciudad completamente de él, ya que, si en la actualidad no precisamos del río para abastecernos de agua, lo necesitamos para eliminar los residuos y aguas sucias. Esta influencia del río sobre la vieja Iruña se manifiesta en las comunicaciones directas entre ambos, llegando a existir en la Edad Moderna (como apunta acertadamente Leoncio Urabayen en su «Biografía de Pamplona») hasta cuatro portales que dan al río, de los seis que contaba la Plaza. Estos eran los de la Tejería, del Abrevador (hoy de Francia o de Zumalacárregui), de la Rochapea y el Nuevo.

POZOS
Brocal pozo patio  calle del Redin nº 2
Ahora bien; los habitantes de la medieval Pamplona se percatan bien pronto de que en el suelo de la ciudad, a muy pocos metros de profundidad, se encuentra una capa freática que permite la fácil obtención de agua mediante la excavación y construcción de pozos. De este modo se comienza a obtener agua y el número de pozos aumenta. Existe un documento que lo atestigua y es el Códice de Roda, escrito hacia el año 992, en el cual figura una carta titulada «De laude Pampilonae», traducida por José Javier Uranga y publicada en la revista «Pregón» n.° 12 (VII-1947). Entre otras cosas, dice textualmente: «Este lugar próvido, hecho por Dios, encontrado por el hombre, elegido por Dios, donde hay tantos pozos como días tiene el año. Donde para coger agua hay lugares suficientes para que nadie, obligado por otros, se adelante, porque a todos sacian la sed los colmados pozos...» Aunque dicha cifra sea exagerada, es indudable que el número de pozos existentes en aquella pequeña ciudad de unos dos mil habitantes era tan elevado que llamó la atención al autor del mencionado códice, que, según José María Lacarra, fue un monje de Nájera, de Pamplona o de Leyre. Hay más datos sobre la profusión de pozos en Pamplona. Es José María Iribarren, en su interesantísimo libro «Pamplona y los viajeros de otros siglos», quien cuenta cómo Enrique Cock, notario apostólico y capitán de los arqueros de la guardia personal de Felipe II, deja constancia, a finales del siglo XVI, de esta abundancia de pozos de agua potable en el interior de la capital. La mayoría de las calles disponían de un pozo comunal, con su brocal y su correspondiente tapa con cerradura, que el mayordomo del barrio se encargaba de cerrar con llave por las noches y abrir por las mañanas. Tenemos constancia de algunos pozos, como el de las Tornerías (Arch. Mun. Libranzas leg. 1596-97, carp. 14, n.° 94); el del patio del Consejo (Ibidem, n.° 14) ; el de la plaza del Abadejo (creo que sería la plaza del Mercado ), a que en 1670 hubo necesidad de renovar los pozadores, que estarían inservibles para el uso (Arch. Mun. Propios leg. n.° 15, libro de 1670-7 I , part. 179).
Siervica de María en la calle del Redín
Pero parece ser que su número aumentó a través de los siglos, alcanzando su cénit a finales del siglo XVIII, en que subió a la cifra de quinientos y pico, cantidad insuficiente para cubrir las necesidades de los pamploneses. Que resultaban insuficientes los pozos, nos lo demuestra una libranza del 16 de noviembre de 1632, a favor del cantero Sebastián de Macaya por «...una escalera de piedra que ha hecho en la orilla del río, junto al molino de Caparroso, para tomar agua los vecinos de la Ciudad» (Arch. Mun. Propios, leg. A, fragmento cuentas 1632-33, folio 24v., part. 219). Después de la traída de aguas de Subiza en 1790, los pozos van desapareciendo paulatinamente, llegando en 1870 (según una estadística municipal) a la cifra de «348 pozos, casi todos ellos con agua». Sin embargo, parece ser que en el pasado siglo únicamente se utilizaba el agua de pozo para la limpieza, el riego y la construcción. Buen servicio prestaron los pozos aquella mañana del 9 de abril de 1890, al declararse un violento incendio en la casas números 2 y 4 de la calle del Redín, a consecuencia de encender una cocina no usada hacía mucho tiempo, unos carpinteros que precisaban calentar cola. Todo el cuerpo de bomberos a las órdenes de su Jefe Sr. Arrieta intervino en la extinción del voraz incendio que amenazaba propagarse a las casas vecinas a causa del violento vendaval, y gracias a que como decía al día siguiente «El Tradicionalista», existían pozos con abundante agua en las casas números 2, 4 y 6 de la referida calle. Es el pujante siglo XX el que en sus balbuceos acaba con los pozos existentes, los cuales son tapados o rellenados. Todavía se conserva en la calle de San Saturnino el pozo con cuya agua nuestro santo Patrón bautizó a los primeros cristianos de nuestra ciudad; y un pozo, seguramente por el color de su brocal o por dedicarse a conservar nieve, nos ha legado el título de una calle, la del «Pozo Blanco». No hace muchos años pudimos contemplar un pozo en la calle de San Nicolás, a la altura de la casa n.° 19, que apareció con motivo de ser levantada la acera para excavar una zanja. El día 23 de junio (I, 1 809 fue precisamente en este pozo donde se tiró de cabeza un pobre perturbado mental, el cual, para cuando fue sacado del pozo, era ya cadáver. (Arch. Parroquial de San Nicolás, libro 8." de difuntos, fol. n.° 125 ). De un modo similar apareció otro en el patio del edificio de Correos, el cual indudablemente perteneció a los Hornos de la Ciudad.
Actualmente el Café Roch, además de conservar el estilo y el sabor del siglo pasado, posee una bodega inefable, en la cual se conserva un pozo en funciones, del que, por medio de una pequeña bomba, accionada a mano, el agua es elevada hasta el mostrador. Pero además del río y de los pozos, nuestros antepasados disponían de fuentes: unas dentro del recinto amurallado, y otras en sus cercanías; algunas de ellas con tan buena calidad de agua, que proveían a las familias pudientes, que se podían permitir el lujo de pagar los servicios de un aguador. A estas fuentes dedicó Perico Alejandría, en 1871, una serie de versos titulados «Cantares de las fuentes de Pamplona y sus arrabales». «Ollarra» los publicó en «Diario de Navarra», ya que por una feliz casualidad una hoja impresa con los versos apareció inopinadamente. Después de la descripción de cada fuente, incluimos los versos que Alejandría le dedicó. Del mismo modo que en la actualidad los conductores de automóviles para usar de las calles públicas han de someterse a una disciplina y a unas ordenanzas, asimismo, en aquellos tiempos, los habitantes de Pamplona, que forzosamente precisaban usar y abastecerse en los pozos y fuentes, veíanse obligados a cumplir las ordenanzas municipales siguientes: «Art. 41. Se prohibe tapar los caños de las fuentes, obstruir los conductos, arenar y lavar en sus pilones, subirse a ellos, dar de beber a las caballerías y permanecer detenidas en sus cercanías las personas que no vayan a tomar agua. Art. 42. El enturbiar las aguas de los abrevaderos y lavar en ellos ropas o cualquier otro objeto. Art. 43. El hacer uso de las bombas de los pozos fuera de lo meramente preciso para la extracción del agua necesaria para llenar las vasijas. Art. 44. Para tomar agua se guardará turno sin dar lugar a porfías y disputas. Suscitadas éstas, se exigirá responsabilidad a la persona que haya faltado al turno que le corresponde». De las fuentes del interior de la ciudad tenemos constancia de las siguientes:

1. FONTANA VIEILLA
Ya se nombra a esta fuente en el Poema de Aneliers (año de 1276), en el cual se puede leer: 
«A la fuente vieja, por la ribera del valle, fueron los burgueses, 
donde se recrudeció el combate, quemándose la casa del abad». 
Con anterioridad a esta cita, justo en 1232, se habla de la fuent viella, en un documento de donación al mercader Miguel Moza, del Prior y Canónigos de la Catedral (Arch. Cat. Libro Redondo, fol. 143). Posteriormente, en 1403, se puede leer en un antiguo documento: «cavo la Teylleria», que estaba situada «tenient al portal de la fontana uieylla» (Comptos Reales 1403). La referida Teylleria era la primitiva calle de la Tejería. Por lo que vamos a ver a continuación, este «Portal de la Fontana Vieilla» no era otro que el «Portal de Tejería», lo que nos hace sospechar que esta fuente era sencillamente la que con posterioridad se ha llamado la de Tejería. Este manantial estaba situado en una barrancada, donde en 1581 y para facilitar el acceso a la fuente, se construyó un puente de piedra, con los despojos del puente que atravesaba los fosos medievales de la puerta de la Zapatería (situado dicho portal al final de la que actualmente se llama calle de San Antón, en su desembocadura en la calle de las Navas de Tolosa). En la libranza por la que se abonan los acarreos de esta operación se lee textualmente: «...en hacer la puente nueva que se a hecho en la barranca donde la fuente vieja, fuera la puerta de la Tejería». Arch. Mun. Propios leg. 3.°, n.° 2, fol. 50).

FUENTE DEL CONSEJO
Según Florencio Idoate en su «Rincones de la Historia de Navarra», hacia 1555, el Regimiento concede una fuente a los antiguos Burgos, que se instala junto a la muralla, entre los portales de los antiguos barrios de San Cernin y de San Nicolás, con el grave inconveniente de no poder utilizarla de noche, lo que dio lugar a reclamaciones y a traslado posterior. Nosotros habíamos supuesto, y así lo hicimos constar en la primera edición de la presente obra, que se instalaron dos fuentes, una en cada Burgo. Investigaciones posteriores, junto con los datos suministrados por el amigo y publicista navarro Julio Ruiz de Oyaga, nos han demostrado que se instaló una sola fuente en el año de 1563, para los habitantes de San Cernin y San Nicolás, justo entre ambos antiguos Burgos, es decir: en la «pina del Consejo»; frente a «la Chancillería»; delante de «la casa de las Audiencias Reales» frente a las «calles de las Tiendas y Salinerias» (actualmente parte de la calle de Zapatería, de San Antón y plaza del Consejo). Con todas estas denominaciones se hacen referencia en las innumerables libranzas existentes en el Archivo Municipal. (Propios leg. 1, libro 1563-64, fol. 107 v., 108, 110, 80 y 80 v., 110 v., 85, 86, 86 v., 87, 87 v., 88 v., 89, 90, 90 v., 91, 94, 94 v., 95, 96 y 97). Esta fuente se alimentó con aguas de Iturrama, que se entraron en la ciudad por un puente de piedra  que atravesó el foso de las murallas próximas a la puerta de la Zapatería. Hay que tener en cuenta que, en aquella época, Pamplona estaba protegida por las murallas medievales que, en su lado oeste, se extendían desde la iglesia de San Lorenzo hasta la torre Redonda o Torredonda, hoy confluencia del paseo de Sarasate y de la calle de la Ciudadela. En este lienzo de muralla se abrían dos puertas o portales, el de San Llorente, frente a la iglesia del mismo nombre, y el de la Zapatería, que como ya hemos dicho antes estaba al final de la actual calle de San Antón.

FUENTE BAJA DE SANTA CECILIA
Situada en la plaza del mismo nombre, es decir, en el espacio donde hoy confluyen las calles de Mercaderes, Calderería, Curia, Navarrería y Mañueta, su origen, según Yanguas y Miranda, se remonta al año 1505, en que un tal «Beltrán de Doances, alias Cabezón, representó al Congreso que a sus propias costas había traído a la plaza de Santa Cecilia, en la Navarrería, una fuente de muy buena agua, así para el servicio de los reyes como para el público, en cuya empresa había gastado tanto que quedaba destruida y cerrada su botiga; por lo que pedía se le socorriese. Y las Cortes acordaron se le gratificase con mil libras». Ahora bien; no parece que esta fuente durase muchos años, ya que los vecinos de la Navarrería solicitaron a mediados del mismo siglo XVI que les fuese instalada una fuente en su barrio. Por un lado les acuciaba la escasez de agua, y por otro, el deseo de que se cumpliese el Privilegio de la Unión, que proclamaba que los gastos que se efectuasen en los antiguos burgos se harían de un modo equitativo entre ellos. Como el Ayuntamiento había gastado en las fuentes de los barrios de San Nicolás y de San Cernin más de 1.500 ducados, es por lo que los de la Navarrería pedían, y con justicia, la instalación de una fuente en su barrio, consiguiéndolo en 1565, en que el Ayuntamiento acuerda (Actas 2, fol. 121-122) «que la fuente vieja del portal de la Tejería se traiga y conduzca a la plazuela de Santa Cecilia». Contentos se habrían quedado los de la Navarrería; pero, según cuenta Idoate en su mencionada obra, pasan los años y la fuente no se construye por falta de espacio. Entonces se piensa en derribar la ermita de Santa Cecilia, lo que se realiza después de múltiples trámites en 1575. Sin embargo, la fuente no se instala, ya que los vecinos del barrio prefieren una nueva ermita a la fuente, a lo que les con testa el Ayuntamiento que ésta «es necesarísima para todos los tiempos, y más cuando el río va turbio, y en él hay poca agua y se suelen remojar los linos». Por fin, y después de muchas discusiones, se edifica la basílica de Santa Cecilia y, adosada a su muro, en el chaflán que da a la plazoleta, se construye la tan discutida fuente en un plano bajo, al que se descendía por medio de cuatro gradas desde el nivel de la acera. Que la fuente se alimentaba con aguas procedentes de la de Tejería, lo corrobora una libranza de 1598, por la cual se ve cómo en aquel año el arca de la fuente que abastecía a la de Santa Cecilia, y que estaba adosada a la muralla de la Tejería, se encontraba rota y al descubierto, por cuya causa fue preciso repararla (Arch. Mun. Libranzas, leg. de 1596-1605, fol 49 v.) y casi un siglo más tarde, en 1689, se paga a Juan de Arrechea, 116 reales: 100 por «el componer el encanado del foso de la Tejería para encaminar el agua a la fuente de Santa Cecilia», y los otros 16 reales «por poner algunos arcaduces que estaban rotos y la arca que estaba pegante a la muralla...» (Arch. Mun. Propios leg. 16, libro de 1688-89, part. n.° 12). A finales del siglo XVIII, al efectuarse la traída de aguas de Subiza, se construyen, como más adelante veremos, varias fuentes monumentales, una de las cuales, llamada de Santa Cecilia, se instaló frente a la basílica del mismo nombre y junto a la antigua fuente. En tan reducido espacio funcionan ambas fuentes hasta 1853, en que se derriba la basílica, y entonces el Ayuntamiento acuerda suprimir la vieja que sólo proveía de agua durante tres meses escasos al año.

FUENTE DE LA PLAZA DEL CHAPITEL
Es lógico pensar que en aquellos mercados que se celebraban en el «Campo del Chapitel» en el siglo XVI, con la consiguiente aglomeración de gente, se instalase una fuente pública. Así fue, y de ello tenemos constancia por un acuerdo de la Corporación Municipal de noviembre de 1560, en el que fue aprobado el «nombramiento de una persona para cuidar la fuente de la plaza del Chapitel, y para que se cuide de abrir por las mañanas y cerrar su depósito por las noches».

FUENTE DE LA PLAZA DE SANTO DOMINGO O DE SANTIAGO
Su origen se remonta al año 1565, en el cual y en el mes de septiembre el Ayuntamiento acordó (Actas 2, fol. 79-82), «se haga una fuente en la Plaza de Santo Domingo, con su abrevadero, junto a la Casa de la Ciudad». Esta fuente se alimentó con aguas procedentes de la fuente del Chapitel. Así lo demuestra una libranza de 1580, por la cual se abona a un nuncio del Regimiento tres ducados que tenía asignados al año por la misión de «...cerrar la arca de la fuente que está en la plaza del Chapitel de noches y abrir en las mañanas para que haya agua, en la fuente que está en la plaza de Santiago» (Arch. Mun. leg. 3.°, n.° 2, fol. 27).
A esta fuente se le denominaba preferentemente en el siglo XVI: «fuente de la plaza de Santiago» y «fuente que está entre la Casa de la Ciudad y el monasterio de Santiago». Parece ser que esta fuente, supeditada al caudal sobrante de la fuente del Chapitel (a veces nos hace dudar el que existiesen dos fuentes tan próximas: la de Santa Cecilia y la del Chapitel. ¿Le llamarían del Chapitel a la de Santa Cecilia? ), se vería con frecuencia seca o con poco caudal, por lo cual en 1581 se le hace una nueva conducción de aguas procedentes de Iturrama, siendo preciso para ello, el atravesar los fosos de la Ciudadela (entonces en construcción ) y las nuevas murallas de la Taconera (Arch. Mun. Propios leg. 3, (año 1581-82 ), fol. 50 v.). Se aprovechó esta coyuntura par adecentar la fuente de la plaza de Santiago (Ibidem, fól. 50) y de adornarla con un león de piedra, obra del imaginero pamplonés Juan de Arteaga, por cuyo trabajo cobró 7 ducados (Ibidem, fol. 37 v.). En esta misma época, parece ser que fue cambiada de lugar dentro de la misma plaza (Arch. Mun. Libranzas, leg. de 1596-1605, fol 51 v.) y por una avería que se produjo en la conducción del suministro de sus aguas y por cuya causa fue preciso levantar el suelo de alguna calle, sabemos que esta conducción atravesaba la actual calle de San Antón y la plaza del Consejo.
Cerca de dos siglos subsistió aquella fuente con su abrevadero, y fue en 1752 cuando desapareció juntamente con el primer edificio consistorial que tuvo la Ciudad, es decir, aquella vieja Jurería que rigió la vida municipal desde el Privilegio de la Unión. Pocos años más tarde, en 1760, se inaugura la nueva Casa Consistorial —la que hemos conocido hasta 1952—, en cuya parte posterior se construyó, adosado a su pared, un edificio de una sola planta, con un pequeño patio central. Este edificio era el Almudí, o almacén de contratación de granos, cuya planta ocupaba casi toda la actual plaza de Santo Domingo. En su muro norte, es decir, frente al Convento de los Dominicos, se instaló la nueva fuente y abrevadero, hasta que en 1856 el Ayuntamiento pensó construir una nueva, en consonancia con las instaladas a finales del siglo XVIII. El proyecto fue diseñado por el maestro de obras municipales don José María Villanueva, y el trabajo lo realizó el cantero Inocencio Lipúzcoa por la cantidad de seis mil reales de vellón. Para no desentonar, el abrevadero fue trasladado a la esquina del Almudí, frente al Mercado, y la fuente quedó instalada en el otro extremo, es decir, junto a la rampa de la calle de Santo Domingo. Cuando en 1876 el Ayuntamiento acuerda demoler el Almudí, pensó en trasladarla a la Plaza Consistorial, y más tarde a la plazuela existente junto al convento de la Merced. En estas dudas llega el 19 de mayo de 1877, en que se adopta el acuerdo de instalarla en la calle de los Descalzos, frente a las belenas, y así se efectúa. Desde aquella fecha se la puede contemplar en tan castiza calle con el nombre de FUENTE DE LOS DESCALZOS.
La calle Santo Domingo tiene una fuente formal 
y abrevadero abundante para cualquier animal.
Para sustituirla mandó colocar el Ayuntamiento, en el centro de la plaza de Santo Domingo —muy ampliada por el derribo del Almudí—, una fuente de hierro colado con una gran taza, en la que caía el agua de cuatro caños adornados con otros tantos delfines. En 1952, al derribarse el vetusto edificio del Ayuntamiento, se trasladó esta fuente de hierro a la plaza de San José, donde se puede contemplar hoy, pero mutilada en su parte superior.

FUENTE DE TEJERIA
Esta fuente aparece en el diseño —hecho por Pizaño en 1548—del castillo y lienzo de muralla que cubría el lado sur de la ciudad y que se extendía desde la citada fortaleza hasta el baluarte de Labrit. Este croquis se conserva en el Archivo General de Simancas y fue publicado por Florencio Idoate en su magnífico trabajo «Las fortificaciones de Pamplona a partir de la conquista de Navarra». Como ya hemos apuntado anteriormente, de esta fuente se tomó y se condujo agua hasta la plaza de Santa Cecilia. El agua de esta fuente caía sobre un gran abrevadero, el cual dio nombre a la calle que, partiendo de la Plaza del Castillo, terminaba en él. El nombre de la calle del Abrevadero duró hasta el 6 de octubre de 1855, en que fue cambiado por el actual de Espoz y Mina.
En 1921, al derribarse las murallas y construirse el muro de contención, debajo de la Plaza de Toros, y al costado de la calle Juan de Labrit, la fuente y el abrevadero quedan adosados al muro, donde continúan en la actualidad.
A la puerta Tejería con su abrevadero y fuente
no le faltan las visitas de caballos y de gente.

FUENTE DE SAN ANTONIO O DE SAN ANTON
asca de Santo Domingo (pincha)
Su origen data de finales del siglo XVI, o principios del XVII. Posiblemente se hizo con aguas de Iturrama, y quizá fuese una derivación de dichas aguas conducidas a la Ciudadela. Su caudal debía ser tan copioso que se pensó utilizar el agua sobrante para hacer una canalización hasta las proximidades del Portal Nuevo y construir en dicho lugar un abrevadero y un lavadero. Pero en la. Consulta del Regimiento de fecha 9 de enero de 1626 se recibió una carta de don Julio de Ciriza, del Consejo de Guerra de S. M. y su Secretario de Estado, en la que «pedía el sobrante de las aguas de la fuente de San Antonio para el Convento de las Recoletas que se estaba labrando». Dada lectura a la misiva, el Ayuntamiento, «habiendo platicado largamente, y considerando que el Monasterio referido es en adorno de esta Ciudad y bien particular de sus vecinos, y que el lugar donde se iba a hacer el abrevadero y el lavadero se ha ocupado con las obras del Monasterio, y que no se podrían hacer dichas obras sino quitando mucha tierra, con mucha costa de la Ciudad, y perdiendo el camino de dicho Portal. Entonces tendría que hacerse mucho más abajo, junto al Cuerpo de guardia y los soldados no dejarían acercarse. Y que so color del abrevador y lavadero, tomasen las mocas de cántaro y otras personas más libertad de la que conviniese de noches, con peligro de muchos daños. Por estos motivos e importancia del Monasterio, se concede el remanente de las aguas de la fuente de junto a San Antonio a dicho Convento para que las usen como quieran.». Esta fuente estaba situada en la Taconera, en el lugar donde hoy se levanta el monumento a Navarro Villoslada. Y por un plano que hemos encontrado en el Archivo Municipal se ve que brotaba en una hondonada, a la que se descendía por un camino serpenteante. La profundidad de dicha hondonada era de 8,75 varas, que equivale a unos 6 metros y medio. Alrededor de la hondonada se elevaban copudos árboles, lo que haría de la fuente un lugar delicioso y acogedor por el ambiente y por la frescura de sus aguas que caían incesantemente por tres caños. (Arch. Mun. Propios, leg. A (libro de 1653-54), fol. 52 v., part. 237).

FUENTE DE LA CIUDADELA
Don Pedro de Madrazo, en su obra «Navarra y Logroño» (1886), dice que la Ciudadela estaba dotada, en previsión de asedios, de «un molino de trigo, tahona, y de una copiosa fuente». Es posible que sus aguas provinieran del manantial de Iturrama. Recordamos que hace unos años un albañil que trabajaba en la construcción de un chalet, en el camino de la Fuente del Hierro, nos dijo que, al hacer las excavaciones para los cimientos, apareció una gran veta de agua que corría canalizada en dirección a la Ciudadela.

FUENTE DE LA TACONERA
Surtidor Ducel donde hoy está Gayarre
Esta fuente, alimentada con aguas de Iturrama, estaba situada frente a la puerta exterior de la Ciudadela, antes de derribarse los baluartes de la Victoria y de San Antón. Su localización actual coincidiría, aproximadamente, con los comienzos de la calle del General Chinchilla. José Nadal de Gurrea dice, en «Glorias Navarras» (1886), que era «moderna y de obra sencilla». 
Esta fuente, posiblemente, fue construida en 1640, ya que de dicho año, hemos encontrado datos de que el Ayuntamiento hizo venir de Sangüesa al fontanero Domingo de Arteaga para instalar una fuente nueva en la ciudad. Se aprovechó también la estancia de este sangüesino para revisar la fuente de San Antón. (Arch. Mun. Propios, libro 1639-40, fol. 43 v.). 
Lo que sí estamos seguros es que en el año de 1686 existía ya esta fuente, ya que, por cegarse su arbollón en dicho año, hubo de ser reparado (Ibidem, libro de 1686-87, part. n.° 17). 
También hemos encontrado una relación completa le l se encontraba su acueducto en el año 1768, desde el término de Iturrama hasta la Taconera. (Arch. Mun. Sección fuentes, leg. 8, carp.nº 2)

FUENTE DEL LEON
 Nicho donde estuvo empotrada la Fuente del León
También alimentada con aguas de Iturrama, estaba situada en la hoy llamada Cuesta de la Estación, y debía su nombre a la estatua de un león que coronaba su parte superior. Esta estatua fue destruida en 1823, durante el bombardeo de Pamplona por las tropas realistas de Fernando VII, ayudadas por los «Cien Mil Hijos de San Luis», que bloqueaban la Plaza. 
En 1831 se restauró esta fuente, según proyecto de Nagusía que existe en el Archivo Municipal. Suponemos que, antes de construirse el muro de contención de los jardines de la Taconera, la Fuente del León estaría situada en la hondonada que se abría entre el recinto amurallado de San Lorenzo y la elevación del parque de la Taconera. Primitivamente estaba rodeada por una verja de madera, que fue sustituida por una de hierro. Lo prueba el acuerdo de la Corporación Municipal del primero de abril de 1.854 de «...que la fuente del León se cierre con cerca de hierro, excluyendo la barandilla de madera que tiene». Al construirse el muro de contención de los jardines, se instaló en una hornacina junto con un pequeño abrevadero. Hoy (ver foto), eso es lo único que queda. 
En el capítulo sobre «La Cuesta de la Estación» daremos más detalles sobre esta fuente, que en sus tiempo fue una de las más célebres de Pamplona.
En la fuente del León refrescan los pasajeros 
y también las labradoras suelen llenar los pucheros.

FUENTE DE LOS LEGAÑOSOS
Situada debajo del puente levadizo del Portal Nuevo, su agua tenía fama de ser excelente para los «males de ojos». El mismo Nadal de Gurrea, en su obra citada, dice textualmente: «Existen en la capital muchas personas que han experimentado el alivio de la indicada dolencia (se refiere a las enfermedades de la vista) usando las abluciones de aquella agua, y el autor de este compendio puede asegurar que en el mes de agosto de 1865 se hallaba padeciendo una grave fluxión de ojos, y después de aplicarse varios medicamentos sin resultado favorable, empleó dicha agua, aconsejado de un amigo, consiguiendo por ella una rápida y completa curación». Suponemos que sus aguas procedían de alguna veta sobrante de Iturrama, las cuales, al pasar por un terreno azufroso, adquirían alguna acción curativa para ciertos tipos de blefaritis.
Debajo la puerta Nueva concurren los legañosos;
 medicina muy barata es el agua de los fosos.
Estas son las fuentes existentes en la Ciudad con anterioridad a los finales del siglo XVIII. Entre ellas hemos incluido a la de la Taconera, por ser posible que ésta se hiciese con la desviación de aguas que hasta entonces alimentaban a la de San Antón, ya que coincide la construcción de la una con la desaparición de la otra. 
Respecto a los manantiales existentes en la afueras de la capital, tenemos constancia de los siguientes:

FUENTE DEL OBISPO
Esta fuente, situada entre la muralla y el puente de la Magdalena, es la que equivocadamente fue identificada como fontana vieilla. Hemos encontrado documentación con referencias a esta fuente en varias libranzas del siglo XVI, exactamente en 1580, en cuyo año se hicieron reparaciones (Arch. Mun. Libranza del 30 de agosto de 1580) y de 1584, en que se compraron varios terrenos circundantes, para ensanchar el camino que conducía a la fuente y sus alrededores. (Ibidem, leg. 1583-84, carp. 6).

FUENTE DE LA TEJA
Su nombre se debe a la forma de su caño. 
Desde tiempo inmemorial ha sido una de las fuentes más concurridas. Muchos pamploneses acudían a ella a «pasar la tarde». A tal extremo llegó la afluencia de visitantes en el siglo pasado, que el Ayuntamiento compró algunos terrenos circundantes, con el fin de transformar aquel manantial en un lugar agradable. Estas reformas se efectuaron en 1865. Podemos darnos idea de ellas por la nota de unos pagos efectuados por la Corporación Municipal (Cuentas, legajo 95 ). En dicha cuenta se lee: «Se pagó a don Francisco Ergui, agrimensor, 91 reales con cincuenta céntimos, importe de un trozo de terreno que se ha tomado para formar una plazoleta junto a la fuente denominada de la Teja, propio de don Tomás Idígoras; 34 reales al arrendatario Félix Donazar por daño en el sembrado y 20 reales por honorarios de dicho agrimensor.»
A la fuente de la Teja puedes marchar por placer;
el paseo es muy ameno para el hombre y la mujer.

FUENTE DEL HIERRO
Según dicen, de esta fuente brota agua de alto poder ferruginoso. En el siglo pasado y principios del presente, este manantial era el punto de reunión de las cloróticas pamplonesas, que con su palidez y aire romántico acudían en gran número a tomar esta agua medicinal, con la ilusión de fortalecer su precaria salud. En 1870 el Ayuntamiento, del mismo modo que en la fuente de la Teja, adecentó sus alrededores y mandó construir la escalinata y pared de piedra que existen en la actualidad.
A la fuente del setenta la dicen ferruginosa; 
si marchas descolorida, vendrás de color de rosa.

FUENTE DEL BATUECO
Situada en el término de Barañáin, al otro lado del río, frente a donde hoy se levantan las llamadas casas de Urdánoz.
A esta fuente de agua medicinal acudían gran número de reuniii ticos, bronquíticos y enfermos de la piel. En la mañana de San ua n la afluencia de visitantes adquiría carácter de romería, ya que precisamente en dicha fecha la acción terapéutica de sus aguas (?) era más eficaz. Como muchos enfermos no podían acudir a un lugar tan distante, en el siglo pasado se construyó una caseta, en la que se expendía el agua de dicha fuente, al final de la calle de las Navas de Tolosa. En el buen tiempo era frecuente ver a los agüistas de intramuros pasear por el Bosquecillo, mientras de vez en cuando se acercaban a la caseta para ingerir la dosis prescrita de tan repugnante agua.
Es la fuente del Batueco un alivio en muchos males;
¿si quitará la epidemia de los falsos medios reales?

FUENTE DE SANTA ENGRACIA
Estaba situada hasta la década pasada frente al puente del mismo nombre, en la calle de don Joaquín Beunza de la Rochapea. Disponía de tres caños, de los cuales brotaba abundante agua en todas las épocas del año. Constaba también de un abrevadero, al que acudían a beber las incontables caballerías y vacas que antiguamente existían en la Rochapea. La calidad de sus aguas gozaba de tal fama, que los vecinos pudientes de Pamplona se hacían traer éstas por medio de aguadores desde tan distante paraje.
La fuente de Santa Engracia alivia a los labradores en el tiempo de la siega sus fatigas y sudores.

FUENTE DE SAN JORGE
Situada en el prado del mismo nombre, en el llamado barrio de la Estación, cerca de la orilla derecha del río Arga. En 1597, esta fuente se encontraba en estado ruinoso, por lo cual fue preciso restaurar dos gradas de la escalera de piedra; asentar dos pilas, una grande y otra pequeña; hacer «cinco brazadas de pared de mampostería» y cambiar una pila nueva de piedra (Arch. Mun. Libranzas, leg. 1596-97, carp. 14, n.° 95 y 99 ). Tres años más tarde, e indudablemente por lo inhóspito del lugar, fue preciso repararla nuevamente (Ibidem leg. 1599-1600, carp. 2, n.° 91).
En la fuente de San Jorge se reúnen a bailar
 las niñas con sus galanes la mañana de San Juan.

FUENTE DE LA BIURDANA
Situada en el término del mismo nombre. Fuente de poca importancia pero en 1654 pensó el Ayuntamiento traer sus aguas hacia Pamplona, no sabemos a dónde, pero sí, que el fontanero Francisco de Villanueva estuvo varios días «ajustando y midiendo la distancia que había» (Arch. Mun. Propios. leg. A, libro de 1653-54, fol. 70). Parece ser que todo quedó en caldo de borrajas y el manantial de la Biurdana quedó junto al río.
En la fuente del molino nombrado de la Biurdana 
la jota del molinero suele cantarla una rana.

FUENTE DEL ITALIANO
Esta fuentecilla está situada en el término de Mal Paso, en un terreno enclavado en el ángulo formado por las carreteras de Mutilva Baja y Soto Sadar. Esta finca es propiedad del Ayuntamiento que la adquirió por permuta hecha con don Tomás Ciganda, siendo con anterioridad propiedad de don Serapio Aranguren, vecino de Lezcairu. En ella existe una pequeña chopera. (Arch. Mun. Patrimonio, Leg. 1.°, exp. n.° 3 de 1941 ).

FUENTE DEL CANAL
fuente del Canal, años 1897-1899. Julio Altadill
Su nombre procede del «canal», nombre dado por los aldeanos al paso existente entre los montes de San Cristobal y Ezcaba. Sus aguas son frescas y abundantes. Antiguamente era visitada por los paseantes que desde la capital se decidían a efectuar tan largo recorrido. Hoy es mucho más frecuentada por los vecinos de la Chantrea y por los montañeros de «medio fondo» que coronan, en las plácidas mañanas de los días festivos, las alturas cercanas. Surte de agua al polvorín.
En la fuente del Canal, debajo del Polvorín, 
hay un rico manantial que de fresco hace tilín.
Sobre esta fuente se decía en el siglo pasado:
«Agua fresca del Canal, y era vino en el portal».
Gracias a Benito Iribertegui, hemos podido hallar el origen de este dicho. Antiguamente, había un aguador, apellidado Mori, que traía agua de la fuente del Canal para vender a familias acomodadas, pero por un ingenioso sistema de barriles de doble depósito, entraba en la ciudad, junto con el agua, vino de matute. Al pasar por el Portal de Francia, invitaba al portalero a un trago de fresca agua, hasta que un día al recaudador de arbitrios le apeteció (por influencia de una denuncia) «agua» de la oculta espita del otro lado del barril... y se acabó el contrabando.

FUENTE DE SAN PEDRO
Puente de San Pedro. 1905. Eusebio Rubio
Ha subsistido hasta la construcción de las actuales casas del Ayuntamiento en el barrio del mismo nombre. Su caudal era tan abundante que con él se surtía de agua el viejo lavadero que vimos desaparecer al edificarse la mencionada barriada.
Cerca San Pedro de Ribas encontrarás una fuente;
surte de agua a un lavadero y no la niega a la gente.

FUENTE DE LA ROCHAPEA
Existe en la actualidad reformada, y consta de un caño y de un abrevadero. Está situada en la plaza llamada del cuartel de la Guardia Civil, antiguamente plazuela del Arriasco, junto al puente de la Rochapea.

MANANTIAL DEL CERRADO
Situado en el barrio de la Magdalena, junto a la carretera de 'Burlada. Hoy existe con un abrevadero. El ya citado Perico de Alejandría decía de esta fuente:
El manantial del Cerrado surte de agua al arrabal;
la cogen las hortelanas con mucha sandunga y sal.
Todas las fuentes que hemos descrito, a excepción de la del Batueco, eran fuentes públicas. Las siguentes eran, y son en la actualidad, de dominio particular.

FUENTE DE LOS CAPUCHINOS
Situada en la huerta del convento. La musa pobre de Perico Alejandría dijo de ella:
También en los Capuchinos hay una agua bendecida;
como te den un traguito, no te mueres en tu vida.

FUENTE DE LA "CASA BLANCA"
Manantial existente en la finca llamada antiguamente de Lagarde, la cual está situada entre los conventos de Capuchinos y de las Esclavas del Sagrado Corazón.
Esta finca, rodeada de un alto muro de mampostería, pertenece en la actualidad al mencionado convento de las Esclavas, y en su recinto existen dos vetustas edificaciones, denominadas «Casa Colorada» y «Casa Blanca». La identificación de estas dos casas ha dado lugar a muchas confusiones, por lo que, asesorados por el teniente coronel Solchaga, hijo de los antiguos propietarios de la finca y de las casas, podemos concretar con certeza lo siguiente: La «Casa Blanca», como puede apreciarse en la fotografía que publicamos, es la vieja casona cuya fachada mira al convento de los Capuchinos. Su estado actual es ruinoso, pero su interior conserva todavía reminiscencias del confort y decoración de una hermosa casa de recreo. 
La «Casa Colorada» fue llamada así, no por el color de sus tejas, sino por el de sus paredes, hoy enmascaradas con pintura blanca (en su fachada posterior pueden apreciarse todavía restos de la primitiva pintura roja). En dicha casa y durante los años de la Francesada, los invasores tenían un destacamento, el cual en 1812 fue atacado por los bravos navarros de la partida de Espoz y Mina. Los miqueletes —españoles renegados al servicio del invasor—, que prestaban servicio en la «Casa Colorada», fueron derrotados en la escaramuza, hecho que inspiró la jota, según dicen, la primera que se cantó popularmente en Navarra, que dice:
Salieron los miqueletes de la Casa Colorada y les hicieron volver a bayoneta calada.
En dicha casa y en el año 1813 estaba el puesto de mando de las tropas españolas que bloqueaban a la guarnición francesa de Pamplona. 
Volviendo a nuestra fuente, podemos afirmar que sus aguas son de calidad y que su gran caudal apenas disminuye durante el estío, como nos lo han asegurado las actuales propietarias de la finca.
Si entras en la casablanca (con permiso de su dueño)
al susurro de sus fuentes puedes conciliar el sueño.

Acueducto Noáin Aguas de Subiza. Al fondo, Sierra de Alaiz
ALCANTARILLADO Y TRAÍDA DE AGUAS DE SUBIZA
En el siglo XVIII es cuando Pamplona realiza dos ingentes obras de ingeniería que pueden considerarse como el primer paso para convertir la pueblerina capital del antiguo Reino de Navarra en una ciudad. El alcantarillado —las minetas, como decimos los de casa—, «alabado por naturales y extranjeros», como decían en aquella época, fue concluido en 1773, y al año siguiente se comienzan las gestiones para la construcción de la traída de aguas del lugar de Subiza a las fuentes públicas de la Ciudad.
No vamos a entrar en detalles de ambas realizaciones, ya que han sido estudiadas magistralmente por Pedro García Merino en la revista «Pregón». Las obras de la conducción de aguas se empezaron en 1783 y se concluyeron en 1790.
De Subiza viene el agua que se consume en Pamplona
y en la cárcel se relame quien la enturbia o desmorona.
El acueducto en Noáin compone tan gran papel,
que es el único auxiliar que mantiene su nivel.
Sus majestuosas arcadas las contemplo muchas horas
y siento los tristes ecos de activas locomotoras.
El depósito del agua . te llamará la atención;
habla, chilla, bulle y canta, viva la distribución.
En 1788 vino a Pamplona el gran pintor madrileño don Luis Paret y Alcázar, el cual, por encargo del Ayuntamiento, dibujó los bocetos para las siguientes fuentes monumentales:

FUENTE DE LA BENEFICENCIA O DE LA ABUNDANCIA
Esta fuente, la más hermosa de todas, se instaló en el centro de la Plaza del Castillo hasta 1910, en que fue demolida, colocándose en su lugar el quiosco de la música que desde 1900 estaba en un lateral de la plaza, frente al Café Iruña. Esta fuente estaba coronada por la estatua alegórica de la Beneficencia, que desde principios del siglo XX fue llamada la «Mari-Blanca», nombre dado y popularizado por «Garcilaso», director de «Diario de Navarra». 
Al desaparecer la fuente, la estatua fue desmontada y colocada, en 1913, sobre un vulgar pedestal de piedra, en la plaza de San Francisco, hasta que en 1927 se trasladó a los jardines de la Taconcra, donde hoy humildemente reposa sobre ruin peana.
En la Plaza del Castillo la preside la abundancia;
y a su torno se reúnen cien pelonas de elegancia.

FUENTE DE NEPTUNO NIÑO
Proyectada para ser construida en la Taconera, se instaló en la Plaza del Consejo, en cuyo centro continúa.
La Plazuela del Consejo tiene en su fuente a Neptuno;
no puede ver a las niñas que charlan con algún tuno.

FUENTE DE SANTA CECILIA
En el boceto de Paret, existente en el Archivo Municipal, se puede leer que fue diseñada para instalarla en la plaza de Zugarrondo. Efectivamente fue construida frente a la basílica de Santa Cecilia, junto a la fuente vieja del mismo nombre, hasta 1854 en que, como hemos indicado anteriormente, fue suprimida la antigua. En julio del año de 1913, es trasladada a su actual emplazamiento en la calle de la Navarrería.
La fuente Santa Cecilia es la fuente del comercio;
no verás muchas pelonas si domina el aire cierzo.

FUENTE PARA LA PLAZA DEL CONSEJO
Esta fue sin duda alguna la más sencilla y la de menor valor artístico de las diseñadas por Paret. Y, aunque se ha dicho lo contrario, llegó a ser construida, por lo menos en su parte superior, la cual puede verse hoy en el jardín del palacio de los Condes de Guenduláin. (Ya hemos dicho que la fuente qué hoy adorna la Plaza del Consejo es la que Paret dibujó para ser instalada en los jardines de la Taconera).

FUENTE DE LA PLAZA DE LAS RECOLETAS
Proyectada para la plaza de la Fruta (hoy Consistorial), se construyó en el ángulo sudoeste de la plaza de las Recoletas. En octubre del año 1884 fue trasladada al centro de la plaza, donde continúa con aire de monumento funerario.
La fuente de San Lorenzo tiene en su cima un florero;
si en Mayo no tiene flores, menos las tendrá en Enero.
OTRAS FUENTES
Además de estas fuentes monumentales, existían diseminadas por aquel Pamplona del siglo XIX, la friolera de 16 fuentes públicas, entré las que recordamos: las de las plazas de San José, San Francisco y San Nicolás; las de las calles de Cuesta del Palacio, San Ignacio, Tecenderías, Ciudadela, San Agustín, Compañía y la Merced; las había también con su correspondiente abrevadero, como las de Santo Andía, Santo Domingo, Tejería, Portal de Francia...
Y la inolvidable «asca de caballería» en la plaza del Vínculo, lugar en donde los mocetes de mí tiempo, después de un partido de fútbol en la Vuelta del Castillo, acudíamos a limpiarnos los embarrados zapatos o a lavarnos la boca para eliminar el olor a nicotina que nos dejaban los primeros pitillos fumados a escondidas en las murallas. Había, también, algunas bombas que suministraban agua de pozos, para lo cual disponían de unas largas palancas, bruñidas por el uso, como eran la situada en la calle de la Zapatería, frente al número 23, y la de la calle de San Ignacio, que estaba a la altura del número 4 de la actual avenida del mismo nombre.
La calle San Agustín tiene la fuente de amores;
la beben las tejedoras y también los tejedores.
En la calle Compañía tiene su fuente la tropa;
con ella guisan garbanzos para hacer la rica sopa.
La calle de la Merced tiene fresco manantial
donde beben los soldados y el caballero oficial.
La fuente de la Plazuela llamada San Nicolás
suele templar los zacurdis de aquellos que beben más.
En la calle San Ignacio beben agua los fajeros;
cuando prueban de aquel caldo no tendrán muchos dineros.
De frente y abrevadero notables en cantidad
goza la caballería la pulcra comodidad.
La Plazuela San Francisco con su fresca dotación
le despeja la memoria al que está en la corrección.
Gracias a todas estas fuentes, nuestra Ciudad tuvo resuelto ampliamente el problema del suministro del agua durante el siglo último, hasta el día 14 de septiembre de 1874, en que los carlistas inician el bloqueo de la Plaza y cortan la conducción del agua de Subiza. Ante esta eventualidad el Ayuntamiento manda rápidamente colocar en la orilla del Arga una bomba con filtro.

LA CIUDAD APROVECHA EL. AGUA DE UN MANANTIAL EXISTENTE EN EL LECHO DEL RIO
El primero de octubre de 1874 (en pleno cerco carlista, que había cortado el suministro de agua de Subiza), Salvador Pinaqui descubre en la cascajera existente debajo de la presa del Molino de Caparroso (en el cual tenía establecida una fábrica-fundición de maquinaria agrícola) un manantial de agua de mejor calidad que la de Subiza (así dictaminaron los técnicos). Ante este hallazgo, el Ayuntamiento pone los medios económicos necesarios y Pinaqui su ingenio y habilidad para montar una potente bomba hidráulica accionada por la turbina de su fábrica, mientras se instala una nueva conducción desde la orilla del río hasta el depósito de aguas de Subiza, que estaba situado en la calle de San Ignacio, junto a la basílica del' mismo nombre. Para primeros de noviembre se concluyen las obras, y el día 6 del mismo mes se procede a la inauguración de la subida de agua en la fuente de la plaza de la República (téngase en cuenta que estamos en los tiempos de la primera República española). Para este acto la plaza fue engalanada con gallardetes y guirnaldas; salieron los gigantes y las músicas, y la fiesta resultó un gran acontecimiento local.

AGUAS DE ARTETA
Después de la guerra carlista el número de habitantes de Pamplona aumenta en una cifra extraordinaria (para aquella época se entiende), si tenemos en cuenta que en 1871 la Ciudad tenía 24.600 habitantes que aumentaron a 30.948 en el año 1888. Este incremento creó un nuevo problema de suministro al Ayuntamiento que comenzó a estudiar nuevos manantiales accesibles, hasta que, por. fin en 1886 el arquitecto municipal don Blas Iranzo entregó a la Corporación el proyecto de la traída de aguas desde el manantial de Arteta. 
Durante siete años durmió el proyecto en los estantes municipales hasta que, gracias al alcalde don Teófano Cortés, el día 13 de junio de 1893 se crea la sociedad «Conducción de Aguas de Arteta», a la que se adjudicó la ejecución del proyecto y la explotación de las obras y de la central eléctrica que se instaló en el salto de agua del manantial. Si la adjudicación a una sociedad particular fue un error, el Ayuntamiento lo subsanó el 18 de julio de 1940 al municipalizar 'el suministro de aguas de Arteta. 
La dirección de las citadas obras estuvo a cargo del ingeniero navarro don Ramón Aguinaga y Arrechea, natural de Lesaca. Las obras fueron realizadas en el tiempo récord, ¡de menos de dos años! 
El día 6 de julio de 1895, a las siete menos un minuto, después 'de asistir las autoridades a las Vísperas en San Lorenzo, tuvo lugar Ja inauguración de esta traída de aguas a la Ciudad, celebrándose la .ceremonia en el estanque existente al final del paseo de Valencia, frente a la Audiencia (que entonces estaba en construcción). Ni que decir tiene que tomaron parte en el festejo los gigantes, dulzainas y la banda de música del regimiento de Cantabria.. Al brotar el agua la. Multitud prorrumpió en atronadores gritos de alegría, mientras el señor Obispo bendecía el agua del estanque y el alcalde don Fernando Gorosábel inauguraba oficialmente la nueva traída de aguas.

NOTAS
1. Puente de piedra en el portal de la Zapatería. El 6 de septiembre de 1563, se paga al cantero Martín de Elcarte, 1.003 libras "...por la puente de piedra que ha hecho en el foso donde la puente de la Zapatería, para pasar por ella lt fuente que la ciudad mete dentro de ella, la cual dicha puente ha sido tasada y estimada... etc., etc.". (Arch. Mun. Propios leg. 1.0, libro de 1563-64, fol. 107 y ).

(1) "A Juan de ArreChea, 467 reales que ha importado el gasto (ke vompoiwr la fuente de San Antón y limpiar aquadutos y arcaduces de predra que ha puesto y unas losas en el pretil que corre por el foso de las murallas por (lo►& va el agua". (Arch. Mun. Propios, Leg. 16. Libro 1686-87, part. 17).

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