Las hermanas Guerendiáin, «Las Pocholas»
-a las que no se ha rendido el debido
homenaje-, elevaron la cocina navarra
y la dieron a conocer a toda España
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Desde 1934 hasta el 2000, ¿a cuánta gente habrá dado de comer la familia Guerendiáin? Y todos salían con la sensación de haber tenido un privilegio. Como ese abuelo que llevó a su nieto, apenas un niño, y le explicó: “Quiero que algún día puedas decir: ‘Una vez comí en Las Pocholas con mi abuelo’”.
Hace 6 días Pamplona se ha quedado sin la última de sus Pocholas.
Nos lo cuenta maravillosamente José Ignacio Palacios:
(pincha) |
Una esquela publicada en Diario de Navarra
el 26 de julio nos anunciaba el fallecimiento de Conchita Guerendiáin Larráyoz.
Fue en el año 1934 cuando los padres de Conchita, Gervasio y Juana, que hasta
entonces llevaban la posada de Guerendiáin, en el valle de Ulzama, por 60.000
pesetas se hicieron con el traspaso de Casa Cuevas, situada en el número 20 de la calle Comedias de Pamplona. Poco después, y en el plazo de un año, de forma
más o menos repentina, murieron los dos. Sus hijas, Paquita, Petra, Josefina,
Floren, Fermina, Rosarito, Rosalía, Conchita y María Cristina tomaron las
riendas del negocio. Para ello, las dos mayores, que eran gemelas, se
desplazaron durante un tiempo a San Sebastián y allá, en el afamado restaurante
Casa Nicolasa, aprendieron los secretos de la alta cocina, sobre todo de las
salsas y de la repostería.
Por la calidad de la comida, por el precio
y por las chicas que lo llevaban, Casa Cuevas se fue haciendo famosa y se
convirtió en el lugar de moda al que acudían muchos de los solteros de la
ciudad en los últimos años de la Segunda República. Fue entonces cuando a las
hermanas Guerendiáin les pusieron el sobrenombre por el que después serían
conocidas en toda España: Las Pocholas [ para dirigimos a los niños empleamos muy a menudo la voz ‘pocholo’,
"lindo, guapo", del vasco 'potolo, pottolo', "regordete", de cuando la gordura era hermosura].
Pa enmarcarlas |
Félix Huarte |
En muy poco tiempo su fama fue en aumento
y durante la guerra civil el restaurante lo frecuentaron gentes llegadas de
otras zonas de España, entre otros, don Juan de Borbón, cuando regresó del
frente. Aunque el negocio iba a más, no tenían dinero para ampliarlo y fue el
empresario Félix Huarte el que apostó por ellas. Les dijo “me parece estupendo
la gente que quiere luchar. Tengo la impresión de que me vais a responder”, y
les planteó que sería interesante disponer de un local más amplio, como era el
que había en una espaciosa bajera situada en el número 6 del Paseo de Sarasate.
Huarte corrió con los gastos y les dio un plazo de veinte años para que le
devolvieran el dinero, sin intereses. Eso sí, les puso una condición: que el
restaurante –el Hostal del Rey Noble– tenía que llevar el sobrenombre de Las Pocholas.
1956 Hemingway en Las Pocholas |
2014, homenaje a Conchita, la última de Las Pocholas |
2 comentarios:
Muy bonito para conocer en profundidad la historia de esta familia y la de LAS POCHOLAS; yo tengo una historia muy parecida a la del abuelo que citas pero con un hijo. En mis visitas a Pamplona, de vez en cuando y según lo permitiera el bolsillo, le llevaba a LAS POCHOLAS; de todas sus exquisiteces yo me quedo con el CARDO. Descanse en paz esta última Guerendiain.
Juan Manuel
Cuando leo hablar sobre Las Pocholas, las pastas de Layana, el vermut en el Iruña y otro hábitos que marcan el día a día del pamplones de verdad, no puedo más que sentirme poco pamplones.
Porque tengo la impresión de que hay dos o incluso tres Pamplonas.
La Pamplona castiza, cuyo eje es Carlos III y que guarda las esencias de lo pamplones.
La Pamplona de meseta, en la que entraría San Juan o Iturrama y que se puede considerar una prolongación low cost de la castiza.
Y luego está la Pamplona de extramuros, esa Pamplona que tomaba algo en los bares de San Jorge, comían un pollito asado en la Txantrea o una ración de oreja en la Rotxapea. Esa Pamplona que no se siente identificada con la Mañueta, Estafeta o la Plaza del castillo. Que sube a lo viejo solo lo justo, el finde si acaso y por dar un paseo.
Por eso yo, cuando leo por ejemplo a cierto periodista radiofónico de la COPE decir que no haber ido a Las Pocholas era no conocer Pamplona... Entonces... Puedo decir claramente, que yo no soy de esa Pamplona, sino de la otra.
Y quizás en otro momento hable de como las diferencias entre esas Pamplonas, ha fomentado el nacionalismo vasco... Hay mucha tela que cortar.
JC BD
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