Javier Novo, profesor del departamento de Genética de la Universidad de Navarra, y Javier Armentia. Foto CALLEJA |
Una conferencia de Javier Armentia en la Universidad de Navarra se preguntó esta semana por las razones del éxito de disciplinas que parecen científicas, pero no lo son, y por los problemas que tiene la ciencia para combatirlas
JESÚS RUBIO Pamplona
Contra las pseudociencias, buena ciencia
Iba a ser, y lo fue,
un encuentro para hablar de las pseudociencias y de su auge, de las razones por
las que hay gente que lee el horóscopo, aunque no le haga mucho caso, o crea en
invasores del espacio. Y acerca de asuntos más serios, como el éxito de
disciplinas sobre las que la mayoría de los científicos se han cansado de decir
que no tienen evidencia ninguna a su favor, pero que han logrado miles de
seguidores: la homeopatía, la bioneuroemoción, el reiki y tantos otros.
Sin embargo, quizá lo más interesante de la conferencia que el director del Planetario, Javier Armentia, ofreció el martes en la Universidad de Navarra, llegó al final, cuando se habló sobre algunos problemas de las ciencias de verdad que dejan terreno libre al avance de las pseudociencias. Habló Armentia, por ejemplo, de que el “compromiso con la exactitud” de los científicos puede complicar que sus mensajes lleguen al público: al limitarse a decir que no hay evidencias de que las ondas wifi no causan problemas de salud, al final muchos acaban creyendo que sí los causan, vino a decir Armentia.
Se habló incluso de ética, cuando Luis Montuega, el decano de Ciencias de la Universidad, planteó la necesidad de “divulgar mejor la buena ciencia” y de distinguir que “hay buena ciencia y ciencia pobre”. En ese sentido, Armentia abogó por que los investigadores publiquen “todos los ensayos” que se hacen en una investigación, tanto los que corroboran las hipótesis como los que lo hacen menos, o los que no llegan a terminarse, para que se sepa con exactitud la fiabilidad de una investigación. “Hacer pública esa ética nos puede salvar”, opinó el director del Planetario.
Durante su charla, enmarcada en un seminario del grupo Ciencia, Razón y Fe de la Universidad de Navarra, Javier Armentia habló, claro está, de las pseudociencias. Con un ejemplo reciente, el del yeti de Formigal, demostró lo crédula que es muchas veces la sociedad: un vídeo sobre un supuesto yeti abatido en los Pirineos se convirtió en viral cuando no era más que una treta publicitaria.
Al fin y al cabo, cerca de un 15% de la población forma parte de un grupo que los sociólogos llaman críticos desinformados, es decir, que sin saber mucho de ciencia recelan de ella. En ese grupo, advirtió Armentia, es donde arraigan las pseudociencias, esas creencias que tienen pretensión de ser tan reales como la ciencia, pero sin pasar por las pruebas que sí debe superar la ciencia.
Armentia fue enumerando los rasgos que distinguen a las pseudociencias:
Por cierto, ¿alguien sabe la diferencia entre un navrazo y un navrazo homeopático? ¿Os la digo? ¡El precio!
Sin embargo, quizá lo más interesante de la conferencia que el director del Planetario, Javier Armentia, ofreció el martes en la Universidad de Navarra, llegó al final, cuando se habló sobre algunos problemas de las ciencias de verdad que dejan terreno libre al avance de las pseudociencias. Habló Armentia, por ejemplo, de que el “compromiso con la exactitud” de los científicos puede complicar que sus mensajes lleguen al público: al limitarse a decir que no hay evidencias de que las ondas wifi no causan problemas de salud, al final muchos acaban creyendo que sí los causan, vino a decir Armentia.
Se habló incluso de ética, cuando Luis Montuega, el decano de Ciencias de la Universidad, planteó la necesidad de “divulgar mejor la buena ciencia” y de distinguir que “hay buena ciencia y ciencia pobre”. En ese sentido, Armentia abogó por que los investigadores publiquen “todos los ensayos” que se hacen en una investigación, tanto los que corroboran las hipótesis como los que lo hacen menos, o los que no llegan a terminarse, para que se sepa con exactitud la fiabilidad de una investigación. “Hacer pública esa ética nos puede salvar”, opinó el director del Planetario.
Durante su charla, enmarcada en un seminario del grupo Ciencia, Razón y Fe de la Universidad de Navarra, Javier Armentia habló, claro está, de las pseudociencias. Con un ejemplo reciente, el del yeti de Formigal, demostró lo crédula que es muchas veces la sociedad: un vídeo sobre un supuesto yeti abatido en los Pirineos se convirtió en viral cuando no era más que una treta publicitaria.
Al fin y al cabo, cerca de un 15% de la población forma parte de un grupo que los sociólogos llaman críticos desinformados, es decir, que sin saber mucho de ciencia recelan de ella. En ese grupo, advirtió Armentia, es donde arraigan las pseudociencias, esas creencias que tienen pretensión de ser tan reales como la ciencia, pero sin pasar por las pruebas que sí debe superar la ciencia.
Armentia fue enumerando los rasgos que distinguen a las pseudociencias:
- usar tecnología y la jerga científica de forma engañosa
- uso de anécdotas como prueba (las historias personales)
- lanzar afirmaciones extraordinarias que no han pasado pruebas también extraordinarias
- hacer aseveraciones indemostrables basándose en supuestos principios de autoridad, como el que “se usaran hace 5.000 años en China”
- contradecir los hechos científicos establecidos
- no corregirse nunca a sí mismos.
Por cierto, ¿alguien sabe la diferencia entre un navrazo y un navrazo homeopático? ¿Os la digo? ¡El precio!
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