José Gutiérrez Solana "Garrote vil" (Alba de Tormes 10.12.1897) |
Brevemente, las cosas ocurrieron asi:
Esto sucedió en Pamplona, el 15.10.1885 |
La versión de mi madre: Ramona Belzunegui
Mi madre conoció de niña esta terrible historia. La conoce porque Casa Macaya, al estar a la entrada del pueblo, era el primer sitio donde paraban los pobres y estos solían traer algún papelito con versos o historias que ellos mismos cantaban o recitaban para conseguir una propina.
Esto es lo que me contó (dale al play, pon máximo volumen y, mientras escuchas, sigue leyendo):
El 22 de noviembre
Esto es lo que me contó (dale al play, pon máximo volumen y, mientras escuchas, sigue leyendo):
El 22 de noviembre
del pasado 84,
Aquí mi pluma se para
y aquí mi mente se borra.
Un cuadro tan horroroso
como hoy contempla Navarra.
Toribio Eguía el 21
en casa del cura entró,
saludándole a su tía
que amable lo recibió
El cura se va a celebrar misa y le dice a su ama que le dé de almorzar,
que, mientras esté en su casa,
de comer no ha de faltar.
Según mi madre, el ama del cura era hermana de la madre de Toribio. La tía le riñó porque era un baldragas: ver a la tía, ir a Pamplona y volver. Todo esto ocurrió en Atondo el 22.11.1884. Al volver el cura de misa se encontró a la tía muerta y también mató al cura. Cree que con cuchillo. Toribio, de Atondo va a Pamplona, a la Fonda (entonces) La Perla, llevándose el dinero.
En La Perla una muchacha (sirvienta) observó que estaba manchado de sangre y siguió espiándolo por el ojo de la cerradura. Y llamaron a la policía y lo detuvieron enseguida.
Consideraciones:
Consideraciones:
Aunque Ramona se lía un poco con la fecha del crimen, el verso lo deja bien claro: Toribio entra en casa del cura de Atondo el 21 de noviembre y comete el doble crimen el 22.
Mi madre dice que el ama era hermana de la madre de Toribio. Sin embargo, los apellidos de éste son Eguía y Esparza, mientras que el apellido del ama de llaves es Babace. Por tanto, quizás fuera tía, pero segunda o tercera, pero nunca hermana de la madre. En la prensa de la época hay un par de reseñas que afirman el parentesco. Pero en el juicio no se hace alusión a ello (cosa extraña porque constituiría un agravante).
Si el crimen y la ejecución fueron en 1884-85 y mi madre nació en 1917, habría oído la historia alrededor de 1925. Resulta, pues, muy llamativo que el "crimen de Atondo" tuviera todavía tanta repercusión 40 años después. ¿Por qué? ¿Porque el muerto era cura? En el 50 mataron con una azada al de Unciti y no tuvo ni de lejos tanta repercusión.
Si el crimen y la ejecución fueron en 1884-85 y mi madre nació en 1917, habría oído la historia alrededor de 1925. Resulta, pues, muy llamativo que el "crimen de Atondo" tuviera todavía tanta repercusión 40 años después. ¿Por qué? ¿Porque el muerto era cura? En el 50 mataron con una azada al de Unciti y no tuvo ni de lejos tanta repercusión.
Mi madre intenta recitar un poema, un romance del que apenas recuerda una docena de versos. El romance tuvo que ser hecho en el 85 ("...del pasado 84..."). Comparemos el comienzo del poema (Aquí mi pluma se para y aquí mi mente se borra...) con el de la Crónica: "Tiembla nuestra mano y la pluma no sabe trazar..." dice el cronista de la ejecución. ¿Es él, o alguien que en él se inspira, quien hizo el poema que recodaba mi madre?
La versión de Pío Baroja.
Casa núm. 30 de la calle Nueva en 1971. |
"Una de las impresiones más grandes que recibí en Pamplona fue la de ver pasar por delante de mi casa, en la calle Nueva, a un reo de muerte, a quien llevaban a ejecutar a la Vuelta del Castillo, ante un baluarte de la muralla próxima a la Puerta de la Taconera. El reo se llamaba Toribio Eguía, y había matado a un cura y a su sobrina en Aoiz. Iba el reo en un carro, vestido con una hopa amarilla con manchas rojas (con más detalle, cuenta Sánchez Ostiz, hablando de la visión de Baroja niño: "...el reo, en un carrito con una hopalanda amarilla cubierta de lenguas rojas...") y un gorro redondo en la cabeza. Marchaba abrazado por varios curas, uno de los cuales le presentaba la cruz; el carro iba entre varias filas de disciplinantes con sus cirios amarillos en la mano. Cantaban éstos responsos, mientras el verdugo caminaba a pie, detrás del carro, y tocaban a muerto las campanas de todas las iglesias de la ciudad.Luego, por la tarde, lleno de curiosidad, sabiendo que el agarrotado estaba todavía en el patíbulo, fui solo a verle, y estuve cerca contemplándole. Parecía un fantasma horroroso, vestido de negro y manchado de sangre. Tenía las alpargatas sin meter en los pies. Al volver a casa no pude dormir por la impresión, y el recuerdo me duró largo tiempo."
Recorrido de la cárcel al patíbulo. Punto rojo: casa de Baroja |
El niño Pío Baroja no debió de entender bien el nombre del pueblo donde ocurrió el crimen y dice Aoiz cuando debería haber dicho Atondo. Hay unas cuantas páginas web que repiten el error de Baroja.
Lo de que el ama de llaves fuera la sobrina del cura tampoco aparece en la prensa de la época.
En cuanto al vestido del reo, nos habla de una especie de túnica amarilla y con manchas rojas (lenguas rojas) y el gorro. (Estos datos sobre su vestido los recordaremos para una futura hipótesis).
Me llama la atención que luego, a la tarde, lo vea "vestido de negro y manchado de sangre".
Los demás datos que aporta coinciden con la prensa del día.
La versión de La Perla:
Fonda La Perla en 1882. (pincha) |
"Uno de los clientes más famosos que pasó por la fonda fue Toribio Eguía; en este caso el adjetivo de famoso claramente no se corresponde con el de ilustre.
Hay que remontarse al 21 de noviembre de 1884 para conocer que este individuo hizo noche en la localidad navarra de Atondo; allí el párroco, Manuel Martiarena, de 83 años, le dio cena y cobijo, seguramente conmovido por la condición de hemipléjico que presentaba el vagabundo. A la mañana siguiente, mientras el clérigo estaba en la iglesia oficiando misa, Toribio Eguía tuvo una discusión con Martina, el ama de llaves, discusión esta que se zanjó con una puñalada que acabó con la vida de la mujer. Cuando llegó el párroco y vio el cuerpo ensangrentado de la mujer acudió rápidamente a por su escopeta, pero Toribio Eguía no le dio tiempo a disparar, y le asestó varias puñaladas con resultado de muerte.
Una vez cometido el doble crimen, aprovechó el asesino para robar en la casa cogiendo monedas de oro y de plata por un valor de 690 pesetas, así como algunos pequeños objetos. De allí, tras cerrar la puerta, marchó a Pamplona.
A las seis y media de la tarde de aquél 22 de noviembre hacía Toribio Eguía su entrada en la Fonda La Perla, en donde se le dio la habitación número 31. Cenó como si nada hubiera pasado, y la propia Micaela Erro, hermana y cuñada de los fundadores del establecimiento, le ayudó a quitarse la chaqueta y el calzado; poco después declararía ella en el juicio que “le tenía compasión por verle imposibilitado, y por esta razón le ayudó”.
La sorpresa vino para Micaela cuando Toribio Eguía no tuvo mayor reparo en ponerse a contar las monedas delante de ella. Por las declaraciones que hubo durante el juicio se sabe que Toribio deshizo los paquetes de monedas, y los papeles que las envolvían los tiró debajo de la cama. Tuvo el detalle de pedir en la fonda que le lavaran la ropa, justificando las manchas de sangre como salpicaduras cuando le tocó matar un carnero. Dicen que se acostó a las ocho y media de la noche, y que además se durmió dejando encendido el quinqué.
La noticia de la muerte del párroco de Atondo y de su ama de llaves corrió como la pólvora. Y para que no hubiese ninguna duda, mientras al día siguiente Toribio Eguía salía a afeitarse la barba y a comprarse ropa nueva, Micaela Erro encontraba debajo de la cama los envoltorios de papel en los que podía leerse “Atondo - Culto y Clero” y “Manuel Martiarena”. Todas estas circunstancias hicieron que Micaela avisase rápidamente a su hermano Miguel, y que este pusiese en conocimiento del Gobernador sus sospechas.
Así pues, a las dos de la tarde, el Gobernador en persona, señor Moreno, acompañado de algunos agentes de policía, se presentó en la fonda, y en el mismo comedor procedió a la detención de Toribio Eguía, quien se limitó a pedir que le dejaran acabar de tomar el café. La policía pudo recuperar en la habitación de la fonda el dinero robado y la llave de la casa del párroco de Atondo.
A partir de aquí queda tan sólo por puntualizar que Toribio Eguía fue procesado y condenado a la horca. Era ejecutado el 14 de enero de 1885, pasando a la historia de la ciudad por el hecho de ser el último ahorcado que hubo en Pamplona."
Consideraciones:
Una pena que el relato del blog del Hotel La Perla, tan bien escrito y con tanto detalle, contenga justo en este último párrafo del apartado sobre Toribio Eguía dos errores de grueso calibre: Toribio no fue ahorcado sino que sufrió garrote vil. Y en 2ª lugar, la fecha de la ejecución fue 9 meses más tarde: el 15 de octubre de 1885.
Consideraciones:
Una pena que el relato del blog del Hotel La Perla, tan bien escrito y con tanto detalle, contenga justo en este último párrafo del apartado sobre Toribio Eguía dos errores de grueso calibre: Toribio no fue ahorcado sino que sufrió garrote vil. Y en 2ª lugar, la fecha de la ejecución fue 9 meses más tarde: el 15 de octubre de 1885.
5 comentarios:
No te creas, cuarenta años no son nada para los mitos criminales, mira la tinta que todavía corre por Barcelona sobre Carmen Broto!!! En los pueblos, hasta hace poco, se contaban historias criminales de 'antes de la guerra'.
De todas formas cargarse a un cura no era, ni mucho menos, lo mismo que llevarse por delante a un civil. Socialmente el cura estaba revestido de cualidades y virtudes (aunque no las demostrara) especiales.
Gracias Júlia
Estupendo, Patxi, tu relato de El crimen de Atondo: Toribio Eguía".
Lamento, no obstante, que no amplíes el asunto del párroco de Unciti, Don Juan Iribarren Martínez, asesinado el viernes 2 de junio de 1950. Sólo he podido encontrar dos referencias en el Diario de Navarra. Un amigo de Aoiz recuerda algunos ecos que circularon por la zona tras el asesinato del párroco. Al parecer, ambos competían por el amor de la misma mujer, o bien el párroco desaconsejó a la chica que se casara con cierto mozo del pueblo. Éste, despechado, se vengó del presbítero quitándole la vida de un hachazo. La noticia sólo fue recogida, brevemnente, por el Diario de Navarra: una esquela el domingo 4 de junio de 1950, y, un año después, un breve artículo in memoriam.
Es posible que no se quisiera publicitar un episodio tan truculento, que debió parecerles, en aquellos tiempos, escandaloso.
Emilio
Que bonito como lo relatais los dos, me encanta leerte Pachi un abrazo.
A Emilio: Próximamente voy a tener datos fidedignos sobre el crimen de Unciti. Me gustaría ponerme en contacto personal contigo. Mi correo: patximendiburu@gmail.com.
Gracias por tu investigación en la hemeroteca de DN
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