No conozco más que a Chacho, con quien contacté hace un
mes, con motivo del Himno de Los Iruñshemes. Detecté inmediatamente que estaba
ante ese "especimen pampilonensis" que llamamos casta. Pero -por lo que he leído en DN- mucho me temo que el resto de la cuadrilla no se le queda atrás: unas personas que viven con intensidad su Pamplona y que son capaces de inventar una tradición entrañable -que dura casi cinco décadas- con cualquier excusa (por ejemplo, unas botellas de cava). Lo importante es sacarle todo el jugo a la vida y festejar la amistad.
Una cuadrilla de amigos de
Pamplona sube cada 6 de enero desde hace casi 50 años a las peñas de Anchóriz.
Entierran allí unas botellas de cava, al año siguiente las recogen para
beberlas ese día y dejan otras
Dsd izda, Félix Auzmendi, Carmelo Zabalza, Jesús Olza (+), Óscar Riza, Juanjo Zubillaga, Juanjo Yoldi y Esteban Vaquero. La imagen captada por José Javier de la Era, es de 1978. |
Su vida (y subida), el monte
PILAR FDEZ. LARREA Pamplona
“Vamos a ir a Anchóriz a ver
qué nos han dejado los Reyes”, bromeó la cuadrilla del Casco Viejo de Pamplona.
Y aquella mañana del 6 de enero de hace 45 años largos subieron a las peñas. No
hubo demasiado que contar, pero ellos llevaron unas botellas de champán y las
enterraron en un rincón. ¿Por qué?, como aliciente para regresar, repasan ahora.
La historia se ha repetido desde entonces. Sin interrupción. El viernes
volvieron y, como una liturgia, recogieron el cava y dejaron otra remesa para
2018. Una historia bien curiosa, lazos de amistad en altura, que estos amigos
han logrado mantener y en la que han implicado también a sus parejas.
José Javier de la Era, ‘Chacho’,
fue uno de los pioneros. Hace memoria en el local de Los Iruñshemes de la calle
Jarauta, con su mujer, Conchi Múgica y otra pareja fija el 6 de enero, Oscar
Riza y Ana del Pozo. Juntos ríen y rescatan fotografías.
“No sabemos exactamente
en qué año empezamos. Debió de ser entre 1968 y 1970, aunque las primeras imágenes
que tenemos son de 1977”, apunta De la Era. En aquellos años iban en villavesa
hasta Villava y, desde allí, caminaban por la Trinidad de Arre, Miravalles en
Huarte, a Zabaldika y Anchóriz (550 metros), donde inician la ascensión. “Como
el Camino de Santiago, pero al revés”, ilustran.
Las peñas, un balcón al
Pirineo, están a 866 metros, ellos se quedan en la base, es un trayecto de unos
tres cuartos de hora, pero salvan un desnivel respetable y hay alguna zona
escarpada que les ha dado algún susto. “Ha habido en este tiempo una rotura de
muñeca y un esguince, pero nada grave”, tranquilizan.
Lo de las botellas ha
sido un gancho..., también el almuerzo, que luego pasó a ser comida. Ahora se
reúnen en Los Iruñshemes de Jarauta y el menú no es nada frugal: ensalada -para la
conciencia-, alubias, con todos los sacramentos, y rosco de Reyes con el champán
del año anterior.
No comparten que el cava pueda perder cualidades o carácter con el tiempo; más bien, al contrario, son escépticos. “Está buenísimo”, subrayan. “Y fresquito, allí mismo bebemos una botella”, añaden por si había dudas.
Lo
guardan en un rincón sombrío, “donde no da el sol”. Y nunca les ha faltado. “Sabemos
que algún año vinieron a buscarlas, pero qué va, no hay cuidado”, asegura Oscar
Riza. “Ni siquiera todos los de la cuadrilla sabemos dónde están, solo unos
pocos”, interviene Conchi.... Sonríen la ocurrencia y, sobre todo, poder
volver.
“Dos han fallecido, Jesús Olza y Luis Lima”, recuerdan. La familia del
segundo, que precisamente había nacido un 6 de enero, llevó sus cenizas a Anchóriz. Fue aquella una subida bien especial. Otro amigo convalece en el
hospital. Pero también para esos casos tienen alternativa. “Cada uno llevamos una
botella, y si alguien no puede ir, nos da una y la subimos de su parte”, cuenta
Óscar.
Nieve, sol y lluvia
Que no hay inviernos como antes, lo saben. Pero sólo en una
ocasión suspendieron la ruta. La nieve les llegaba por encima de la rodilla y
decidieron regresar. “Ha habido de todo, pero más, lluvia. Y días de sol”. Como
en 2017.
Este año Óscar ha
preparado unas cuerdas para facilitar el descenso en las zonas más complicadas.
Dice en todo caso que se trata de una ruta sencilla, incluso con niños; cerca de
Pamplona, una excursión de una mañana. De hecho, sus hijos han subido varias
veces, y ahora hay algunos nietos que también se suman. Anchóriz es un monte
amigo para ellos; suben varias veces al año. Por eso les llamaron cuando hubo
que buscar a un montañero perdido. Aquella historia, lástima, no acabó bien.
1 comentario:
Omg! Yo tengo tantos gratos recuerdos de Pamplona. Los de Bronce, los Juanjos, Pinocho, Felix y tantos mas!
Y Vaquero seria el que se vistió de sacerdote y daba la bendicion en la plaza? Vaquero era un niño en ese entonces. Mi amiga y yo eramos "las cubanitas" de Miami. Y las flias de los muchachos nos acogieron con tanto cariño, como si fueramos Pamplonicas! Fuerte abrazo a Pamplona y su maravillosa gente. Teresita
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