viernes, 3 de mayo de 2019

¿Antifascismo? Remugando a Iñaki Iriarte


Cuando, con doce años, le pregunté a mi tío Severino qué estaba haciendo el buey que, con la boca cerrada, masticaba y masticaba, sacando por los laterales mucha saliva, me dijo en el idioma de Cemboráin: "el Castaño está remugando"
Remugar era rumiar, hacer una segunda digestión.
Cuenta Iribarren que había un predicador que decía: "No basta que oigáis el sermón. Es necesario que remuguéis".
Hoy, si os parece, vamos a remugar un articulo de Iñaki que ya leímos el 26 de enero, para sacarle todo el jugo que tiene.
¡Y vaya que sí lo tiene!

Un experimento  con antifascistas
Sería interesante realizar con esos fieros justicieros antifascistas  el siguiente experimento: darles a leer algunos escritos de la primera ETA
Maite Pagaza reprocha a Otegi que no haya
condenado aún los asesinatos de ETA
Los buenos resultados de Vox en Andalucía han puesto de moda en toda España la palabra “fascista”. Con tantas elecciones en perspectiva, me temo que la cosa no ha hecho más que empezar. Igual que el primer franquismo necesitaba fantasear con conspiraciones judeo-masónicas y que el anticlericalismo lo hacía con el fantasma de los jesuitas, la izquierda y el independentismo actuales necesitan de “fascistas” contra los que poder dárselas de “maquisards”. A este respecto, no está de más recordar que, allá por 2005, mucho antes de que Vox existiera, Ciudadanos era ya atacado por el independentismo catalán como un partido “fascista”, y su líder llamado (ingeniosamente, hay que admitir) “Albert Primo de Rivera”. Antes más, en Navarra y el País Vasco, UPN, PP, UPyD y (por si a alguno se le ha olvidado) PSOE habían sido sistemáticamente tildados de “faxistas” por esos que pomposamente se hacían llamar “Movimiento de Liberación Nacional Vasco”. ¿Recuerdan los miles de pintadas, los carteles?  
No suele ser fácil razonar con quien te llama fascista, dado que solo te acusa para poderte acosar. Gracias al socorrido lema -atribuido no sé si con razón o sin ella a Durruti- “Al fascismo no se le discute, se le combate”, quien te lanza tal anatema se siente un campeón de los oprimidos, legitimado moralmente para negarte la palabra, insultarte y, directamente, abrirte la cabeza. Sería interesante realizar con esos fieros justicieros antifascistas el siguiente experimento. Darles a leer algunos escritos de la primera ETA, de esa organización que, prácticamente, toda la izquierda española (perdón, “del Estao”) se ha convencido de que era buena, que estaba totalmente justificada, que luchaba por los trabajadores y la libertad de un pueblo oprimido. 
1. Podríamos empezar, por ejemplo, con su primer texto programático, “Los principios de ETA” de 1961. En ellos, ciertamente, ésta rechazaba, tanto el racismo (algo que cualquier partido xenófobo también haría), como “la segregación o expulsión de los elementos extraños al país”. Esta terminología ya nos alertaba de la condición que venía después: “en tanto estos no se opongan o atenten contra los intereses nacionales de Euzkadi”. Los heroicos antifascistas de nuestro tiempo podrían hacer la prueba de sustituir ese último término, “Euzkadi”, por “España” y comprobar cómo les suena la frase.  
2. El ejercicio podría repetirse con otros textos de ETA, unos pocos años anteriores o posteriores, donde se abundaba en las mismas ideas sobre los inmigrantes: “Reconoceremos sus derechos sólo a los que reconozcan los nuestros. A los otros les consideraremos como maketos al servicio del genocidio español y los trataremos como agentes extranjeros”. “Se mueren de hambre y emigran a buscar pan. Conforme. Pero los efectos los sufre directamente un pueblo conquistado: Euskadi y entonces esa inmigración se convierte automáticamente, de hecho, en una invasión”. “Hay que imponer en las conciencias de estas gentes la obligación que tienen de reconocer y respetar antes los derechos de Euskadi para que sean respetados los suyos”. ¡Qué tiempos aquellos en que Ortzi afirmaba que a los inmigrantes españoles se les favorecía en el acceso a la vivienda! ¡Y qué decir del siempre lúcido Txillardegi, cuando decía que no eran lo mismo “pobladores” que “Pueblo”, y que éste estaba formado solo por los habitantes “no asimilados” del país, los únicos que podrían gozar de derechos políticos en una Euskal Herria independiente! 
-¡Mientes, felón antivasco, neoliberal, facha, opusiano! ¡Conde de Lerín! ¡Aquella ETA se reclamaba revolucionaria, socialista…!  
Es verdad, amigo antifascista, se definía como “socialista”. Pero su socialismo era un socialismo nacionalista, como el de Moeller van den Bruck, Spengler y buena parte de la extrema-derecha de entreguerras. Era un socialismo pensado expresamente para poner en práctica el principio: “Los vascos (o, mejor dicho, los nacionalistas), primero”. Por eso, aquella primera ETA podía proclamar: “Somos socialistas porque somos nacionalistas vascos” y “Una Euskadi socialista es una Euskadi de los vascos y para los vascos”.  
3. El siguiente paso del experimento consistiría en la lectura de un artículo de ETA de 1962, titulado “La Universidad Vasca”, y en donde se definía el eje del currículum educativo del futuro Estado vasco: “Durante el período de la primera enseñanza, con las primeras canciones que el niño conozca, deberá inculcársele la idea de la Patria”. ¡Ay, cómo vienen a mi memoria esas excursiones cantando el Aupa gizona (pincha para traducción) de Pantxo eta Peio (del ínclito Telesforo Monzón) en el autobús escolar! 
En la segunda enseñanza el objetivo sería “llegar a conocer bien el país y el fondo de su historia, dando forma a la idea de Euskadi como unidad histórica”. Respecto a la Universidad, en ella “el sentido patriótico debe llegar aparejado los conceptos de sacrificio, responsabilidad y honradez”. ¿Suena a rancio o a progresista?
4. El experimento podría finalizar con el memorable consejo dado en la década de los treinta a las mujeres abertzales por el carismático Telesforo Monzón (con el tiempo, ministro del lehendakari Agirre, fundador de Herri Batasuna e inventor de esa patraña, inculcada sin el menor escrúpulo a muchos jóvenes, de que los “gudaris” de ETA eran los herederos directos de los gudaris de 1936): “En la vida matrimonial no les importe ser dominadas por el marido, que, a fin de cuentas, el ser dominado es prueba de que se ama más intensamente”.
¿Pelín machirulo, tal vez, para un antifaxista? 
Iñaki Iriarte López es profesor de la EHU/UPV 

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