sábado, 7 de noviembre de 2020

Ramón Bengaray. Osasuna y República

Manuel, al lado de su padre, nació en 1930 (pinchad para ver mejor)

Ramon Bengaray, el artista que antepuso Pamplona a Hollywood
Impresor, cantante en el Orfeón Pamplonés y Los Amigos del Arte, fundador de Osasuna y de Los Iruñshemes, el republicano Ramón Bengaray fue asesinado en el 36. Un libro narra su vida

Si un libro pudiera abrirse como una caja de música, "Ramón Bengaray. Osasuna y República" sonaría a la voz de barítono de Ramón Bengaray, cantando la jota navarra Siempre p’alante, junto al Orfeón Pamplonés, en 1929. 
Esta grabación es uno de los tesoros que la historiadora Esther Aldave Monreal (Pamplona, 1989) ha conocido durante la elaboración de la biografía de este hijo de un sencillo maestro rural que se creó así mismo, convirtiéndose en un activo protagonista de la vida social y cultural de Pamplona “en una época realmente difícil, con las clases sociales muy marcadas”. Un hombre que comenzó repartiendo periódicos a los 13 años; que se formó como tipógrafo -en sus inicios trabajó en Diario de Navarra-; que fue dueño de una imprenta en el Casco Viejo; que había tenido una librería y había sido editor; que fue miembro del Orfeón Pamplonés, miembro y presidente de Los Amigos del Arte y fundador y presidente de la peña Los Iruñshemes; fundador de Osasuna, y presidente del Frente Popular en Navarra, cuyo republicanismo llevó a que fuera detenido en agosto de 1936 y asesinado, sin que sus restos hayan sido todavía encontrados. Ramón Bengaray. Osasuna y República biografía su vida y retrata Pamplona durante las tres primeras décadas del siglo XX.
Boda de Ramón Bengaray Zabalza 
y Ramona Zapatero Zapatel en 1919.
ARCHIVO FAMILIAR
Cuenta Aldave que desgranar la vida de Bengaray contextualizando cómo era la ciudad y qué ocurría entonces en Navarra busca que el libro se proyecte a más gente que lo que suelen los estrictamente de historia, haciendo llegar por qué Pamplona es hoy así, por qué se identifica con cuestiones que damos por sentadas, por qué por ejemplo existe el Orfeón o por qué se crearon las peñas. “Además, contar el pasado más traumático de la ciudad y las vidas de muchas otras personas más o menos ligadas a Ramón que hasta ahora no habían tenido un espacio. Porque la sociedad se fue reponiendo, pero reivindicar a personas como Ramón, prácticamente desconocidas a nivel social, es un ejemplo claro de lo que queda por hacer en este sentido”, indica Aldave que, si bien ha escrito la mayor parte del libro, ha coordinado a un equipo de investigación de seis personas, contando además “con muchísima gente que ha colaborado consultando prensa, mirando bibliografía de manera puntual... profesores de universidad, personal de archivos y bibliotecas...”.
Ramón Bengaray Zabalza nació en 1896 en Garralda, destino de su padre, maestro. Cuando este murió, su viuda y sus hijos -Ramón tenía 4 años- se trasladaron a Pamplona. Era 1900 y la ciudad estaba formada por el hoy Casco Viejo, el pequeño Primer Ensanche y los barrios extramuros de Rochapea y Magdalena.

EN TODAS PARTES
La figura de Bengaray no ha trascendido, “lo que es llamativo”, en palabras de Aldave, porque los testimonios de descendientes de quienes le conocieron cuentan “que en Pamplona estaba en todas partes y que, con independencia del sentir político, era una persona muy querida y admirada en la ciudad, con algo más de 40.000 habitantes en los años treinta, al encontrarlo en el ámbito político, musical, cultural, futbolístico...”.
Aldave, doctora por la UPNA con la tesis Violencia y sociedad en Pamplona (1876-1936), y su equipo se han apoyado en la pequeña biografía que escribieron a comienzos de 2000 el hijo pequeño de Ramón, Manuel -ya fallecido-, y una nieta, Maite, sobrina del anterior. “Ese trabajo de vaciar información nos allanó el terreno. Pero una biografía así puede resultar complicada cuando la información está tan dispersa”, explica ella, en el sentido de que había “muchísima prensa” y se han ayudado de hemeroteca y documentación del Archivo General de Navarra para conocer la realidad de las asociaciones; de documentación y fotografías facilitadas por la familia; de bibliografía sobre Ramón; de las fichas de Jimeno Jurío sobre la represión; del Fondo Documental de la Memoria Histórica en Navarra donde trabaja Aldave...
DN 17.04.19 Garralda celebró un acto de memoria
como “reconocimiento de todas las víctimas de
la guerra civil que son hijos de este pueblo”. 
Uno fue asesinado y 9 murieron en el frente
Bengaray se involucró en asociaciones culturales con “una visión democrática de la Cultura”. “A las músicas de corte más clásico, como orquestas sinfónicas, coros u orfeones, se les achaca una parte elitista, y aquí se ve cómo aquella gente intentaba llegar a todo el mundo, con precios populares o con iniciativas sociales en favor de quien vivía en situación precaria”. Los Amigos del Arte destacaron por “hacer llegar la música culta y trabajar los registros populares, la jota, la copla... música más familiar para la gente”. “Se aprecia muy bien cuando sus miembros actuaban en la cárcel, en la Misericordia, en fiestas populares como San Juan o Sanfermines o en el Teatro Gayarre o el Olimpia, donde reservaban espacios para butacas más baratas”. Ese espíritu democrático se reflejaba “en todas esas asociaciones”, con repertorios en un mismo concierto de obras clásicas, jotas, folclore gallego, canciones en euskera... valorándose esta heterogeneidad para atraer a todo tipo de público.

Nota de Desolvidar:
El hecho de que Ramón Bengaray, republicano de izquierdas, fuese -además de solista del Orfeón- cantador de jotas muy celebrado, terminando casi todos sus actos políticos con la interpretación de jotas navarras cantadas por él mismo, nos confirma en la convicción de que la jota nunca debe identificarse con una ideología, sino que está por encima de ellas. El ejemplo de Bengaray nos ayuda a romper el tópico de la jota como algo confesional y, si no franquista, sí al menos de derechas. La jota navarra es un cauce de expresión de sentimientos plural y ancho, en el que caben y confluyen cuantos sepan sentir y transmitir las vivencias de nuestra tierra y nuestras gentes.
Por otra parte, Elena Leache, estudiosa del folclore navarro, nos garantiza que las imágenes del solista del vídeo histórico (de 1927) del Orfeón Pamplonés que propuse en su día para su identificación corresponden -como sospechábamos- con Ramón Bengaray, y así ha quedado reflejado en el vídeo y el propio título de esta entrada.

En aquellos años en los que al fútbol no se le había dado aún el espacio de hoy, el Orfeón Pamplonés -con el que Bengaray estuvo siempre vinculado y en el que cantó como bajo y barítono, siendo también solista- se convirtió en el mejor representante de toda una comunidad. “Antes del fútbol, teníamos a la música y a los exponentes de la música llevando fuera la fama de la ciudad, de la tierra”, reflexiona Aldave.
Fue un momento en que a las organizaciones culturales y asociaciones como las peñas no solo preocupaba celebrar actos relacionados con festividades. “Existía un gran espíritu de solidaridad entre sus miembros, con un sistema de donativos para ayudar a personas en situación precaria, con peñas que contaban con biblioteca donde consultaban la prensa y debatían...”.
Con la proclamación de la II República, los partidos de la rama republicana conformaban un amplio abanico. Bengaray, “amigo y compañero de gente de la Pamplona izquierdista y conservadora”, perteneció a Acción Republicana, el partido de Manuel Azaña; fue dirigente de Izquierda Republicana, y después, presidente del Frente Popular en Navarra, con republicanos, socialistas, comunistas... Ocupaba este cargo cuando fue detenido en agosto de 1936.
Para entonces llevaba casi 25 años casado con la riojana Ramona Zapatero Zapatel, con la que tenía cinco hijos entre los 6 y los 16 años. Hasta ser arrestado, Bengaray estuvo escondido. “Pero no tenemos certezas de qué pasó durante ese mes que estuvo escondido ni cómo pudo ser la detención. Sabemos que alguien le escondió, pero no tenemos el nombre de esa familia”. Tampoco en cuál de los emplazamientos de Navarra donde se producían los fusilamientos fue asesinado.
Esther Aldave Monreal, con el libro
sobre Bengaray. CALLEJA
El último capítulo del libro está dedicado a Ramona. “Tenía mucho interés en darle espacio para reivindicar a las mujeres en esta época”, explica Aldave. Tras el asesinato de Bengaray, la familia se trasladó a la parte republicana, cruzó después la frontera, pasó cuatro meses en un campo de refugiados de Francia, regresó a Pamplona y recuperó la imprenta confiscada de Bengaray. “Pero esta no funcionó, y Ramona comprobó que la ciudad en la que habían vivido tranquilamente durante tantos años no les miraba igual, no les aceptaba”. Para sobrevivir y comenzar de nuevo, se exilió y cruzó el Océano con sus hijos.
Ramona y su nieta Maite se reencontraron en Pamplona en 1962. La adolescente supo entonces que, como Ramón “era un gran cantante”, algunos artistas llegados de Hollywood “quisieron llevárselo para que iniciase una carrera en el cine”. Él prefirió quedarse. “Era su casa, era su gente y era el lugar donde tenía que pelear y luchar por una sociedad más justa y plural”.
Ochenta y cuatro años después de su muerte, la historia de Bengaray no se ha cerrado.

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