Portal de Francia. Tras la conquista, Navarra empezó a tener virreyes ("prorex") |
Hace unos días salió este interesante artículo de Iñaki Iriarte sobre la objetividad como historiador de Joseba Asirón Sáez.
Por cierto, tiene gracia que a nuestro alcalde no le gustan las españolísimas tildes de sus apellidos y los escribe sin ellas. Es su problema. Pero luego que no se queje de cómo la gente los pronuncia (sobre todo el 2º). Yo, porsiaca, sigo a Wikipedia.
Asirón, historiador
Por cierto, tiene gracia que a nuestro alcalde no le gustan las españolísimas tildes de sus apellidos y los escribe sin ellas. Es su problema. Pero luego que no se queje de cómo la gente los pronuncia (sobre todo el 2º). Yo, porsiaca, sigo a Wikipedia.
Asirón, historiador
Que
no hay una sola forma de contar la historia, es algo fuera de toda duda. Que,
inevitablemente, la ideología del historiador condiciona su relato del pasado,
también. Sin embargo, la conciencia de ello no debería llevarnos a creer que,
puesto que la objetividad es inalcanzable, tenemos carta blanca para dar rienda
suelta a nuestros prejuicios y hacerlos pasar como conocimiento histórico.
El
nuevo alcalde de Pamplona, el Sr. Asirón, profesor hasta ahora en una ikastola,
es autor de varios libros sobre historia vasca. Una curiosidad (malvada, lo
confieso) me ha llevado a buscarlos en la biblioteca del barrio.
Desafortunadamente, sólo he dado con uno, en la sala infantil. Un cómic sobre
la conquista de Navarra, con guión de nuestro alcalde y dibujos de Martín
Altzueta, titulado: “1512. Navarra: El sueño roto”.
El
libro es un ejemplo perfecto de lo que un nacionalismo sin escrúpulos puede
llegar a hacer a fin de adoctrinar a jóvenes y niños. Subrayo lo de “sin
escrúpulos”, porque hay y ha habido nacionalistas, también vascos, con un grado
de respeto por el rigor y su propia forma de pensar encomiables. ¿Roberto
Alcázar y Pedrín? ¿La Enciclopedia Álvarez? “Navarra: el sueño roto” no les va
a la zaga y continúa en la senda inaugurada por la terrible “Historia de Navarra” en cómic, publicada en 1980, y lamentablemente reeditada hace un año.
La manipulación es de trazo tan grueso que la lectura se torna desternillante.
Para que se hagan una idea: si alguien en la FAES hubiese escrito una historia
del terrorismo tan simplista, recomendaría cuidadosamente a mis hijos que la
evitaran y acudieran a textos menos burdos. El alborozo, sin embargo, se
convierte en indignación cuando recuerdo que el libro está destinado a jóvenes
sin formación (o, todavía peor, con “formación del espíritu nacional a la
vasca”), que incorporarán como propia una visión del pasado que les llevará a
considerar traidores a todos los que no sean abertzales.
Verán.
La historia para Asirón es simplísima. Hay buenos, muy buenos. Buenísimos. Son
los vascos, los navarros, que son la misma cosa, porque como se hace decir a un
personaje guipuzcoano: “¡Yo soy más navarra que vosotros!”. Por descontado,
estos buenos son campechanos, nobles, jatorras, como la clientela de una
Herriko Taberna. Luego están los malos, los muy, pero que muy, malos. Son los
invasores, los castellanos, los españoles. Repulsivos física y moralmente.
Odian a los navarros. Son mucho peores que los musulmanes que invadieron España
en el siglo VIII, porque, al menos, éstos “dejaron también un beneficioso
legado cultural en Euskal Herria”, dice Asirón, mientras que los invasores
españoles sólo dejaron tras de sí “miseria y destrucción”. Con todo, los peores
entre los malos son los navarros que les apoyan. Su jefe y arquetipo es el
Conde de Lerín. Un afiliado a UPN avant la lettre, para entendernos. Estos
traidores fomentan la guerra civil entre agramonteses y beaumonteses. Y es que,
en efecto, los españoles no están dispuestos a “consentir la existencia de una
Navarra unida, estable, pacífica e independiente”. Se pueden imaginar el resto.
Los buenos son aplastados por los malos. Entonces pasan a la clandestinidad. Se
ponen motes - como harán siglos después los “gudaris” del cochebomba- y hasta
piercings en la oreja. Preparan el alzamiento que limpie Navarra de sangre
extraña. Por desgracia, fracasan, pero un día, ¡Navarra volverá a ser independiente!
¡Pese a esa “diputación sumisa y controlada desde Madrid”, digna sucesora del
Conde de Lerín!
Mantener
este relato tan patéticamente pueril de la historia lleva al guionista a
ahorrar al joven lector multitud de informaciones incómodas. Por ejemplo que
los agramonteses -descritos como patriotas navarros-, habían apoyado
anteriormente a Juan II de Aragón contra el Príncipe de Viana. O que los
carlistas, que en el epílogo se nos cuenta habían luchado por “los viejos
fueros vascos”, luego combatieron también contra la II República y eran, no
solo enemigos declarados de la democracia, sino también acérrimos españolistas.
Asirón omite también toda referencia sobre las llamadas dinastías francesas,
que reinan en Navarra tras la muerte de Sancho el Fuerte y dejan en muy mal
lugar el mito de nuestra secular independencia…Estos y otros silencios son
comprensibles: a la historia abertzale le espanta el rigor. Lo importante es
transmitir una visión maniquea del pasado y el presente. ¿Lo terrible de todo
esto? Que esta joya de la historiografía se halla en todas las bibliotecas
públicas de Navarra.
Iñaki
Iriarte López es profesor de la EHU/UPV y parlamentario foral por UPN
Curioso que en un asunto familiar (la comunión de su hija), donde bien podría aplicar sus criterios personales, trague y entre en la iglesia, y cuando, como alcalde, tiene que representar a su Ciudad, sea tan puretas (procesión sí, misa no). Se intuye quién lleva en su casa la vara de la alcaldía
Primeras incoherencias
Cuando
el alcalde salió elegido, pensé “le daremos tiempo para opinar, pues el tipo se
demuestra andando”. Poco nos ha hecho falta para verle el plumero. Si algo no nos
gusta a los navarros es la prepotencia, la falsedad y la incoherencia.
Ya
en el chupinazo apuntó malas maneras y prepotencia al imponer (con
premeditación, pues ya había colocado el mástil) la ikurriña, que sobraba en el
balcón pues no es de nuestra comunidad y no nos representa. Tenemos la nuestra
que con orgullo la sentimos. Si por orden judicial se la hubieran hecho quitar,
ya habría cumplido su objetivo: estar presente en el momento oportuno. A eso se
le llama prepotencia y no jugar limpio.
En
segundo lugar, la procesión. Asirón dijo que no iba a entrar al oficio
religioso, pero sí a la procesión. Le recuerdo al señor alcalde que la
procesión también es un acto religioso (pero parece ser que el clamor del
pueblo engorda “su ego”). En esos momentos va como alcalde de Pamplona,
representa a los pamploneses, le guste o no, está en el sueldo.
Le
vi marcharse por la puerta de atrás de San Lorenzo y me sentí decepcionada, mal;
y más cuando pensé en que su hija no hace mucho hizo la primera comunión y
entonces no tuvo inconveniente. Por eso digo que a los pamploneses no nos gusta
la prepotencia, la falsedad, ni la incoherencia. A ver si toma nota y mejora.
SAGRARIO
JIMÉNEZ
1 comentario:
Leí la carta del profesor Iriarte, y aunque decía no haber visto el conjunto de la producción histórica de nuestro nuevo alcalde, los párrafos que entresacaba de una de sus obras eran como para alucinar. Bien es verdad que cosas por el estilo andan publicadas y a la venta en las librerías de Pamplona desde hace unos cuantos años, y son muchos los ciudadanos de aquí que no conocen otra visión de la historia de Navarra. Y así nos va, claro...
Juan M.
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