Ésta es la estampa que nos repartieron y que todavía guardo en el misal de aquellos años. Misal que aún esconde en la página del 31 de Mayo ese pétalo ¿de azucena? (también del 63) por ser el mes de la Virgen.
Manuel fue una rosa, una flor truncada. ¡Sólo tenía 13 añicos! Aquella mañana del domingo 27 (en tres días, 52º aniversario) andaba haciendo trastadas por el Pabellón Nuevo. A la tarde se sintió mal y a la noche ya había muerto. Meningitis, nos dijeron.
Como, para todo, nos colocaban por orden alfabético, él y yo estábamos muy cerca en clase, en el comedor... Ocupábamos el mismo banco en la capilla...
Sólo lo pude conocer aquellos tres meses escasos de 2º Curso, ya que el Primero yo lo había hecho en Tudela (¡qué manía tenían de alejarnos de casa!). Era menudico, era frágil. Pero inquieto y alegre.
Fue la primera vez que sentí de cerca la terrible injusticia de la muerte.
Y por mucho que los curas nos dijeran que "el Señor truncó esa flor porque la encontró hermosa", yo creo que nadie, en nuestro fuero interno, nos lo creíamos.
Fue una faena. Algo incomprensible.
Los superiores nos hablaban del misterio de la muerte.
Pero... tanta Bondad, tanta Omnipotencia... ¿para esto? Aquello no tenía ni pies ni cabeza.
Un compañero, Manuel Fernández, de Lodosa, le hizo una poesía. Yo recordaba ahora las primeras estrofas y las últimas.
Cuando Ángel Zunzarren, compañero de curso y buen amigo, me proporcionó el original, con la firma del autor, quedé muy sorprendido de que él lo tuviera y todavía lo guardara. Pero ya me he dado cuenta de que Ángel es de los míos: un desolvidadizo.
¡Gracias, Ángel, por todo el material que me has proporcionado y que voy a ir poco a poco subiendo a la Red!
Cementerio de Arróniz |
Como, para todo, nos colocaban por orden alfabético, él y yo estábamos muy cerca en clase, en el comedor... Ocupábamos el mismo banco en la capilla...
Sólo lo pude conocer aquellos tres meses escasos de 2º Curso, ya que el Primero yo lo había hecho en Tudela (¡qué manía tenían de alejarnos de casa!). Era menudico, era frágil. Pero inquieto y alegre.
Fue la primera vez que sentí de cerca la terrible injusticia de la muerte.
Y por mucho que los curas nos dijeran que "el Señor truncó esa flor porque la encontró hermosa", yo creo que nadie, en nuestro fuero interno, nos lo creíamos.
Fue una faena. Algo incomprensible.
Los superiores nos hablaban del misterio de la muerte.
Pero... tanta Bondad, tanta Omnipotencia... ¿para esto? Aquello no tenía ni pies ni cabeza.
Un compañero, Manuel Fernández, de Lodosa, le hizo una poesía. Yo recordaba ahora las primeras estrofas y las últimas.
Cuando Ángel Zunzarren, compañero de curso y buen amigo, me proporcionó el original, con la firma del autor, quedé muy sorprendido de que él lo tuviera y todavía lo guardara. Pero ya me he dado cuenta de que Ángel es de los míos: un desolvidadizo.
¡Gracias, Ángel, por todo el material que me has proporcionado y que voy a ir poco a poco subiendo a la Red!
Poesía a Manuel Martínez Mauleón
Con lágrimas
en los ojos
Comienzo
esta poesía,
Manifestando
mi pena
Y al mismo
tiempo alegría.
Pues hoy,
día tan precioso,
Día de la
Santa Infancia,
Nuestro
mejor compañero
Con su
muerte el cielo alcanza.
Por no dejar
hilvanada
Su vida tan
ejemplar,
Comenzaré a
describir
Desde su más
tierna edad.
Él, desde
muy pequeñito,
Apenas sabía
hablar,
Deseaba con
anhelo
La vida
sacerdotal.
Creció la
marcha bendita
De su amada
vocación
Con las
lecciones tan buenas
Que su
Párroco le dio.
Después de
haber estudiado
Primero de
Bachiller,
Ingresó en
el Seminario
Con mucho
afán de aprender.
De aprender
todas las cosas
Que en su
carrera salieran
Y vencer
dificultades
Todas que se
le ofrecieran.
Con un año
que estudió
En este buen
Seminario,
Dificultades
que tuviera
Pocas fueron
de ordinario.
Llevábamos
ya un año
Teniendo por
compañero
A quien bien
su vocación
Guardaba con
fiel esmero.
Pero la fiel
voluntad
Del Señor ya
bien pensada
Eso de que
el buen Manuel
Al Cielo
pronto llegara.
En sus
terribles dolores
Que tanto le
consumían
Se los
ofreció al Señor
Hasta su
última agonía.
Sus padres,
desconsolados,
No sabían
qué hacer,
Ya que su
hijo había muerto
En la más
blanda niñez.
Pero les
quedó un consuelo
En medio de
su dolor,
Pues ahora
en el Cielo
Tienen un
intercesor.
Nosotros,
por nuestra parte,
No sabemos
qué pensar
Pero a sus
padres y hermanos
Muchas
gracias poder dar.
Por habernos
regalado
A su hijo
con amor,
En un raudo
vuelo
Nos lo
arrebató el Señor.
Pues ya con
el fiel recuerdo
Del envío de
su hijo,
Le seremos
siempre fieles,
No caerá en
el olvido.
Sus padres,
con entereza
Y un tierno
corazón,
Para un hijo
que tenían
Lo
inclinaron al Señor.
Pues yo te
pido, Dios mío,
Con una fiel
oración,
Que colmes
de bendiciones
A nuestro
buen Mauleón.
Y él, que ya
desde el Cielo
Escuchará tu
oración,
Y sus padres
y familia
Les dará su
bendición.
Y a ti, mi
buen compañero,
¿qué quieres
que yo te diga?
Solamente
que el Señor
Con sus
manos te bendiga.
Y pongo fin
a estas líneas,
Tal vez muy
desfiguradas,
Aunque sí
con gran cariño
A Manuel van
destinadas.
FIN
Tu
compañero, que no te olvida, Manuel Fernández
Actualización 01.02.15
He recibido de Ángel Z. unas imágenes que paso a comentar
Vemos aquí de dónde salió la imagen del recordatorio. Manuel, como muchos chavales de esa edad (11 ó 12 años) aún llevaba pantalón corto.
Imágenes del panteón donde descansa Manuel, en el cementerio de Arróniz. Con cariño y familiaridad le pusieron "Manolo".
Curso 61-62, campo del Seminario de Pamplona, 1º de Gramática. Preciosa imagen, con un gesto enternecedor de Manuel, que aún hace más cruel su pronta desaparición. Lleva las rodilleras de portero. José Javier Mangado Martínez, ya todo un hombre, apoya protectoramente la mano en su hombro.
Algunos comentarios de Face
He recibido de Ángel Z. unas imágenes que paso a comentar
Algunos comentarios de Face
1 comentario:
Sí, recuerdo a Manolo.. Y he visto su tumba en el cementerio. Mi abuelo paterno, José María, nació en la misma casa. Somos parientes. Su muerte, tan temprana e inesperada, causó mucha impresión.
Jesús Mauleón
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