martes, 29 de septiembre de 2020

1935: Robo del Tesoro de la Catedral de Pamplona

Usaron una escalera para salvar la altura de 4,20 m.
El mayor expolio cometido en la Catedral de Pamplona ofreció a sus autores un botín de valor religioso, histórico y monetario. Fue ideado por un ladrón internacional.
Maps nos muestra sin dificultad el ventanal por el que accedieron

NATXO GUTIÉRREZ  (DN) 
Nunca olvidó Julio Arias Cao el impacto que sintió la madrugada del domingo 11 de agosto de 1935. En día de guardar, debía acudir a las seis de la mañana a la Catedral de Pamplona para acompañar en los oficios, como uno de los tres monaguillos del templo. 
Desde su casa de la Mañueta, donde vivía, salió presuroso junto a su hermano Javier y el amigo de ambos, Antonio García Ricarte. La novedad del despertar al nuevo día se tornó en pesadilla, tan pronto como los tres monaguillos accedieron al interior (de la sacristía) y se toparon con el suelo revuelto, los cajones abiertos y la impresión de que alguien se había adelantado a su entrada.
La sacristía de los canónigos con el ventanal por donde entraron los ladrones
Su intuición de un robo no pudo ser más certera. Tras alertar a los canónigos, y cuando la sospecha del hurto comenzó a cobrar fuerza, a eso de las ocho y cuarto de la mañana el gobernador civil, Emilio De Sola Ramos, dispuso de los medios necesarios para reforzar la vigilancia de la frontera y tratar de dar con los autores.
Agosto de 1935 Expectación que levantaba el barrote serrado
Por las pesquisas iniciales y la recreación de los hechos, que pudo realizarse con posterioridad, se supo que dos ladrones habían conseguido introducirse esa noche en la sacristía. Su osadía les procuró un botín nada desdeñable, que convirtió el suceso en el mayor expolio sufrido por la Catedral en su historia reciente. Lograron agenciarse, entre otras decenas de piezas, la arqueta de Leyre, del siglo XI; el relicario 'Lignum Crucis', con un trozo de la túnica de Cristo; un collar de la orden del Toisón de Oro, cálices, esmaltes, otras joyas de la Virgen, y algunas monedas de oro.
La arqueta de Leyre, la pieza de más valor de las robadas en 1935. JESÚS CASO
El Lignum Crucis, el 2º en valor
Dentro de la gravedad del suceso, tuvieron los dos ladrones la frialdad de esperar a comerse unas galletas, aderezadas con sorbos de vino de la sacristía. La crónica de Diario de Navarra del martes, 13 de Agosto (el lunes no había periódico), adjetivaba el despertar de aquel domingo como “malo, duro, triste, amargo, doloroso y apesadumbrado”. Dice Eduardo Elcano, del Archivo Judicial, que periódicos y revistas se hicieron eco del suceso por su trascendencia (por ejemplo "AHORA", Diario gráfico. Merece mucho la pena que miréis las páginas 1, 3-7 y 15. En el AGN tenéis también una ingente cantidad de fotografías, hasta de las huellas de los sospechosos).
Sin pistas sólidas que pudiesen conducir a sus autores, la policía comenzó a sospechar de un hombre, José Oviedo de la Mota, apodado 'El Mexicano'. La prensa de la época lo describía como “misterioso personaje que visita Pamplona esporádicamente desde hace dos años”. La información añadía que frecuentaba la Catedral y que entabló cierta relación con varios canónigos, con los que llegó a visitar la biblioteca y el tesoro. Una semana antes del robo desapareció de Pamplona.
Hubo que esperar siete días hasta dar con una primera pista fiable. El lunes 19, un hombre solicitó el canje en pesetas de una moneda de oro en un banco. Esta acción despertó las sospechas de los empleados, que avisaron a la policía. Los agentes interrogaron a José Arias, relojero, y registraron su domicilio, en la calle Arrieta, 12. Escondido en ollas y macetas, dieron con parte del botín: trozos de coronas, cálices, etc., ya despiezados. Hubo que esperar al 6 de septiembre a que apareciese la arqueta de Leyre. Ángel Insausti, vecino de Berrioplano, se topó en una cuneta con un paquete cubierto con una gabardina y unos periódicos viejos.

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