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3.1 Plaza del Castillo, Pamplona, años 50 3.3 Nieve, murallas, lado norte, Pamplona, 1954 |
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3.2 Carro y nieve, Pamplona, 1953 Un carro parecido (pinchad) solía estar en la calle de Santo Domingo, junto al Museo |
Básicamente, antes que cualquier otra
cosa, Ardanaz es un paisajista. El paisaje constituye, para él, la constante
fotográfica que acompañará toda su trayectoria, desde el principio hasta el
final.
Es un paseante que camina mirando al río,
al árbol y a la montaña en busca de su dimensión pintoresca. Quiere ser
romántico, sentimental y bucólico, quiere hacer partícipes a los demás de la
belleza natural de las cosas, la auténtica belleza de las cosas, contarles cómo
es de hermosa la mañana luminosa de neblina blanca, cómo de pura la nieve
acariciada por el sol, cómo brilla la luz en el charco humilde o en la lluvia
caída sobre el asfalto gris de la ciudad.
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3.4 Jardines Medialuna, años 50 |
Consideraciones de otra índole no tienen
cabida en un catálogo de la belleza restringido y limitado a la formulación
clásica del paisaje. A lo largo de cuarenta años de actividad no se aprecian
síntomas de la más mínima ruptura formal, de innovación, de fisuras en un
planteamiento monolítico.
La condición de climáticos o si se quiere
de atmosféricos de gran parte de sus paisajes potencia su dimensión temporal.
Nicolás visita sus lugares con la precisión de las estaciones, con la exactitud
de la luz del sol que viene o va, con la certeza de que a cada paisaje le
llegará su momento. Es un planteamiento que implica dis-tancia y aun cierta
frialdad. También la inteligencia necesaria para comprender que el fotógrafo,
para él un cazador al acecho, necesita estar por encima de su presa, saber más
que ella y, en su mejor momento, amarla.
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3.7 Puente de la Magdalena visto desde la margen izquierda, 1950; 3.8 Niebla desde San Miguel de Aralar 1953 |
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