Las famosas cubas de El 24 |
Pedro, hijo de Gregorio y Ascensión, regentes del Bar El 24, nos desolvida la historia de esta entrañable taberna que, para muchos clientes, fue su segunda casa. Acompañamos la narración con un reportaje de Diario de Navarra y algunas referencias de Iriberri e Iribarren.
TABERNA EL 24 por Pedro Pérez de Zabalza
La taberna
bar El 24 estaba ubicada en la calle de los Descalzos (Carmelitas)
del barrio de San Cernin y era anexa del portal del mismo número 24
de la citada calle. Era un establecimiento tradicional de reconocido
prestigio en el siglo pasado entre la gente que acostumbraba al
"chiquiteo" diario y a las meriendas en cuadrilla de
nuestra parte antigua de la ciudad. Los propietarios eran dos socios
que vivian en los pisos de las propias viviendas del portal numero
24, Gregorio Pérez de Zabalza y Germán Unanua, ellos mismos y sus
familiares atendían el negocio.
El local
alcanzaba desde la calle, amplio y alargado hasta el paseo de la
muralla norte, hoy llamado "paseo de ronda" Constaba al
entrar de la calle, de una parte previa y luego en su parte
izquierda, una barra de bar alta y alargada en forma de ele hasta la
mitad de la bajera. A continuación venían a izquierda y derecha
varias mesas de mármol seguidas donde los clientes se acomodaban en
plan comunitario con sus bancos alargados de madera y taburetes
iguales y llegaban hasta el fondo con otro par de mesas semejantes
que cerraban la zona de la ventana y la puerta que daban acceso al
citado paseo de ronda.
En rojo, lugar aproximado donde estaría la puerta de salida de El 24 al Paseo de Ronda |
Esta puerta
era la única entrada y salida posible al paseo que llegaba hasta la
plaza de la Virgen de la O y los jardines de la Taconera pues al
llegar el paseo a la altura del bar, el camino se cortaba con una
tapia que impedía continuar hasta el Museo de Navarra. Asimismo, la
citada puerta hacía de ventilación adecuada cuando el humo llegaba a
niveles altos, pues la corriente limpiaba rápidamente el ambiente.
Puntos amarillos: entrada desde C/ Descalzos y salida al Paseo de Ronda. A su derecha, tapia que cerraba el paso |
Los niños
salíamos y entrabamos por la citada puerta "a la carrera"
para salir a la muralla, con el "cabreo" del tabernero y
enfado de los clientes a los que nuestras prisas molestaban. En la
época estival y de buen tiempo algunos parroquianos acostumbraban a
salir con bancos a merendar al paseo aprovechando el magnifico
escaparate de ver toda la Rochapea y San Cristóbal en una terraza
incomparable.
Cada año se
compraba el vino, para ello se visitaban las zonas mas conocidas y se
probaban los "caldos" de las diferentes casas y pueblos,hay
que recordar que en aquellos tiempos no existían las cooperativas
por lo que se hacía una peregrinación por las casas de los vecinos
que elaboraban vinos (muchas casas en los pueblos tenían su propia
bodega). Existe el dicho de que las tabernas más renombradas
entonces, comentaban entre ellas para acordar las compras de los
mismos vinos lo cual llevaba a que se bebiera vino similar en el
chiquiteo diario. Las zonas eran las mismas que conocemos ahora,
Mañeru, Liedena,San Martin de Unx, etc, para el tinto, mientras que el
clarete era adquirido en la zona de la ribera navarra (Cintruénigo) y
en la Rioja (Alfaro) que ya tenían grandes bodegas. Hay que hacer constar que
en los pueblos existía la figura de "el garapitero" (ver Vocabulario Navarro, de Iribarren), éste
era la persona encargada de mostrar a los compradores las diferentes
casas que tenían vino para vender; este puesto se conseguía pagando
"el garapito", impuesto municipal que daba opción a
realizar las gestiones para la venta del vino.
Una vez
contratado el vino, se traía a Pamplona en camiones con cubas y se
descargaba en el bar; para ello, por una trampilla en el portal anexo, se vaciaban las cubas con mangueras sobre unos cubos de cemento
existentes en la bodega. Como cosa exitosa y diferencial del
establecimiento, explicaremos que la bodega estaba conectada con unas
cubas de madera existentes en la parte superior trasera del mostrador, las cuales recibían el vino, siempre que el tabernero accionara el
motor para rellenarlas, y asi mismo de las cubas bajaba el vino a
unos grifos colocados a lo largo del mostrador. Este sistema conseguía
que el vino se sirviera siempre fresco y a la temperatura adecuada.
Era el local
desde primeras horas de la mañana un continuo trasiego de gente, desde los que tomaban su "revuelto" (mezcla de Moscatel y
Anís), otros "orujo" e incluso algún "ron" o
"coñac" de camino al trabajo, así como preparativos
previos que dejaban al cuidado para luego, a su hora, volver a
almorzar (lechuga,tomate). Durante la mañana, había gente que la
pasaba sentada en las mesas con su porrón de vino y de tertulia; no
era raro en aquella época encontrar "lisiados" de la
guerra civil (mancos,cojos y demas) que pasaban las horas charlando.
Ni que decir
tiene que era un local de clientela masculina, como era habitual, y
ocasionalmente en domingos se podía ver alguna mujer acompañada y
únicamente en la zona de la barra y nunca sentadas en las mesas.
El
consumo era básicamente de vino y habitualmente se servía en porrón; el cliente normalmente se traía su almuerzo o merienda de casa, aunque también se servían raciones propias.
Los clientes
tenían sus gustos respecto de los porrones (había unos que echaban
mas chorro que otros) con lo que se daban casos de enfados
porque el porrón preferido quizás ya estaba siendo usado por otro
en el momento de llegar; no obstante se procuraba tenerlo previamente
en cuenta para complacer.
En aquellos
años de jornales que, a veces, se cobraban semanalmente, se daba
algún caso de clientes que bebían durante la semana al "debo"
y, cuando llegaba el sábado, con disimulo y a un lado de la barra
pagaban lo que tenían pendiente; esto hacía que en una pizarra
trasera del interior, también con disimulo, se borrara con un trapo al deudor, que estaba apuntado con tiza, y algún tipo de clave que sólo
el tabernero sabía interpretar. Era costumbre, normal en aquellos
tiempos, que las familias se acercaran a diario con su botella vacía a
comprar el vino, para lo que acostumbraba a venir la madre o alguien
de la familia y se le rellenaba la misma al momento.
Me encuentro con Federico, un pemplonica castizo, muy majo... Hacia les diez y media me dice:"Vamos a çenar a La Pijó. que hay cuatro franceses que me están esperando" DN 29.07.70 |
Por otra
parte el negocio del bar se completaba con un Bodegón que existía
(y existe) en la acera de enfrente del bar, en el nº 21 de la calle. Éste era otro local amplio, también con mesas para merendar, y que
servía de almacén de vinos. En este almacén, llamado popularmente "La
Pijó", se ofrecían meriendas para grupos más numerosos y
también era el lugar donde se embotellaba el vino y se preparaba en
cajas de botellas que luego se distribuían por todo Pamplona, para los
diferentes restaurantes y fondas, así como casas de particulares que
encargaban sus pedidos.
Antes del triciclo y el motocarro, el 24 hacía así el reparto |
Para ello se
comenzó utilizando una especie de triciclo-carro que consistía en
media bici que llevaba delante un carro el cual con gran esfuerzo de
pedaleo y manejando la barra del carro se conseguía trasportar las
cajas de vino por la ciudad. Posteriormente se cambió por un moto-carro, lo cual facilitó la labor.
Como
anécdota, hay que decir que, a pesar de que en la Pamplona de aquella época se
respetaban bastante las cosas, se tomó la decisión de no repartir en
Sanfermines, pues entre entrega y entrega siempre desaparecía alguna
botella de las cajas del carro.
Volviendo al
citado nombre de "La Pijó", parece ser que proviene del
caló y quiere decir "La Bota", lo cual no extraña, pues no
eran pocos los que preferían llenar la bota y beber directamente de
ella.
Cuentan dichos de personas mayores que en cierta ocasión y
estando de visita en Pamplona, llegado de su vida habitual en Nueva York, e1
conocidísimo "Sabicas" con unos amigos entro a tomar unos
vinos en la bodega y así cuentan que, en bajando algún vecino de su
casa una guitarra, le comprometieron a que tocara algo; no hace falta
decir que se armó tal revuelo que todavía se recuerda.
En tiempo de
Sanfermines, la comparsa de gigantes y cabezudos, a su paso por
Descalzos, tenía parada obligada en la puerta del bar; se les sacaba
unos vinos y algo de "picar" para seguir el camino. Yo
recuerdo asomarme al balcón del primer piso y encontrarme al rey
europeo mirándome fijamente de frente.
Gregorio Pérez de Zabalza y Ascensión Ormaechea,
una vida dedicada
al trabajo en el bar «El 24».
Foto /Jonan Basterra.
|
1. SESENTA AÑOS DE CONVIVENCIA (DN Domingo, 21 de noviembre de 1993)
Gregorio
Pérez de Zabalza y Ascensión Ormaechea acaban de celebrar sus bodas
de diamante
Gregorio
Pérez de Zabalza Satrústegui, de 87 años, y Ascensión Ormaechea
Zudaire, de 81, acaban de celebrar su 60 aniversario de boda. Después
de tanto tiempo juntos, ambos aseguran que volverían a repetir vida
y matrimonio con la misma pareja. Prueba de ello es que han pasado
por el altar cuatro veces. Además del día en que se casaron, con
ocasión de las bodas de plata, oro y en su 60 aniversario, fecha en
la que habitualmente se conmemoran las bodas de diamente. «En las
tres ceremonias —comenta Ascensión— nos intercambiamos las
promesas y los anillos». Tampoco faltó el arroz.
Con sus
cuatro hijos (Sagrario, Josefina, Serafín y Pedro Mari), 11 nietos y
2 bisnietas, «que son la alegría de la casa», se sienten
plenamente satisfechos. «Nos gusta estar en familia, es lo más
importante —afirma Ascensión—. . Es muy bonito poder estar todos
juntos». Por eso, cuando miran a su alrededor y ven lo que tienen
aseguran sin dudar que la vida «les ha tratado bien». «No nos ha
faltado nada y nos hemos llevado bien».
El
comienzo
Gregorio
Pérez de Zabalza nació el 12 de marzo de 1906 en Muez. Sin embargo,
siendo un niño quedó huérfano de madre y cuando su padre contrajo
de nuevo matrimonio se trasladó a Ollo. En este pueblo navarro nació
Ascensión Ormaechea 6 años más tarde, el 16 de mayo de 1912. La
historia de Gregorio y Ascensión no fue la de un flechazo: Se
conocen «de toda la vida». «Yo era muy amigo de sus hermanos
—comenta Gregorio— y por eso nos veíamos con frecuencia». Sin
embargo, Ascensión era todavía muy niña cuando Gregorio se marchó
del pueblo a los 16 años. Fue años después, durante las fiestas
del pueblo, cuando emperazon a mirarse de otra forma. Por aquel
entonces, Gregorio se encontraba cumpliendo el Servicio Militar en
Pamplona.
—Un buen
comienzo, en fiestas y bailando...
—Cuando
llegué me puse a bailar con su hermana. Como después la costumbre
era reunirse con los familiares nos pusimos a hablar. Pero aún
tardamos tres o cuatro años en hacernos novios.
—¿Qué le
gustaba de Ascensión?
—Era
morena y muy guapa. Además, es una buena cocinera. De las verdaderas
de antes. Ahora no saben guisar, antes lo hacían muy bien. También
le gustaba bailar.
—¿Y a
Ascensión?, ¿qué le gustó de Gregorio?
—Era buen
mozo. Muy trabajador y buena persona.
43 años
de trabajo en un bar
El 24: Entrada al Bar y portal |
Cuando
Gregorio se trasladó a Pamplona comenzó a trabajar en el negocio de
su tío que, poco tiempo después pasó a sus manos. Se trataba del
bar «El 24», situado en la calle Descalzos, al lado de las
Dominicas y del antiguo hospital. «Así que cuando me casé ya tenía
negocio», afirma Gregorio.
La boda se
celebró el 3 de noviembre de 1933, en la iglesia de San Agustín de
Pamplona. El contaba con 27 años, Ascensión con 21.
—¿Qué
recuerdan de ese día?
—Pusimos
la comida en un restaurante y nosotros nos marchamos a Madrid en el
tren —comentan riendo--. Estuvimos 10 días. Desde entonces,
Gregorio se dedicó al trabajo en el bar y Ascensión a la familia.
«Era un bar muy famoso y popular y además también era almacen de
vinos», recuerda Gregorio.
—Con un
negocio de este tipo las anécdotas serán muy numerosas.
—Recuerdo
que teníamos la bodega enfrente del bar y allí entraban cerca de
100 personas. Solía ir el Orfeón Pamplonés, la Coral de Cámara...
los principales cantores de Pamplona iban a la bodega a merendar y a
cantar. Se creaba un ambiente muy bueno y amistoso.
En la parte
trasera, el bar tenía una puerta por donde se salía hacia el paseo
de La Ronda, añade Gregorio. Incluso se cantaba una canción,
recuerda:
«¿A dónde vas?: a casa Mina.
¿A dónde vas?: al 24.
¿A
dónde vas?: a la Perrera.
¿A dónde vas?: al Marceliano.
Porque el
vinico de esas tabernas,
pase que pase quita las penas».
—También
pasaría por su bar algún que otro pamplonés ilustre...
—Era un
bar famoso. El señor Urmeneta (ex-director de la CAMP y ex-alcalde
de Pamplona) y el presidente de la Diputación solían ir. Si venían
por los jardines entraban por la puertita de atrás a echar un
«chiquito» y si venían por San Cernin tomaban el «chiquito» y
salían hacia los jardines. También el alcalde y miembros de la
Diputación. Se hacían muchas amistades.
—Y miles
de personas en 43 años al frente del bar...
—Se
aprende a conocer a la gente. Cuando venían los policías secretas
de la brigada especial de Madrid por Sanfermín se les notaba
enseguida. Y cuando entraba alguien que no conocía y empezaba a
mirar por todo el bar enseguida le decía a algún dependiente que no
le perdise de vista. Notaba si quería robar algo.
—También
habrá pasado por épocas duras... durante la guerra, por ejemplo.
—Nosotros
no hemos seguido ninguna política. Yo tenía una furgoneta para
repartir el vino y la Comandancia Militar me la requisó. Un día me
mandaron ir a Tolosa para coger heridos y pasé varios días. En
Motrico, el último pueblo de Vizcaya, tenía orden de no moverme y
estábamos en una batalla. Vi que bajaba una muchacha del monte y le
pedí por favor algo de comer porque tenía mucha hambre. Me bajó un
trozo de pan con pimientos y tocino. Al tiempo de volver a casa, vino
un conocido del pueblo con unos amigos a visitar a los prisioneros
que se encontraban en el hospital. Le dije que subiese a mi casa para
que le atendiese mi mujer. Cuando fui a comer me di cuenta de que uno
de los que estaban allí era la chica que me había dado de comer en
el frente. Había venido a visitar a su hermano preso y estaba en mi
casa comiendo. Fue muy emocionante.
—¿Cuándo
se vivía mejor?, ¿ahora o hace 40 años?
—Cada
época es diferente. Antes había un compañerismo entre la gente que
hoy no existe. Sin embargo, ahora hay más comodidades, se viste y se
vive mejor, no cabe duda.•
Mª José
Echeverría
Tiempo de
descanso
Gregorio se
jubiló cuando tenía 60 años y desde entonces se dedica a descansar
y a viajar con su mujer. Y es que Gregorio no para y Ascensión le
acompaña. «Desde que tengo uso de razón veo que las personas
cuando están bien se mueven. Me gusta pasear. Para las 8,30 me
levanto», afirma.
—Son una
pareja viajera...
—Si. Hemos
estado en muchos sitios. En Italia, Francia, por toda España, en
Canarias, Mallorca, etc. Nos gusta viajar y ahora ir a Benidorm a
pasar parte del invierno.
—De todo
lo que han visto, ¿con qué se quedan?
—Con
España, hay sitios preciosos. Hay que conocerla antes de salir al
extranjero. También Italia. Pero Pamplona es de lo más bonito.
Capital pequeña, pero limpia. Buenos jardines, agua abundante y
fresca, buenas sombras. Para veranear es ideal. San Miguel de Aralar,
Burguete...y qué decir de la cocina vasca.
Pedro y su hija |
—¿Y qué
se siente al ser bisabuelos?
—Es una
hermosura. Teniendo salud como nosotros es una hermosura. «Yo nunca
he estado mala», afirma Ascensión. «Y yo dejé de fumar a los 22
años —apunta Gregorio—. Me daba cuenta de que me ponía nervioso
y me daba dolor de cabeza. Así que lo dejé radicalmente. El trabajo
no estropea la salud, son los vicios, como fumar».
—60 años
de matrimonio. ¿Cuál es el secreto?
—Tener
paciencia y comprenderse. Ceder terreno. Y cariño, sobre todo. Saber
que si uno tiene una falta el otro tiene otra. Hay que comprender
eso.
—¿Les
parece que ahora se tira la toalla rápidamente?
—Así no
se va a ninguna parte. Hay que tener paciencia.
—¿Cuál
es su recuerdo más bonito?
—Primero
una nieta y ahora la bisnieta. Tiene dos años ya y nos dio una gran
alegría. ■
2. VOCABULARIO NAVARRO de José María Iribarren
San Ireneo |
garapitero. Es voz típica de Navarra. Se llama así al que
por un tanto alzado arrienda y cobra cierto derecho municipal,
llamado garapito (antiguamente carapito, palabra que proviene de una
medida antigua) sobre las transacciones de los vinos. Y al medidor
oficial del vino y del aceite. [Zona Media y Ribera.]
Los de
Valtierra suelen decir, no se sabe por qué, que su patrón, San
Ireneo, fue garapitero.
II Por
extensión se aplica este nombre al criado o criados que ayudan en
sus operaciones al garapitero. Véase garapito.
garapito.
Palabra típica de Navarra. Arbitrio o impuesto sobre la exportación,
que grava las operaciones de medición y carga de vinos, vinagres y
aguardientes que se extraigan de la localidad. [Ribera, Zona Media.]
A la vez que un arbitrio antiquísimo y de muy buenos rendimientos,
es un servicio municipal para facilitar las operaciones de venta y
exportación de los líquidos sujetos al pago, toda vez que el
rematante del arriendo (el garapitero) queda obligado a mostrar a los
compradores las bodegas o almacenes donde haya líquidos para la
venta; a practicar (o inspeccionar en su caso) la medición con las
vasijas o medidas oficiales, llevando la cuenta de lo medido; y por
último, a liar y cargar los envases. Igualmente suele quedar
obligado a prestar los útiles necesarios para la práctica de dichas
operaciones, como son los pellejos (odres) envasadores, escalera,
cuerdas, etc. Proviene esta palabra de la de carapito, medida antigua
para vinos, que aparece en una donación hecha en 1240 por el Obispo
de Tarazona García Frontín, y en el Fuero General. La cita de la
donación de 1240 figura en el Diccionario de Navarra de Ochoa.
Pamplona, 1842, pág. 49.
3. JOSÉ MIGUEL IRIBERRI (Plaza Consistorial)
EL AÑO DE
DESCALZOS DN 16.01.2010
Parece como
si el ascensor de la muralla hubiera rescatado la calle Descalzos del
olvido, o al menos del letargo en el que cayó después del
aterrizaje de Cultura en el Patio de Gigantes. Cinco inmuebles han
entrado en el programa municipal de renovación de viviendas. Para el
verano, se anuncia la inauguración de un edificio levantado sobre
las demolición de tres. Este año de 2010 será el año de
Descalzos, de la calle de los Descalzos, la del convento de frailes,
la antigua rúa principal del barrio de las Carnicerías,
cortavientos del burgo de San Cernin.
Suele
comentar un ex secretario del ayuntamiento y vecino del Casco Viejo,
que la histórica parcela del barrio, la estrecha y alargada 'parcela
gótica', juega contra el futuro de sus calles. Juega y gana. Las
fachadas de los edificios derribados en 2008 para la renovación
-números 23, 25 y 27-tenían entre 3,30 y 4,20 metros de fachada y,
por tanto, de ancho de edificación. Sobre los tres solares se
levanta un único inmueble con viviendas del siglo XXI. Futuros
proyectos suman hasta cuatro de las antiguas parcelas allí mismo.
Una nueva calle se levanta en Descalzos. Verdaderamente, al unir el
barrio viejo con la Rochapea nueva, el ascensor abrió la muralla y
rompió el fondo de saco en el que se había metido la calle.
Como si
fuera un termómetro que va tomando la temperatura, el comercio fue
cerrando de año en año las bajeras. El fondo de saco urbanístico,
el abandono de viviendas y el corsé de la 'parcela gótica'
provocaron la bajada definitiva de persianas años antes de la
irrupción de las grandes superficies. Hay vida todavía en algunas,
contadas, bajeras pero da la sensación de cierre general, desde la
entrada por Jarauta hasta la salida por San Lorenzo.
Sin embargo,
la calle contaba con bares famosos de tinto y txistor, como El 24, y
comercios populares, entre los que llegó a destacar por las cuña
publicitarias La tienda de Jesús Obrero (¡Aupa Manzaneque!), "que vende barato y
por poco dinero". De una casa cercana a la fuente salía Ramona
Beorlegui de madrugada, por San Blas, con las figurillas de caramelo
y los roscos recién horneados para el mercadillo de San Nicolás. Y
a falta de cigüeñas, decíamos que "por San Blas, a Ramona
verás". Y acertábamos. Ella llevaba la cuenta del siglo.
Antes del
ascensor y del 'renove' de edificios que levantan hoy la nueva calle.
1 comentario:
Bonita recopilación historica Pachi.
Navrazon.
Publicar un comentario