sábado, 28 de noviembre de 2020

Ricardo Cantalapiedra, un tío normal

Conocí a Ricardo en el Madrid de 1972-73. Me enganchó desde el primer momento y -parece mentira-,  cincuenta años después, soy capaz de tararear y emocionarme con bastantes de sus canciones, sin haberlas escuchado, casi, desde entonces. Tan es así, que me ha dolido en el alma enterarme de que había muerto hacía tres años, en 2017... "¡La vida, qué perra es..!" 
Y lo que más me impactó en mi estancia madrileña fue la naturalidad con la que transmitía su mensaje, sin ponerse etiquetas de nada. Y menos de héroe, que lo era. 
«Ricardo Cantalapiedra era capaz de de hacerlo todo normal. De pasar del Seminario a Filosofía, de cantar en los coros de Iglesia —suya es la versión libre en castellano de "Blowin in the Wind", titulada "Saber que vendrás" que se cantó en todas las misas modernas— a los mítines del PCE e interpretar aquella historia de la clandestinidad que se llamaba "En casa de la Maruja". 
Porque era normal. Creció en la parroquia, se integró en las Juventudes Cristianas Antifranquistas —de entonces es su famosa frase de «más que Dios, nos unía estar hasta los cojones de Franco»—, de ahí al PCE. De recorrer las parroquias haciendo dúos con gente como Julio Iglesias a conciertos clandestinos en los colegios mayores, donde el primero que hablaba era Marcelino Camacho («ni nos domaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar»).
Marcelino y Josefina
Todo lo hacía normal, sin estridencias. Que en un concierto en Astorga la censura sólo le admitió una de las doce canciones presentadas, pues cantó esa canción durante una hora, unas vez tras otra, pues había sido contratado para una hora. Sólo a él le podía pasar que la Conferencia Episcopal le fuera a publicar un disco y se lo cargue la censura, como ya en 1977 la autoridad gubernativa le prohibiera un concierto en León.
Sólo a él le podía pasar, pues sólo él era capaz de convertirlo en una anécdota para novelas como ‘El libro secreto de los camareros’ o en una canción que cantaría escondido bajo las gafas del gran Ricki Bolero, del gran Ricardo Cantalapiedra». (Fulgencio Fernández. www.lanuevacronica.com - 27/09/2017).

Biografía (SGAE)
Ricardo Cantalapiedra nació en Carrizo de la Ribera, León, en 1944. Estudió el bachillerato en Madrid, y posteriormente, Periodismo y Filosofía y Letras –rama de Historia–. Siendo muy joven, aprendió a tocar la guitarra y empezó a componer sus propias canciones, que solía interpretar en los frecuentes recitales que, a principios de los años setenta, se programaban en las facultades de la Universidad Complutense y en los colegios mayores.
A finales de la década de 1960, colaboró con el grupo Aguaviva.
En 1968 sacó un single precioso, "Baladas para la guerra" en el cual está "Madre", canción que, increíblemente, hoy está desaparecida de los circuitos discográficos, pero no de mi memoria. Y quiero dedicársela a Akaitz Dorronsoro Cataráin, el hijo de Yoyes, la jefa de ETA («No quiero actuar en apoyo de una lucha que ha degenerado en algo terrible, dictatorial y mítico, contrario a mis valores y sentires más profundos y constantes en mi trayectoria»), que renunció al terrorismo (como ahora han tenido que hacer todos los demás) y, por ello, fue asesinada por Kubati, en presencia de su hijo. Cuando creció, a pesar de ser "el hijo de Yoyes",  los batasunos trataron de atraerle a su entorno.
Ese mismo año del 68, conoció a Manolo Díaz, que le produjo, en 1971, un LP, titulado "Once canciones", disco comprometido y contestatario que contenía canciones como "La balada de Juan Español", "Llanto por un poeta", "El hijo golfo" o "Un hombre vulgar".

De "La balada de Juan Español", tampoco he encontrado nada. Pero a mí me suena que podría ser una que me hacía mucha gracia -también de Cantalapiedra- en aquel año 72-73, en Madrid:
Me llamo Juan Pérez Gómez, soltero, sin compromiso; pecador, buena persona, algo loco y muy perdido. De familia muy derecha, aunque yo salí torcido, trotamundos y bohemio, sentimental convencido. No pertenezco a Falange, al Opus Dei ni al Partido. Conozco el hambre de cerca, la incomprensión y el olvido; soy celtíbero de origen, de vocación peregrino. Me llamo Juan Pérez Gómez soltero, sin compromiso; si en algo puedo servirte, aquí tienes un amigo.
Sé que me dejo unas cuantas frases, pero hasta ahí llega mi memoria.
Hoy no la canto pero, en cuanto dé con ella... preparaos (dejo aquí el hueco).

Tras aquella experiencia, Ricardo Cantalapiedra, con el apoyo de Patxi Andión, decidió darle un giro a su actividad creadora, y, en 1973, grabó un LP, de carácter más secular, compuesto básicamente de canciones satíricas, al que llamó "De oca en oca y canto porque me toca" (Philips.)
Dos años más tarde, Ricardo dio un nuevo giro a sus composiciones y grabó un nuevo LP titulado "En casa de la Maruja" (1975); disco mucho más lírico e intimista y último de su discografía.
No puedo evitar recordar -sobre todo para quienes tenéis perro- la Epifanía para Popea, con esos versos preciosos:
Y andará por el cielo, alborotando estrellas
Posteriormente, Ricardo se dedicó a trabajar como periodista en diversos medios de comunicación; destaca su colaboración con el diario "El País" como crítico musical, como reportero enviado a tierras africanas –concretamente a Ruanda– en situación de conflicto, y, muy especialmente, como columnista en el dominical dedicado a Madrid.
De cualquier forma, y a pesar de su retirada como cantante, Cantalapiedra reapareció en cafés y pequeñas salas de conciertos, vestido con su frack, con el pelo engominado y haciéndose llamar Rocky Bolero; apasionado cantante de boleros al que los escenarios siempre le resultaron irremediablemente atractivos.
Ricardo Cantalapiedra, primero como compositor y cantante, y posteriormente como periodista, es autor de varios libros, entre ellos, "Psicoanálisis de la canción de hoy" (1970), "Música pop y juventud" (1973), “El libro secreto de los camareros”, "Bestiario urbano" (1987) o "Madrid. Pasen y vean" (1997).
Sus últimos años los pasó entre atenciones médicas, cuidado y ayudado por el viejo amigo Jorge Lafora. Sus conocidos lo recuerdan como un ejemplo de ser entrañable, a quien siempre se recibía con agrado. Sobre todo, en el viejo Café de Mahón, en la plaza madrileña del Dos de Mayo, donde en los años noventa demostraba su clase en el juego del billar. Como siempre había alguien que le proponía algún tema más de conversación, acabó desarrollando una gran habilidad para desaparecer de los sitios sin que nadie se diera cuenta y sin despedirse.
Ahora lo ha vuelto a hacer (Ricardo falleció el 24 de septiembre de 2017).

Para que veáis lo bonito que escribe el enorme Cantalapiedra. os dejo el enlace a este artículo:

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Emilio Meseguer Enderiz:
Buen trabajo Pachi.
Fue vecino y amigo, primero amigo y luego vecino. Un hombre sano introvertido y ameno.
Cuando comentas en tu artículo que se despedía a la francesa, nadie sabía cuándo se había ido, recuerdo de estar juntos una tarde hablando de mil cosas y por la noche le escucho en directo por radio. El puñetero intimista no me había dicho que le entrevistaban unas horas después.
Una gran persona, más sorda que yo, al final nos gritábamos más que hablarnos.
Decíamos que la culpa la tenían los decibelios de más que habíamos recibido de jóvenes.
Un abrazote, maestro

Anónimo dijo...

No sé que contarte, gratas veladas en el ático bar de un hotel, en avda de América cerca de donde vivía . Hace como unos 10 años estuvo muy fastidiado con la próstata, la sordera le retrajo mucho. Dejó las reuniones, no era muy de redes sociales y solo nos veíamos últimamente en la calle, por casualidad, no quedábamos y enseguida se iba
Muy buena persona, sensata, decente, humilde y abierto en distancias cortas.
Por 2005, montamos, unos amigos, una cena concierto benefico, en un hotel y él fue el número principal. Con el micro delante era otra persona. Sabia ofrecer espectáculo y le gustaban las tablas.
Yo me enteré de su muerte por una amiga común, muchos meses después
Siento no poderte dar alguna anécdota interesante. Cuando le felicitaba por su artículo dominical, te lo intentaba analizar, despiezar, de alguna forma criticar. Es lo que nos suele ocurrir a todos, no hay que pasarse de palabras o te lo cortacensuran. Él intentaba contártelo todo, desde el proceso a la resolucion del artículo. Era gracioso escucharle con vehemencia esas explicaciones cultas y con retranca.
Un abrazo
Emilio Meseguer Enderiz

Anónimo dijo...

muchas gracias por tu recuerdo a Ricardo Cantalapiedra. Yo también disfrutaba con sus canciones. Tenía una voz hermosa y sus canciones unas letras comprometidas.