Tomado de Navarra Confidencial |
Para situar mejor el tema del euskera en Navarra, es bueno darse un baño de realidad:
El 6,7% del conjunto de los navarros utiliza el euskera de modo
cotidiano.
Así se desprende del último estudio publicado por
Klusterra Soziolingüístika “VII medición del uso de las lenguas
en la calle”, presentado en la Universidad Pública del País Vasco
y que concluye también que dicho uso es del 8,8% en Vizcaya, del
31,1% en Guipúzcoa, y del 4,6% en Álava.
Respecto a Pamplona, el
estudio cifra el uso en un 2,9%.
De Tafalla (ver final del artículo), mejor ni hablamos
Antes de empezar, echad una ojeada a la liada que tienen en Bilbao, capital del mundo:
Antes de empezar, echad una ojeada a la liada que tienen en Bilbao, capital del mundo:
Lengua vasca y convivencia por Iñaki Iriarte
En
varias ocasiones me habrán leído que la cuestión del euskara lleva
camino de convertirse en la principal fuente de antagonismos de la
política navarra. Ni la renta básica, ni el TAV, ni la memoria de
las matanzas de 1936, nos crispan. Es verdad que el recuerdo de los
asesinatos de ETA todavía causa una lógica tensión, pero cada vez
lo hará en menor medida. Por el contrario, las políticas relativas
al euskara generan una animadversión creciente. Cabe temer, incluso,
que en algunos años la cuestión pueda derivar literalmente en un
enfrentamiento civil. Por eso, creo que quien acierte a ofrecer una
fórmula capaz de sosegarnos y de acercar posturas recibirá el apoyo
mayoritario de la sociedad navarra. Ésta reúne muchas de las
cualidades para superar definitivamente la crisis y volver a destacar
como una tierra próspera, libre y razonablemente equilibrada. Pero
si se obstina en adentrarse en el laberinto, a la busca de su
auténtico yo, terminará encontrándose con la pobreza, la
incomprensión y el odio.
La realidad es terca: 1993: 7,5; 2016: 6,7 |
Lo
primero que tenemos que asumir todos es que quien piensa diferente no
es un traidor ni un “mal navarro”. En una reciente comparecencia
en el Parlamento de Navarra, por ejemplo, escuché nada menos que en
cuatro ocasiones la irresponsable acusación de “euskarofobia”,
la nueva versión del viejo y peligroso anatema de “enemigo del
euskera”. Comprendo que para algunos el vascuence puede ser un
factor de cohesión, una “casa” que nos permitirá seguir siendo 'nosotros' y reconocernos en un mundo crecientemente complejo,
“líquido” y globalizado. No es un absurdo pensar así, pero en
una sociedad abierta nadie se puede tomar como una ofensa que haya
quien juzgue esa pretensión innecesaria e irrealizable y que
considere que sólo serviría para malgastar recursos y generar
desigualdades -cuando además, de hecho, ya tenemos una “casa común” con una capacidad comunicativa que se cuenta por centenares
de millones de hablantes-. Nadie siente fobia hacia el euskara ni
hacia los vascoparlantes. Lo que se discute es que debamos
embarcarnos en la recuperación global de la lengua (extendiéndola
incluso más allá de donde se habló alguna vez) y, sobre todo, que
quienes la aprendan deban tener un acceso prioritario al empleo
público, las subvenciones, los recursos educativos y culturales,
etc.
Se
repite a menudo que Navarra tiene “dos lenguas propias”, una de
las cuales habría sido históricamente “minorizada” y que ahora
tocaría “normalizarla”. De estas afirmaciones, aparentemente
inocuas, se quiere sacar la conclusión de que debe tenderse a que
ambos idiomas sean conocidos por todos. Por mi parte, nunca he
entendido cómo una lengua puede pertenecer a quien ni la habla, ni
desea aprenderla. Además, en la medida en que la realidad
lingüística tiene un carácter dinámico, más nos vale ir
asumiendo que las lenguas de Navarra son de hecho aquellas que hablan
los navarros y que su número supera ya el centenar. Aunque, por
supuesto, ni tenemos que aprenderlas, ni rotular en ellas. La ley,
ciertamente, reconoce el derecho de cualquier navarro a conocer y
usar el euskera, pero ese derecho no entraña una obligación de
entenderlo y no deja de ser una obviedad en una democracia.
Haz favor de pinchar |
¿Acaso
alguien podría decirnos que no tenemos derecho a conocer y usar el
alemán, el ruso o el tagalo? Otra cosa es que los demás tengan que
sufragarnos las clases o atendernos en esos idiomas.
Precisamente,
el mantra de la “lengua propia” sirve de premisa a medidas, a mi
juicio, discriminatorias en el borrador de la ordenanza del euskera
de Tafalla, que recientemente he tenido ocasión de leer. Por
ejemplo, en su artículo 21 se establece que el euskera aparezca
obligatoriamente en cualquier tipo de comunicación pública que
generen “las asociaciones, clubes, fundaciones, colectivos, grupos,
ONGs, etc., que reciban subvención municipal”. En cambio, “los
colectivos de funcionamiento exclusivo en euskera podrán usar
públicamente solo esta lengua”. Esto consagra una situación de
asimetría: una comunidad lingüística, la mayoritaria, tendrá
deberes para con la otra, la minoritaria, pero, en cambio, esta no
los tendrá para con aquella. Todo en nombre de la “normalización”.
Al parecer, la desigualdad tiene que convertirse en lo normal.
En Vera de Bidasoa, sólo Bera; en Peralta... |
¿Amar
al euskera? Muy bien. Pero no al precio de arriesgarse a socavar la
convivencia.
Iñaki
Iriarte López es profesor de la EHU/UPV y parlamentario foral de UP
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