miércoles, 21 de octubre de 2015

Cataluña: menores desprotegidos


En las fiestas populares, a lo largo y ancho de España, con la llegada de la democracia, han ido desapareciendo, o modificándose, una serie de tradiciones que implicaban un sufrimiento para los animales, participantes involuntarios en dichos festejos.
Estoy pensando en los gansos de Lekeitio, la cabra que se arroja desde el campanario en Manganeses de la Polvorosa (Zamora), los patos de Sagunto... o, a un nivel infinitamente menor y más cercano, la "tranca" de Gallipienzo.
Otros festejos, relacionados con el toro (toro de La Vega, corridas, toro embolao, ensogado, encierros...), continúan a pesar de tener, en algunos casos una oposición creciente. Alguno, como el Toro de La Vega (ya prohibido algunos años por el Gobierno de Franco) parece tener los días contados. Otros, como las corridas de toros, ya han sido prohibidos en Cataluña...
En fin, que da la impresión  de que hay cada día una mayor concienciación (aparentemente, ¡ojo!) en el tema del sufrimiento de los animales. 
Aunque esa mayor concienciación se mezcla, a veces muy claramente, con fines políticos. Hemos visto por estas tierras a grupos proetarras disfrazados de ecologistas, pacifistas, antimilitaristas ("la mili en ETA militar").
Esa mayor concienciación frente al sufrimiento animal no creo que sea verdadera, si no va acompañada de la compasión hacia las personas. Me río yo de la concienciación de quienes desean que el toro mate (leed los comentarios, pero sólo un poquito) a todo lo que se le ponga por delante.

Accidente grave
Pero hoy quiero destacar un festejo en el que el sufrimiento (cuando se da) es para las personas. Es un asunto que ha pasado, hipócritamente, desapercibido y que no tiene ninguna "coordinadora anti" ni, que yo sepa, oposición alguna.
Al revés, bien recientemente, en 2010, entraron a formar parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, con el apoyo del Parlamento catalán (unanimidad de todos los grupos), de la Generalitat, del Gobierno de España... 
Y me da la impresión de que tanta unanimidad esconde algo. Porque no creo que sea yo el único indignado.
Indignado porque un país como Cataluña, con una sensibilidad tan fina hacia el sufrimiento de los toros -hasta el punto de prohibir en su territorio las corridas-, sea, paradójicamente, insensible hacia el dolor, el miedo, el pánico de sus propios hijos, los niños catalanes.
Hace un mes grabé en Cambrils la construcción de torres humanas, los castells. Como era mi bautismo, pregunté a unos castellers por el índice de caídas. Y me dijeron que muy bajo, del 0'...%. Luego he leído que era bastante mayor. Pero lo que vimos allí debió de ser una exageración: de 8 que levantaron, cayeron 4: el 50%.
No tenía, en principio, nada en contra de los castells. Al revés, produjeron en mí gran emoción y sentimientos muy fuertes de solidaridad. Rabia y frustración en las caídas. Pero... 
... Allí, y en todos los sitios, y siempre, quienes coronan los castillos son los niños. Y son estos, lógicamente, quienes caen desde más altura. A pesar del casco (desde 2006, tras un accidente mortal de una niña), a pesar de que la piña humana, alrededor del piso base de la torre, absorbe, a su costa, parte del golpe, el riesgo, especialmente para los chavales, es evidente. De hecho, uno de los grupos de Cambrils no hizo el tercer y último de sus castillos porque los críos habían cogido miedo.




Repito: no tenía, en principio, nada en contra de los castells. Al fin y al cabo, los coscorrones son libres... pero para los adultos.

Sin ir más lejos, en Pamplona (donde tenemos bastante fama de brutotes), hubo, desde el 79 al 87, unos años de encierros "chiquis", que fueron prohibidos en aras de la protección del menor. Recuerdo también que en 2007 un padre corrió con su hijo de 10 años delante de los mansos de cola (los que se sacan cuando ya ha pasado la torada, por si ha quedado algún toro suelto). Además de la sanción económica, se le retiró al padre el régimen de visitas al hijo. Quien conoce un poco el encierro sabe del escasísimo riesgo que sufrió ese niño, cocretamente con esos mansos.

Por el contrario, es evidente el riesgo que corren los chavalicos (entre 5 y 10 años) que coronan el castell. A pesar de que la cámara del niño que corona el castillo (el enxaneta) exagera, sin duda, la altura, en este vídeo se pasa miedo sólo de mirarlo:



Entonces, yo me pregunto: ¿Quién está consintiendo esta desprotección de los menores? Todos: la Unesco, el Estado español, la Generalitat, el Parlament con todos sus partidos, los propios padres... y madres.
¿Y por qué no se atreven a llamar al pan, "pan", y a la desprotección, "desprotección"? Por miedo a la fiera, para no enfadarla. 
Como habréis caído en la cuenta, esa bicha es el independentismo catalán. No hay castell sin que cerca (incluso coronándolo por un niño) haya una estelada.



La construcción de castells forma parte de la construcción nacional de Cataluña (¡lástima que su origen esté en Valencia!). Es uno de los símbolos más representativos. Y en esa tarea deben estar todos: mayores (en la piña), hombres (hasta Dani Rovira) y mujeres... niños y niñas ("absolutamente necesarios" para rematar el castillo).
Como veis, los derechos de Cataluña están por encima de los derechos de sus hijos más pequeños.
Pero... qui li posa el cascavell al gat?

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