Merca-Iruña Jesús Alcocer Jiménez (1984). Sin comentarios |
Resulta inquietante esa especie de preocupación obsesiva de algunos que, no sólo parecen decididos a elaborar el relato de los años de plomo a su medida, sino, sobre todo, su aparente necesidad de seguir manoseando a las víctimas. Busquen que no se les siga ofendiendo, que se les compense en cuanto se pueda y déjenlas en paz.
Presentación de Gogoan en Pamplona |
Goizueta, Francisco Ruiz |
Y ese recelo toma cuerpo cuando, como muestra de elaboración del relato, Joseba Eceolaza, miembro de la asociación, cuenta (D. de Navarra: 11.03.19) varias escenas de crueldad ejercida sobre las familias de cinco asesinados y lo hace de tal forma que, siendo cuatro de ellos víctimas de ETA y el quinto un etarra, al ser mezclado éste entre los otros, todos al fin resultan iguales. Y eso, pese a la diferencia nítida poco antes observada.
[Aunque el tema es la valoración de la Transición, sí sirve para mostrar a las claras que Joseba Eceolaza no es trigo limpio. Repito dos veces su última frase, digna de figurar en una Antología del Disparate:
]
También habla de “generar espacios de empatía entre víctimas” y de que las víctimas de uno y otro lado “no se compensan, en todo caso se suman”. Y me pregunto yo por qué haya que generar espacios de empatía entre víctimas, ni qué tengan que ver unas con otras. ¿Se imagina alguien a supervivientes de Auschwitz empatizando con familiares de los SS ejecutados en Nuremberg? ¿Y qué es eso de sumar? Porque, puestos a hacerlo, quizá algunos deberían sumar mejor sus siniestros con los de los accidentes laborales, ya que nada tienen que ver los integrantes de un sindicato del crimen, que tenían que haber previsto en su póliza de seguros algunos riesgos evidentes, con tanta gente que simplemente hacía su vida y se la destrozaron o se la segaron.
Pincha y estremécete |
Por eso, ante semejante horror, una sociedad sana tiene que reaccionar y hacerlo con todas sus fuerzas y todos sus medios. Una sociedad sana se constituye en un Estado, único detentador legítimo del derecho a utilizar la violencia, y se dota de leyes y de instituciones, entre las que se cuentan -para poder defenderse y como no puede ser de otra manera- una policía y unos cuerpos de seguridad que actúan en su nombre. Y, claro, defender a la sociedad de una partida de pistoleros no es lo mismo que cultivar flores en el jardín y supone tener que introducirse en sus inframundos, requerir información, investigar, perseguir, detener o neutralizar. Y todo eso, enfrentándose a ellos, arriesgando a menudo la vida y perdiéndola muchas, demasiadas veces.
Y en esa labor, imprescindible para garantizar la normalidad de la vida ciudadana, es seguro que se cometieron errores y excesos. ¿Es que alguien podría creer que en un trabajo así, tan duro y tan complejo, en el que intervino tanta gente y durante tantos años, no fuese a haber desvíos y abusos?
Desgraciadamente los hubo. Pero con una diferencia absoluta y radical: la acción criminal de ETA constituyó su propia razón de ser y la base de su programa de actuación y se debió a la decisión fría, pero sobre todo gratuita, que un día adoptó la alegre y combativa muchachada, auto-declarada dueña de vidas y haciendas. Los abusos, los fallos y los atropellos ocasionados por el Estado o por sus funcionarios, fueron eso, fallos y abusos, dentro de la obligada respuesta de la sociedad a la agresión recibida; siempre contestación, incluso al desbordar la ley, nunca un programa. Así que para nada procede dibujar paralelismos, ni comparaciones. Ni mezclar a los que voluntariamente ficharon por una banda de gánsteres con la gente que tuvo la desgracia de cruzarse en su camino.
Ignacio Janín Orradre |
Resulta inquietante esa especie de preocupación obsesiva de algunos que, aun con el fondo de un mensaje tan esperanzador como el de la presentación de Gogoan, no sólo parecen decididos, tras haber hecho todo lo posible para cambiarnos la historia, a elaborar el relato de los años de plomo a su medida, sino, sobre todo, su aparente necesidad de seguir manoseando a las víctimas. Busquen que no se les siga ofendiendo, que se les compense en cuanto se pueda y déjenlas en paz. Por favor.
Ignacio Janín Orradre Licenciado en Derecho
No hay comentarios:
Publicar un comentario