martes, 25 de febrero de 2020

Sostener la mirada a las víctimas

Todo un ejemplo: Leticia, hija de Bonifacio Martín, asesinado por ETA en Sangüesa
Leticia Martín es hija de Bonifacio, agente de la Policía Nacional, como Julián Embid, quienes resultaron muertos en Sangüesa por la explosión de una bomba adosada a los bajos de su Citroën ZX el 30 de mayo de 2003. Son dos de los 326 crímenes de la banda terrorista ETA que aún no han sido esclarecidos.
A la izquierda, Ana Ortigosa, viuda de Julián Embid,
junto a Mari Carmen Pérez,viuda de Bonifacio Martín ,
 en el lugar donde sus maridos fueron asesinados por ETA.
Recuerdo perfectamente el pleno de constitución del Ayuntamiento de Sangüesa, celebrado el sábado 14 de junio -15 días después del atentado- en la Casa de Cultura. Tras el nombramiento del alcalde, a propuesta de un miembro de Libertad Ya que estaba entre el público, buena parte de los asistentes, entre ellos los miembros de la nueva Corporación, incluido el representante de HE (izquierda abertzale) Sergio Almárcegui, acudieron a la plaza de Santo Domingo en la que ETA asesinó el 30 de mayo a dos policías nacionales e hirió a otro agente y a un vecino de Sangüesa. Vecinos y Corporación guardaron un minuto de silencio ante los ramos de flores y las velas que, 15 días después, continuaban en el lugar en el que explotó el artefacto colocado por la banda terrorista en el vehículo de los tres policías nacionales que tramitaban el DNI a los habitantes de Sangüesa.
Fue -como no podía ser de otro modo- el primer acto oficial del nuevo Ayuntamiento.
Ahora en cambio...

Sostener la mirada a las víctimas de ETA                                         Por MARCOS SÁNCHEZ 

El Gobierno foral no estuvo en la Plaza de Baluarte y sus excusas han retumbado a coartada náufraga

Ningún representante del Gobierno foral -del PSN, más Geroa Bai, más Podemos- acudió el pasado domingo al acto en memoria de los asesinados, secuestrados y exiliados por ETA. Lo organizaban la asociación navarra de víctimas –ANVITE – y otras entidades. Tres días antes, durante el debate de enmiendas parciales a los Presupuestos, la parlamentaria socialista Inma Jurío subrayó a ANVITE como “próxima a UPN”. Podría pensarse que ella centraba y el gabinete de María Chivite remató con su espantada, pero al menos en el descargo de Jurío cabe apuntar que sí estuvo en la Plaza de Baluarte; de manera discreta, pero allí estuvo.
¡Vaya imagen que dieron en Berriozar!
El Ejecutivo no, ya se ha dicho. Y sus excusas han retumbado a coartada náufraga: la convocatoria “contenía un fuerte componente de crítica política” y “nuestra presencia podía restar más que sumar”. La salida supone un paso añadido en la inhabilitación que se pretende para las víctimas de ETA como personas que puedan opinar sobre las decisiones que se adoptan.
¿Por qué los pensionistas, los agricultores o los funcionarios -tres ejemplos como muchos otros- pueden criticar a gobernantes o políticos en general y ellas no? No hay nada en ser víctima del terrorismo que deba conllevar un asentimiento posterior continuo, y menos ante un Ejecutivo que, pese a presidirlo una socialista, ha llegado al punto de asumirse como una posible resta en un acto como el de hace una semana.
Es lo que tiene confiar tu gobernabilidad en pactos con quienes siguen sin reconocer que matar estuvo mal: que después se precisa valor para sostener la mirada a los sufridores de aquellos crímenes. De ahí la ausencia.

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