domingo, 22 de septiembre de 2019

Pesca, natación y barcas en el Arga pamplonés

El tramo más afectado por la ruptura de la presa, antes y después
La presa de Santa Engracia es más antigua que la Catedral, que las Murallas... un hito en la historia energética (molinos, industria del caucho...) y deportiva de la ciudad. Su existencia, desde hace más de 800 años no ha impedido que algunos pudieran vivir de la pesca y ha posibilitado actividades deportivas como la Travesía del Arga, que llegó a ser internacional.

La Rochapea pesquera (J.J. Arazuri)
Hubo en la Rochapea hombres que se dedicaban a la pesca en el río como profesión, no como deporte. Vivían -o malvivían- de lo que sacaban del Arga. Uno de ellos (y de esto hace sólo sesenta años, por 1920) fue Victoriano Zabalza, de Echauri (de Ororbia, dice la hemeroteca). En Ibero aprendió el oficio. Cuando vino a vivir a la Rochapea, primero en casa de Pablo Martínez «el Colandero» y después en casa Ipiña, siguió pescando en el tramo comprendido entre los puentes de San Pedro y Santa Engracia. 
Pescaba de noche, porque es el tiempo apropiado y de día trabajaba en la Tejería Mecánica. Era el pluriempleo de entonces. Tenía una barca de fondo plano y la movía, no a remo, sino con una pica o aga, hecha con una rama larga de chopo, rematada con una contera metálica. No era barca para navegar; y menos para remontar el río. Para colocarla en el lugar elegido, la llevaba a lomo de burro. 
Pescaba barbos y madrillas con trasmallo y albayeta, y anguilas con cuerdas.
(Imágenes obtenidas de Antonio José Ruiz, "Lo que va de ayer a hoy")
El procedimiento de pesca con cuerda consistía en dejar en el río cuerdas sueltas, con piedras en los extremos, y cabos de liz provistos de anzuelos cebados. Esta operación se hacía al anochecer. Las cuerdas pasaban las noches hundidas y al amanecer eran sacadas mediante unos largos tenedores o arpos que arañaban el fondo fangoso. Si había suerte, sacaban unas cuantas cordadas de anguilas coleantes. 
Victoriano murió de "mal de pescador". Una tarde, después de una madrillada extraordinaria con los amigos en la tabernica de Plácido (de esta emblemática taberna hablaremos próximamente), se fue al río a pescar, como de costumbre. A consecuencia de una mojadura, cogió una pulmonía que acabó con él. La Virgen del Río le estaría esperando al otro lado, en la otra orilla. 
Algunos, sin necesidad de barca, se las ingeniaban para pescar barbos en seco, aprovechándose de que los peces en verano, a ciertas horas, iban a refugiarse en cuevas de las orillas. Entonces los astutos pescadores les cerraban las salidas con tierra y juncos. Hacían agujeros con azada en el borde socavado y cogían a mano, sin mojarse, docenas de barbos. 
La pesca del río (barbos, madrillas, chipas, anguilas) era adquirido por recaderas que se encargaban de revenderla. Se las llamaba madrilleras, e iban con sus cestos y romanas por las calles gritando: 
«¡A los barbos y madrillas, que se acaban!» 

Entre el molino de Caparroso y la presa de San Pedro pescaba un tal Irisarri; en cierta ocasión se cayó al agua un fraile e Irisarri lo sacó del río, desde entonces le llamaron «Pescafrailes». 
Entre las Mañuetas y la presa de Santa Engracia pescaban los hermanos Erice y los Areta. 
Entre Santa Engracia y el molino de Barañáin faenaba un tal Lafuente, alias, «Curro el Cangrejero». Antes de terminar queremos expresar nuestro agradecimiento al amigo Ricardo Ollaquindia por su colaboración en este tema rochapeano que tan bien conoce. 

La Travesía del Arga (hemeroteca y NO_DO)
Ni que decir tiene que, en el estado actual de la presa de Santa Engracia, hoy (2019) sólo sería viable como prueba pedestre de obstáculos, porque el nivel del agua no creo que alcance los 20 centímetros.
Se conocía con el nombre de Travesía del Arga a la prueba de natación que solía celebrarse el 6 de julio, una hora más tarde que el cohete. Era un acto tradicional en la programación sanferminera, que congregaba a gran cantidad de público, especialmente en el talud que desde la cuesta de la Estación y carretera de Guipúzcoa, descendía al barrio de Curtidores, "las multitudes reunidas en torno al Arga, desde el Fuerte de Gonzaga, Mirador de Vistabella y el Puente de la Rochapea"
Organizado por el SEU (Sindicato de Estudiantes Universitarios), se celebró desde 1940 al 62, ambos incluidos. El año 1951 no se pudo celebrar por falta de presupuesto, al adquirir carácter internacional.
El recorrido era "entre el puente de Rochapea y la Presa de Santa Engracia". Una distancia de 1100 metros (de 1750 y 1500 en otros casos; la he medido en el SITNA y me da 780x2=1560).
La categoría infantil era de 450.
Debido a la escasa participación femenina, no había categoría masculina y femenina, sino que las mujeres (si las hubiere) salían unos minutos antes. En 1957 sólo participó una mujer, que salió con 4' de ventaja, siendo rebasada a los 1000 m.
Me dicen unos amigos nadadores, que conocieron la prueba, que los ganadores, desde la década de los 50, fueron: José Luis Ollo (varios años) J. Bengaray, J. Usechi, L. Rodés, J.M. Espinosa (varios años), Fdez de Betoño, J. L. Cepeda, último ganador.
He encontrado en el NO-DO de 1946 estas imágenes. Me llama la atención que, a pesar de ser el organizador el SEU -un sindicato de orientación falangista-, son las aspas de San Andrés carlistas, junto con una gran bandera española, las que más destacan en el Puente de la Rochapea.


Barrio de Curtidores: El Venecia (Arazuri)
Un amigo me ha avisado de este olvido:
En la tercera década de nuestro siglo, se instaló en uno de aquellos viejos caserones del barrio de curtidores, la sociedad llamada pomposamente «El Venecia», una mezcla deportivo-danzante.
Durante la semana alquilaban barcas. Unas pesadas embarcaciones, así nos lo parecía a los mocetes, pintadas, unas de un violento azul cobalto claro y otras de un descarado bermellón. En aquellas «traineras» llegábamos aguas abajo hasta la presa de Santa Engracia, aguas arriba hasta las Mañuetas, en donde hacíamos ciaboga para regresar al embarcadero, lugar en que el barquero contabilizaba en una libreta el número de la lancha y el tiempo del alquiler transcurrido, que procurábamos no rebasar, ya que generalmente acudíamos con las cinco ochenas justas exigidas para pagar la hora, y habíamos sudado lo nuestro reunirlas. 
Las tardes de los días festivos, en un gran local, al que se accedía bajando una empinada escalera, se organizaban animados bailes de los que no era difícil sacar buenos ligues. Como el alto techo era el tejado, el «salón» estaba a media altura cubierto de farolillos a la veneciana. Eran los tiempos del fox-trot, tango y cake-walk. La música del jazz-band privaba (encantaba) a la juventud y molestaba a los adultos y viejos. 
A este antiguo barrio de Curtidores los castizos le llaman «barrio de la Humedad».

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