domingo, 9 de marzo de 2014

1955. Lechera con carro por Dormitalería


1955. Seguramente era un medioda de junio. Ramón y yo (con 2 y 4 años) ya correteábamos  por aquella calle para ir a La Casita con Sor Cecilia. Mariví daba, todavía, sus primeros pasos.


1954, en el Redín. Sagrario, detrás, me dice que va a salir un pajarico y yo extiendo las manos para recogerlo

De fondo, el escudo de España
Quizás mi madre (vivíamos en el nº 18) le habría comprado algún litro para tanta prole y la lechera bajaba hacia la Bajada de Javier. 
Desde un balcón del 2º piso una mujer observa la escena sin que la lechera se dé cuenta.
Debajo de la mujer, en el primer piso, se ve un letrero.
En el portal siguiente, el número 28, entre los dos balcones se observa un medallón. Es (aún se puede ver) un Sagrado Corazón con el "Reinaré" ("Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes").
Las ventanas de la izquierda (al menos, algunas de ellas)
De allí cayó Eulogio
corresponden a la vivienda del señor Justo y la señora Ángela (un ángel). No tuvieron hijos y acogieron a una sobrina, la Basi (ya perdonaréis, pero en aquellos años todas las mujeres que no llevaban el "doña", llevaban el "la" por delante), mujer excepcionalmente buena a la que mi madre le buscó un buen mozo: Eulogio. Éste me parecía muy rico porque tenía los dientes de oro. Luego me enteré de que los naturales los perdió cuando, bandeando las campanas, cayó de la torre de la iglesia de Cemboráin. Tuvo la suerte de caer sobre un arbolico que, años antes, había plantado Tomás, mi abuelo materno.

Ayer y hoy

Mi hermana mayor, con 11 años entonces, tiene aún en su mente la imagen de esa señora llevando la leche en un carrico.
A la enigmática lechera le sucedió Martín, "Martín, el lechero". Pasaba por delante de casa con un elegante caballo que tiraba de un carro con las cántaras de leche.
Lecheras en la calle Mayor nevada. Ca. 1945
Algún tiempo después, el caballo dejó de abonar los adoquines de Dormitalería (esto lo recuerdo bien) y Martín venía en un triciclo que tenía delante un cajón con las cántaras. Supongo que sería para facilitar el esfuerzo, pero aquel hombre se movía airosamente de izquierda a derecha, como los ciclistas cuando suben un puerto. A mis hermanas mayores ese cimbreo les hacía mucha gracia y, cuando venía por aquella tranquila calle, le gritaban:
- ¡Martín, torero!
Y él, con buen humor, respondía:
-¡Jodido y sin dinero!
Sin dinero no andaría porque, al poco, el bueno de Martín empezó a repartir con un carricoche negro, de morro muy largo y que arrancaba con manivela. ¡Aquello sí que era la leche!

Y yo (entonces me llamaban en casa Pachicu) conservo el recuerdo de aquel letrero del 26, 1º, que se ve en la foto.  Dice: "Félix González. Pelotero".
Un día subí a su casa y me compré una pelota de verdad, de las de cuero. Me costó 4 pesetas (¿de dónde las habría sacado?). La llevé a la escuela y en el recreo jugamos agustísimo en el frontón. Era una pelota buenísima. Dura, pero no hacía mucho daño en la mano.
Escuelas viejas de Compañía
Al portero (Paco Itúrbide) de las Escuelas de Compañía le gustaba jugar a la pelota y, a pesar de que sólo teníamos 7 u 8 años, se ponía a jugar con nosotros. Y, encima, jugaba con ventaja: era curro y tenía la mano derecha de madera, cubierta por un guante negro. Cuando le daba fuerte, aquella pelota salía como un tiro y nos sacaba del frontón.
Era amigo de mi padre. Un día me preguntó a ver cuánto me había costado esa pelota. Yo, sin malicia (en el fondo era un buen chico, je je), le dije la verdad. Me dio 6 pts. y se quedó con mi pelota. Y luego ni con 6 pts. conseguí una pelota tan buena como aquella.
A Paco le hicimos una canción. No recuerdo más que el principio y el final:
Interior del Cine Novedades. SAIDE

El portero Compañía ¡vaya....!
Y  se marcha al Novedades, en carricoche,
con su querida mujer.

El Novedades era el cine de la Calle San Agustín en donde Paco, por las tardes, trabajaba de acomodador.
Su querida mujer era la Felisa. Nos quería mucho a los hijos de Prisci y Ramona, hasta el punto de que a mi hermana mayor la bautizó como Mere (supongo que Nieves, de pequeña, pronunciaría su nombre algo parecido a como la llamaba Felisa; hoy luce con orgullo su apodo en el correo electrónico). Vivían en La calle Compañía, en un tercer o cuarto piso.
Un día, estaba ella asomada al balcón y vio que su querida Mere iba a cruzar la calle justo cuando (¡vaya casualidad!) venía un coche.
"¡¡¡Mereeeeee!!!" Gritó para avisarle a mi hermana. Con tan mala fortuna que con la última e de Mereeeee cayó a la calle su dentadura postiza.

En fin, hay fotos que a uno le hacen desolvidar. Gracias, Ramón, por mandármela.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los recuerdos son imagenes en nuestra mente y sentimientos en el corazón,vivencias que se disfrutaron al maximo en el momento en que ocurrieron, , y tu aprendiste desde pequeñito a gozar de ellos, cada instante de tu vida. .........MAGNIFICO PATXI, COMO SIEMPRE,, me queda el recuerdo, para mi ,de una familia maravillosa, y unida....y la nota que me ha hecho reir, porque lo demas me emociona....es lo de la dentadura postiza!!!l Lo volvere a leer y releer porque me gusta y mucho!!!!!
Nuria de la Hoz