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De mozo y con cierta edad, Manolo ofrece siempre calidad |
Manuel Martorell es sin duda la persona que mejor conoce los entresijos de Oriente Medio. Experto en política internacional, todos los años visita este pamplonés (nacido en Elizondo), al menos una vez, los países de ese entorno, manteniendo una relación especialmente amistosa e intensa con el pueblo kurdo. Quizás sea ésta la causa por la que ha sido considerado "terrorista" por el Departamento de Estado norteamericano.
Manolo, conocedor sobre el terreno de lo que pasa en esos países, desmitifica en este artículo el movimiento del "No a la guerra", y cree que, si no se interviene, comunidades enteras seguirán desapareciendo ante la superioridad de las fuerzas yihadistas.
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Martorell, fotografiado
con varios ‘peshmergas’ del Partido Democrático del Kurdistán de Irán (PDKI) en el norte de Irak |
El nuevo ‘No a la
guerra’
El autor, Manuel Martorell, desmitifica el
movimiento del ‘No a la guerra’ y dice que nada tiene que ver con el que hubo cuando la guerra de Irak
porque son, precisamente, las comunidades locales las que piden ayuda contra el ‘fascismo
islámico’
De nuevo está en nuestras
calles la campaña “No a la guerra” con la idea de reavivar aquel impresionante movimiento
popular contra la invasión de Irak del año 2003. Las motivaciones están
recogidas en el manifiesto “No en mi nombre”, rubricado por varios “alcaldes del cambio” y el apoyo de personalidades y partidos políticos, principalmente
de Izquierda Unida y Podemos. El rechazo al terrorismo, la islamofobia, las
políticas belicistas, el recorte de libertades y el mercadeo de armamentos
figuran en esta declaración de intenciones fácilmente asumible por cualquier persona.
Sin embargo, el
manifiesto tiene dos grandes defectos que, seguramente, le restarán apoyo
popular. El primero es el intento, haciendo referencia explícita al “triángulo
de las Azores”, de equiparar lo que ocurre con el Estado Islámico y aquella
operación para derribar a Sadam Husein, cuando nos encontramos ante dos
coyunturas internacionales totalmente distintas. Entonces, Francia, Alemania,
Rusia, China e Irán tuvieron una postura activa contra la guerra; hoy todos
estos países están firmemente comprometidos en acabar con el Estado Islámico.
La realidad es que en muy pocas ocasiones países tan distintos y hasta enemigos
han estado más de acuerdo en un conflicto el actual.
El otro gran error es
utilizar los términos “indiscriminados” e “ineficaces” para referirse a los bombardeos,
sin hacer distinción alguna e insinuando que solo generan el odio de la
población local hacia Occidente, una afirmación que, de acuerdo con datos difícilmente
discutibles, tampoco se corresponde con la realidad.
No se pueden comparar
los ataques de la aviación siria y sus terribles barriles-bomba, que han
diezmado barrios enteros, con las operaciones aéreas de la alianza
internacional para detener la acción genocida y depredadora del Estado Islámico
contra las poblaciones locales. Cualquiera que siga de cerca lo que ocurre en
Siria e Irak sabe que son estas comunidades locales, musulmanas y no, son las
que piden armas y protección internacional para evitar su exterminio a manos de
los yihadistas.
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No se puede dejar tirados a quienes piden proteccion internacional. Leed a Manolo en Desolvidar |
Parece indiscutible
que, sin esos bombardeos, la ciudad de Kobani habría caído en manos del Estado
Islámico en septiembre del pasado año y que, tras Kobani, habrían ocupado Afrin
y Hasaka, a las que seguirían Alepo y la propia capital de Siria, Damasco. Algo
parecido se podría decir de Kirkuk, Arbil, Dahok y Bagdad en Irak, existiendo
el serio riesgo de que la guerra se extendiera al Líbano. Caben también pocas
dudas sobre la magnitud que habría alcanzado entonces el drama de los
refugiados y de que el recelo hacia las potencias occidentales se habría
intensificado por haberles dejado a merced de los yihadistas, sobre todo
cuando, en el fondo, esta crisis, como las anteriores, está provocada por las
erráticas políticas en Oriente Medio.
No solamente son las
fuerzas locales las que piden armas modernas y apoyo aéreo para hacer frente a
esta especie de fascismo islámico sino que, contra lo que dice el manifiesto,
esos bombardeos han demostrado sobradamente su eficacia. La propia ciudad de
Kobani, Tel Abyad, Hasaka, Al Hol, Sinyar, Amerli, Jalawla y muchos otros
lugares son claras muestras de ello. Es cierto que en algunos de esos bombardeos
ha habido víctimas civiles, sobre todo en la ciudad de Raqqa, y así lo ha
denunciado el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, pero son precisamente sus
informes los que desmienten que ese efecto mortífero se pueda atribuir a la
generalidad de las operaciones en apoyo de las fuerzas locales.
Precisamente debido a
esa ayuda militar, en estos momentos existe una amplia alianza de kurdos,
cristianos, yezidis, turcómanos y árabes suníes que no solo es capaz de acabar
con el Estado Islámico sino que representa una de las pocas opciones de
encontrar una solución negociada a la guerra de Siria. Detener, como se propone
en el manifiesto, precisamente ahora, ese apoyo aéreo y suministro de armas
solo supondría un espaldarazo a los seguidores de Al Bagdadi.
Las medidas propuestas
en la campaña para acabar con el Estado Islámico –cortar la financiación, mejorar
la información y perseguir las redes de suministro- sin duda redundarán en una mayor
seguridad para Europa pero apenas afectarán, al menos a corto plazo, al poder
yihadista sobre el terreno. Mientras, seguirán desapareciendo no solo el
impresionante patrimonio histórico- artístico y religioso de Oriente Medio sino
comunidades enteras, como ya ha ocurrido con los yezidis, cristianos, alawíes y
chiíes en muchas regiones, destruyendo así para siempre una multiculturalidad
ancestral. De hecho, muchos de los ahora refugiados aseguran que no volverán a
sus hogares si no se garantizan totalmente sus vidas, lo que implicará, cuando
se logre cierta estabilidad, un considerable despliegue de Cascos Azules de la
ONU.
Manuel Martorell
es amigo y experto en política internacional y Oriente Medio
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