Este próximo martes, día 9, y en
Berriozar, estamos invitados al 16º Aniversario del asesinato -a manos de ETA-
de Francisco Casanova. Fue también un martes, 9 de Agosto, de un año no tan
lejano como algunos quisieran: el año 2000.
Paco pertenecía al grupo de jotas Ecos
de Navarra, de Berriozar, del que fue fundador y en el que tocaba la guitarra y
hacía, a veces, de solista, como en esta jota, titulada "Una guitarra de
plata", y que dice así:
Por la calle abajo pasa una guitarra de plata;
y la prima va diciendo: "esa morena me mata"
Desde 2001 se celebra en Berriozar el Encuentro de Jotas Francisco Casanova en memoria del subteniente asesinado. Además, y desde 2003, la escuela de música de Berriozar lleva el nombre del militar asesinado.
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Aunque, quizás, no fuera esa la intención de Víctor Manuel, este artículo suyo viene que ni hecho de encargo para el homenaje que le haremos este martes, 9 de agosto.¡Paco, allí estaremos!
No todas las víctimas son iguales
VM Arbeloa |
No hablo de la desigual dignidad de las
personas, ni quiero comparar la maldad de los crímenes. No se trata de eso.
Quiero salir al paso -y así contesto a varios lectores de mi último artículo
“Las sinrazones del relato etarra, y las víctimas”- de ese protervo estribillo,
tan sostenido, de que “todas las víctimas son iguales”. Con él, revolviendo
unas con otras, aunque sean de siglos distintos y de muy diferentes
circunstancias, quieren algunos olvidar o, al menos, quitar hierro -y plomo- al
horror y terror de ETA, y seguir escribiendo así, sin ese inicuo
condicionamiento, un cómodo y apologético relato nacionalista-independentista
vasco.
Y es que la violencia y el terror de los
crímenes etarras son elementos estructurales de un proyecto político
-“político” no es aquí, contra lo que suele decirse, eximente sino agravante-,
que niega radicalmente el Estado de derecho autonómico español y busca por
todos los medios la separación e independencia del País Vasco. Las víctimas de
ETA son víctimas de su proyecto político totalitario, no sólo de unos matones
sin alma. Y mientras ese proyecto político sea el eje de la política en Euskadi
y en Navarra, sus víctimas no podrán, no deberán dejar ni su duelo público ni
su resistencia pública. No deberán tampoco dejarse engatusar con fáciles
homenajes oficiales, presencia de autoridades, bicocas económicas o
moralizantes, comisiones de “paz”, y hasta banales peticiones de perdón: todo
será una trivialidad repugnante sin un serio cambio político, que haga
imposible la repetición del horror y terror políticos, nacidos de la misma
política nacionalista-independentista vasca.
Y no habrá, por mucha garrulería y
afectación que al discurso político se le eche, en lo que a las víctimas atañe,
ni verdad, ni memoria, dignidad y justicia verdaderas.
VÍCTOR MANUEL ARBELOA
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