sábado, 5 de junio de 2010

El Café Iruña: de la nostalgia al bullicio

Salieron, subiendo las escalerillas, de la penumbra de San Nicolás a la luminosa Plaza del Castillo. Iban rumbo a la Estafeta, como casi siempre. Pero, en mitad de la plaza, alguien sugirió tomar un pote en el Iruña. A ti te pareció una buena idea. Te encantaba esa atmósfera nostálgica, decadente... que tenía aquel café. Recordabas aquella tarde de otoño, aquella primera... y última cita en una de las mesas junto al ventanal.
Apartaste esos, aún dolorosos, recuerdos y, con tu cuadrilla, entraste decidido. El café estaba a rebosar: gente muy guapa, elegante... Parecía que vinieran de alguna boda. Pero, la novia... no se veía por ningún sitio. Fuiste, buscando un hueco, hasta el final de la barra, donde estaba un camarero que nunca habías visto. Tenía muy buena planta: alto, fuerte, elegante. Pediste la consumición de tu cuadrilla y el camarero fue a abrir una botella nueva. Era buen mozo, pero lo del sacacorchos no era lo suyo. Tuviste que contenerte para no ofrecerle tu ayuda. Había empezado a llenar las copas, cuando sonó una casi estridente entrada musical. Enseguida la reconociste. De repente, el "torpe" del camarero cogió una  de vuestras copas y...



Cuando os topéis con un camarero (o camarera) despampanante que no sabe abrir una botella, sospechad...
En Pamplona (ya sabéis los que corréis el encierro) te puede pasar de todo.

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