Dales tiempo y millones, y con el Plan Estratégico del Euskera acabaremos así |
Iñaki Iriarte, vascoparlante,
vasconavarroespañol sin complejos ni obsesiones, ha supuesto para este Parlamento un soplo de aire fresco. Pero sus artículos en DN no le van a la zaga. Más de uno pensamos que son para enmarcar, como el que vamos a ver hoy sobre el Plan estratégico del euskara del que lo que más claro tenemos es que en tres años nos van a distraer 10'8 millones de eurakos
Paz lingüística, por Iñaki Iriarte
Leo con atención la nota remitida
recientemente por el Consejo del Euskara.
En ella expresa su
“preocupación por el hecho de que, en estos últimos tiempos, determinados partidos y otros agentes se están valiendo del euskera para alimentar un conflicto social. Da la impresión de que buscan que cualquier noticia relacionada con el euskera sea fuente de conflicto. Todo es un problema: las escuelas infantiles, el modelo D, la inmersión lingüística, la OPE”
El Consejo del Euskara desarrolla sin duda una labor
de asesoramiento encomiable, pero, dicho sin acritud, no puede pretender
condicionar el derecho a la crítica política de quienes representan a muchos miles
de ciudadanos navarros y cuya voz no puede ser silenciada.
El grado de promoción de una lengua
minoritaria (y, por lo tanto, de aquellos que la hablan) tiende a ser objeto de
debate en cualquier país democrático. Sucede en Alemania, en Suecia, en Italia,
en Francia, en Gran Bretaña. Lo excepcional sería que se produjera un consenso
general sobre esta cuestión.
Sin embargo, es cierto que en nuestra tierra hace
demasiado que las tensiones en torno a la política lingüística han trascendido la
frontera de lo normal y adquirido un tono muy preocupante. Les recuerdo a este
respecto (no a los miembros del Consejo, sino a los lectores) las pintadas de “enemigo
del euskera” contra José Iribas y cómo esta misma acusación “motivó” el
asesinato de Buesa.
Por fortuna, las bombas y los tiros para
imponer, entre otros, el lema “Un pueblo, una lengua”, forman parte del pasado.
Pero, por desgracia, estamos todavía muy lejos de conseguir un clima de sosiego
en torno al vascuence.
Esta situación, por supuesto, nos perjudica gravemente a
todos, en cuanto sociedad, pero también afecta muy negativamente a la propia
lengua. Así, de 2011 a 2016 el porcentaje de quienes se declaraban abiertamente
(y, atención, en una encuesta telefónica, con lo que ello supone de falta de
anonimato) contrarios a la promoción del euskara ha pasado del 34’5% al 39,1%.
Esto evidencia que las cosas no se están
haciendo bien. Atribuir estos porcentajes a las fobias de la caverna foral, el
antivasquismo enfermizo, etc., es, una vez más, negarse a ver el elefante en el
salón (arte en el que, dicho sea de paso, el mundo euskalzale ha alcanzado el
virtuosismo).
El Plan estratégico del euskara presentado
por el Gobierno de Navarra la pasada semana solamente va a servir para alejar
la tan necesaria y anhelada paz lingüística. Su mayor defecto es la forma en que
trampea sistemáticamente el principio de zonificación establecido por la Ley
del Vascuence, promoviendo la lengua vasca en todo el territorio navarro.
Esto
no es ninguna casualidad: los partidos nacionalistas han denunciado dicha zonificación
como un atentado contra la igualdad de derechos entre los ciudadanos (por
cierto: si estaban tan seguros, deberían haber recurrido la ley ante el Constitucional).
¿Cuál es el problema de promover una lengua minoritaria fuera de las zonas en las
que se habla? Muy sencillo: todos los recursos económicos y humanos, todas las
ventajas e incentivos que se ofrecen a quienes usan esa lengua, dejan al margen
a los ciudadanos y las localidades donde no se habla… a menos que, claro está,
que se pongan a aprenderla o, al menos, simulen hacerlo.
1. Por ejemplo: el Plan
estratégico se refiere a
“la inserción de criterios lingüísticos en las convocatorias de subvenciones al sector socioeconómico”
En otras palabras: incluir
el uso del euskara como requisito o mérito para optar a ayudas públicas. Pero,
¿qué sucede con aquellas empresas situadas en la zona no vascófona donde, por
ejemplo, no tienen personal vascoparlante? Pues que tendrán que optar entre
tener menos probabilidades que las empresas de la zona vascófona para conseguir
esas ayudas o pasar por el aro y euskaldunizarse.
2. Otro ejemplo: el Plan habla
de
“desarrollar iniciativas para que las empresas incrementen el número de servicios que ofrecen en euskara”
Pero ¿qué sucede si una empresa de Fustiñana
no ofrece servicios en vascuence, simplemente porque en su entorno no existe
esa demanda? Pues que quedará fuera de las ayudas y, por lo tanto, en desventaja
respecto a aquellas empresas de la zona vascófona que si ofrezcan dichos
servicios.
3. Hay más: no sólo se promueve “la creación en euskara”, sino que se habla
de “desarrollar actuaciones para mejorar la visibilización de la producción
cultural en euskara y para la promoción de su consumo”. ¿Qué sería lo oportuno?
Promover la creación, la visibilización y el consumo de la cultura realizada en
cualquiera de las dos lenguas. Ahora el 11% de la población que escribe bien en
euskara va a tener incentivos que no se ofrecen al 89% de los navarros.
4. Otras
medidas rozan –perdónenme, miembros del Consejo- el mero chantaje. Por ejemplo:
“los medios de comunicación que reciban financiación pública deberán emitir un
porcentaje de su programación en euskera”. En consecuencia, una revista de la
Ribera va a tener que incorporar artículos (y articulistas) en euskara. Pero, por
supuesto, a los medios de comunicación en vascuence no se les va a exigir
publicar un porcentaje en castellano.
Creo que son estas y otras medidas claramente
discriminatorias las que deberían suscitar la preocupación no sólo del Consejo del
Euskara, sino de todo aquel, nacionalista y no nacionalista, progresista o
conservador, al que le importe un mínimo la igualdad y el futuro de la
convivencia en nuestra sociedad. No basta con decir: “nuestras dos lenguas
propias”, sino de tratar a sus hablantes por igual.
Iñaki Iriarte López es profesor de la EHU/UPV y
parlamentario foral de UPN
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