EDITORIAL DE DIARIO DE NAVARRA
Los sondeos activan todas las alarmas.
Podemos sería la fuerza con mayor intención de voto de los
navarros, según el sondeo encargado por el Parlamento foral, que augura para
UPN la pérdida de más de la mitad de sus escaños.
La radicalización del voto reflejaría el gran descontento que hoy tiene el electorado.
Los sorprendentes resultados del sondeo electoral encargados
por el Parlamento de Navarra, en los que Podemos volvería del revés el sustrato
ideológico de Navarra, hace doblemente libres las interpretaciones.
Sociólogos y expertos electorales advierten, sin embargo, que
las intenciones de voto en un momento dado reflejan tendencias, pero en modo
alguno pueden aceptarse como hechos ciertos. Mucho menos, cuando la aparición
de unas siglas nuevas, por rompedoras que sean, es capaz de revolucionar de un
día para otro un mapa electoral tan consolidado como el de la Comunidad foral.
No es lo mismo jugar a las cartas con fichas que con dinero.
El "navarrómetro", realizado en cinco días mediante
L500 entrevistas domiciliarias por una empresa vizcaína de escasa experiencia
aquí, genera dudas lógicas en sus rotundas conclusiones. No obstante, por inverosímiles
que resulten, ofrecen una radiografía del estado de opinión de los votantes.
Podemos irrumpiría en Navarra en las próximas elecciones
forales como primera fuerza, al obtener 18 de los 50 escaños, mientras que
UPN caería de sus 19 actuales a 8 escaños;
el PSN bajaría de 9 a 5 escaños; EH Bildu sería la segunda fuerza con 11
escaños; Geroa Bai obtendría 4 parlamentarios; Izquierda-Ezkerra, 2; y PPN y UPyD obtendrían 1 cada uno.
Como ocurriera con el último sondeo del CIS, los resultados
castigan a los partidos constitucionalistas tradicionales, incapaces de
entenderse, sin que se beneficien especialmente los nacionalistas. La radicalización
del electorado entre Podemos y Bildu -entre ambos suman 29 escaños- si acaso,
denota hartazgo y cansancio, no que sus propuestas -la carencia de ellas-
encandilen a la mayoría.
Podemos se ha convertido en el gran revulsivo del sistema, pero
en absoluto garantiza la solución al desempleo, a los recortes y a la falta de
ingresos públicos. Muy al contrario su indefinición en las cuestiones vitales
no puede deparar otra cosa que mayor inestabilidad autonómica y económica.
El sondeo debe de servir de revulsivo para que la sociedad
navarra, dentro de seis meses, reaccione con responsabilidad, antes de que sea
tarde, frente a aquellos cantos de sirena que ofrecen un cúmulo de incertidumbres.
Demasiado riesgo para lo mucho que hay en juego.
Iñaki en el Seminario Internacional de Historia sobre el Mundo Iberoamericano |
ARTÍCULO DE IÑAKI IRIARTE
Cautela extrema ante resultados sorprendentes
El autor considera que los resultados del Navarrómetro en
modo alguno pueden extrapolarse a las elecciones, aunque reflejan un estado de
opinión.
Los resultados del Navarrómetro publicado ayer son, sin duda,
muy sorprendentes.
Muchos esperábamos una fuerte caída de UPN y PSN y una
irrupción espectacular de Podemos, quien robaría votos a los socialistas,
Izquierda-Ezkerra, Geroa-Bai e incluso a Bildu.
Sin embargo, nadie imaginaba que el descalabro de los
primeros fuera a ser tan grande, ni que el porcentaje de votos cosechado por el
partido de Pablo Iglesias pudiera ser tan alto como para ganar las próximas
elecciones forales.
Es cierto que -sin que esto suponga prejuzgar la
profesionalidad de quienes la han llevado a cabo- no sería la primera vez que
una encuesta se equivoca y que, en ese sentido, debería tomarse con cautela.
A la vez, es indudable que los datos aparecidos ayer indican
una serie de claras tendencias en la sociedad navarra. En concreto, el declive
de las dos grandes formaciones políticas que desde el final de la Transición
han protagonizado la política foral, UPN y el PSN.
El hecho de que un partido pierda el poder y de que la
mayoría de los ciudadanos le retire su confianza y opte por dársela a otras
listas, que puedan pactar un gobierno de coalición, es algo que, por supuesto,
entra dentro de la normalidad en una democracia. Si, además, el partido que
detentaba el gobierno, lleva casi dos decenios ejerciéndolo, dicho cambio puede
resultan incluso, muy saludable, en la medida en que lo forzaría a emprender
una catarsis y volver a ganarse el favor de los electores.
Sin embargo, para todos aquellos que creemos en la existencia
de Navarra como una comunidad propia dentro de España, una Navarra que -sin
caer en "ombliguismos" identitarios- se muestra orgullosa de su
pluralidad cultural y lingüística, a la vez que se siente solidaria hacia
dentro y hacia afuera de su territorio, sin extremismos, sin homenajes a
asesinos, sin contenedores en llamas ni tartazos, los resultados del
Navarrómetro constituyen
una noticia muy preocupante.
Preocupante porque sabemos muy poco de Podemos. Podemos -lo
hemos dicho ya- es sobre todo la expresión de un enfado; muy legítimo, contra la
clase política. Pero, en lo referente a cuestiones esenciales como la política
lingüística y la existencia de Navarra como comunidad propia, o bien su incorporación
al País Vasco, no se sabe nada acerca de sus intenciones.
Dada la desorientación que desde hace décadas ha mostrado en
dichas cuestiones buena parte de la izquierda navarra, es de temer que el
partido de Pablo Iglesias pueda también caer en el error de confundir "progresismo"
con "vasquismo político".
Por ello, sería preciso demandarles no sólo que aclarasen sus
opiniones al respecto, sino también que precisasen si, llegado el caso,
apostarían por un gobierno de coalición con el PSN y, acaso, Ezkerra o, más
bien, por uno con Geroa Bai y Bildu.
Y es que, mientras que sabemos poco de Podemos, en cambio, conocemos
mucho de Bildu. Sabemos que es la heredera de Herri Batasuna y, de hecho, su
candidato a la presidencia es Adolfo Araiz, miembro de la Mesa Nacional de HB
en los duros años de plomo, amonal, secuestros, chantajes, kale borroka y
amenazas. Consecuencias todas ellas del "conflicto" que nunca se dignó
a condenar.
Alguien podría aducir que en democracia todas las opciones
son legítimas y que no se puede objetar nada a ninguna fórmula de gobierno,
puesto que siempre será la expresión de la voluntad ciudadana.
No es exactamente así. Al igual que sucedería con un gobierno
del Frente Nacional en Francia, la perspectiva de una Navarra cogobernada por
EH Bildu nos alarma legítimamente a muchos.
No sólo por su reciente pasado de apoyo al terrorismo, ni por
el tipo de política lingüística que impulsaría, tan irrespetuosa con la
pluralidad cultural de Navarra; tampoco porque sus políticas económicas extenderían
a toda la comunidad ese erial en que han convertido la Sakana.
A eso se añade su propósito declarado de integrar a Navarra
en un Estado vasco para construir un paraíso a base de desfiles de zanpantzarres,
pasamontañas, antikapitalismo de taberna, mucha borroka y no se sabe qué moneda.
Un paraíso sin patrones, "txakurras", periodistas, docentes incómodos
y "españolazos" en general.
Sin embargo, a la vez que habría que preguntar a Podemos con
quién está dispuesta a gobernar, deberíamos también preguntarnos a nosotros
mismos por qué Navarra, la comunidad con menos paro de España, con un sistema
educativo y sanitario mucho mejor que la media, etc., puede llegar a castigar
de ese modo al partido en el gobierno.
La respuesta es que éste se ha labrado con ahínco una pésima
imagen entre demasiada gente. Ha parecido creer que, precisamente por miedo a
lo que vendría después, la mayoría de los votantes se vería obligada a continuar
prestándole sempiternamente apoyo. El Navarrómetro indica a las claras que no
es así.
Es difícil saber si todavía le queda tiempo para dar la
vuelta a los datos publicados ayer. En cualquier caso, urge que, más allá de
conformarse con buscar un candidato creíble, UPN sepa regenerarse, elaborar un
discurso mucho más sugerente y empezar a tender puentes para posibilitar
pactos, no ya con el PSN, sino incluso con quien, al menos, garantice la
existencia de Navarra como comunidad.
Iñaki Iriarte López es doctor en Sociología y profesor de la
UPV
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