Sin duda, uno de los rincones con más sabor de Pamplona. Lo único que no le va es que llamen calle a lo que en su día fue calleja, "calleja para la muralla". Si lo cambiáramos, iría a juego con la plazuela -que no plaza- de San José. Dos rincones entrañables.
Y sería un guiño de complicidad con quien ha sido un escudo y un héroe para muchos, y para todos un ejemplo.
Josemari, voy a pedirle a Maya que a la del Redín se le vuelva a llamar "Calleja", por la lección de coherencia y valentía que nos has dado.
Y cada vez que vea el letrero, me acordaré de ti y te diré:
Y sería un guiño de complicidad con quien ha sido un escudo y un héroe para muchos, y para todos un ejemplo.
Josemari, voy a pedirle a Maya que a la del Redín se le vuelva a llamar "Calleja", por la lección de coherencia y valentía que nos has dado.
Y cada vez que vea el letrero, me acordaré de ti y te diré:
"¡Calleja, cuánta dignidad te llevas!"
Calleja por María Jiménez


Entonces trabajaba en Euskal Telebista como editor y presentador de informativos, un puesto que ni él mismo se explicaba cómo había conseguido, excepto por el hecho de que la cadena necesitaba audiencia. Allí hizo muchas cosas, aunque uno de sus grandes empeños fue arrebatar el lenguaje al nacionalismo radical. “Ortega Lara cumple el trigésimo sexto día sometido a la tortura del secuestro”, decía al inicio del informativo, delante de un calendario en el que iba tachando los días de cautiverio.
“¿Usted es ahora más sensible con el dolor de los policías nacionales y los guardias civiles?”, le preguntó a Iñaki Esnaola después de un atentado. “¿Usted sabe a cuánta gente ha asesinado ETA?”, le soltó a Floren Aoiz, que no articulaba palabra, por lo que insistió: “¿Que si usted sabe a cuánta gente ha asesinado ETA?”. Fuera del plató, Aoiz le reprochó un “compañero, esto ha sido una emboscada”. “Punto uno: yo no soy tu compañero. Punto dos: ‘emboscada’ es un término militar que tú sabrás por qué aplicas, esto es una entrevista que se ha hecho como había que hacerla”.


El despido era cuestión de tiempo y ese día llegó y él lo recordaba perfectamente.

En la dedicatoria de ¡Arriba Euskadi! escribió: “Hay que tener la dignidad un par de peldaños por encima del miedo”. En los años duros lo cumplió. Entendía que era una responsabilidad ciudadana, por encima de su condición de periodista, y se conformaba con que una señora lo parara por la calle para darle las gracias por decir lo que ella pensaba o que Iñigo Iruin le hicera una confesión que él se tomó como “el mayor piropo periodístico y ciudadano que me han hecho en mi vida”: “Jose Mari, si supieras el daño que nos haces, siempre con esa ironía…”.

Al poco rato de despedirnos, me escribió un mail. Decía que estaba “aún emocionado” con la entrevista y me daba ánimos con la tesis, que él también había afrontado con “antecedentes penales periodísticos”. Desde entonces, siempre estuvo. Presentó mi libro, me escribió por cada uno de los artículos que publiqué, vino a la inauguración de la exposición de Gregorio Ordóñez… También me avisaba cuando estaba en Cádiz, que le encantaba. Se reía a carcajadas cuando se sentaba en su terraza habitual y el camarero, después de servirle y verle cara como de estar en el cielo, le decía que a ver si “los etarras tienen cohones de venir aquí a hacerte algo”.
“Cada vez me cuesta más volver a Madrid”.
No te vayas sin escuchar el consejo de Maite: "el mejor homenaje que se le puede hacer a Calleja es leer sus libros"
No te vayas sin escuchar el consejo de Maite: "el mejor homenaje que se le puede hacer a Calleja es leer sus libros"
No hay comentarios:
Publicar un comentario