domingo, 31 de enero de 2021

Carcajadas desde el féretro

La enfermedad avanzaba imparable y el confidente volvió a ingresar en el hospital, esta vez para no salir. Un mes duró esa última estancia en la clínica. Nuestro hombre había muerto llevándose con él su secreto. El fallecimiento causó honda conmoción entre sus correligionarios. No sospechaban que su pérdida causaría similar conmoción en el otro lado de la «trinchera».
La Marcha fúnebre del compositor Pablo Sorozábal atronó desde primeras horas de la mañana las calles de su localidad; en los accesos podían verse pancartas con su nombre en las que se ensalzaba la lucha abnegada del militante fallecido. A lo largo del día se fueron congregando cientos de simpatizantes, venidos desde distintos lugares del País Vasco para darle un último adiós. 
Los organizadores del acto impartían por megafonía diversas instrucciones y consignas a los asistentes. En las calles, la gente se apelotonaba a la espera del furgón fúnebre que las atravesaría conteniendo sus restos mortales. Por fin, llegó el vehículo que transportaba el cadáver, pero se detuvo a la entrada del pueblo. Allí mismo, en muestra de aprecio y deferencia, sacaron el féretro del coche e iniciaron la procesión fúnebre, encabezada por un grupo de jóvenes portando ikurriñas. El silencio se podía cortar. Algo más atrás caminaba, formando hileras a ambos lados de la calle, un gran grupo de personas blandiendo igualmente grandes banderas de Euskadi. La parte central de la procesión estaba ocupada por una fila de mujeres que exhibían retratos, sostenidos por palos, con las caras de terroristas muertos o presos en las cárceles. Algunas sostenían carteles dibujados con el anagrama de ETA -el hacha y la serpiente-, haciendo gala de un fervor cercano al fanatismo. Esos eran, ahí estaban, los símbolos de su verdadera fe o, más bien, los becerros de oro de su «ideología».
Desfilaban a continuación los líderes de HB, que no hacían ningún esfuerzo por disimular ante los suyos la evidencia de sus rostros compungidos. La procesión se completaba con la presencia de la desconsolada viuda, vestida con ropas oscuras y llorando a mares, caminando sola tras el féretro. Su marido, igual que ella, lo había dado todo por la «causa». Alguien de entre los presentes liberó su angustiado pecho profiriendo el grito de guerra: «Gora ETA militarra», emitido este con rostro crispado y alargando la última sílaba durante unos segundos. «Gora», respondió la masa con el mismo tono de rabia contenida. Y luego, de nuevo, el silencio.
El alma inmortal del confidente, cuyo cuerpo estaba siendo zarandeado sin piedad a causa del desacompasado caminar de los portadores del féretro, se regocijaba con la escenificación, que podía contemplar desde todos los ángulos y percibir en toda su insuperable y absurda irrealidad. Realmente, el espectáculo resultaba increíble. Toda aquella liturgia era para él. "Si ellos supieran", se dijo. Ahora podía por fin reírse de todo, sin temor a ser escuchado. Solo una persona, un guardia confundido entre aquella muchedumbre, podría quizá distinguir el sonido de sus sonoras carcajadas. 
La comitiva pasó por delante de la sede de HB, con la ikurriña a media asta, y antes de llegar a la iglesia, entonó al unísono el Eusko Gudariak, himno al soldado vasco que invita más que nada a la melancolía. A continuación se dirigió hacia el templo, abarrotado, donde tuvo lugar el funeral, muy emotivo y realizado íntegramente en euskera. Una vez finalizada la ceremonia religiosa, se celebró un acto político en el que intervinieron representantes de KAS, HB, y algunos amigos del militante fallecido. La caja que guardaba sus restos, cubierta por una ikurriña y una tela con el «Bietan jarrai», símbolo de ETA, presidía el sentido homenaje, en el que no podía faltar el baile del aurresku, danza viril ejecutada por un bailarín que, portando una chapela (boina) en la mano, levanta alternativamente las piernas hasta la cabeza mientras salta girando 360 grados sobre sí mismo al son del chistu y del bucólico tamboril. El espectro del confidente permaneció con gesto serio y sin mover un músculo, como correspondía a la solemnidad del momento. 
Para terminar el acto, un amigo de la familia, que en realidad lo era solo de la esposa, leyó emocionado su panegírico: «Tus últimos sueños suben al cielo por el horizonte, alumbrando el firmamento de Euskadi como una estrella brillante. Viviste y moriste en el exilio. Sabemos muy bien que el exilio es una de las armas que utiliza el Estado opresor para destruirnos. Con este acto no pedimos compasión, tampoco queremos reivindicar un victimismo fácil; simplemente deseamos ser justos contigo, que hiciste todo lo que estuvo en tu mano pensando en nosotros. Para levantar una Euskadi libre, socialista y feliz, entre otras formas de lucha, consideramos necesaria la lucha armada, y tú fuiste para nosotros un modelo a seguir. Tu muerte ha sido una gran pérdida por la manera ejemplar de enarbolar la bandera del Movimiento Vasco sin hacer dejación de tus convicciones. Esa es una clase de moral digna de elogio. Gracias a los que como tú habéis dado la vida por Euskadi, está subiendo cada vez más el movimiento popular, y aumentando cualitativamente la lucha armada. Adelante, gudari, no perderemos. No te decimos adiós, gudari; ¡hasta el día de la victoria!». Nuevamente, el alma del confidente se sintió abrumada por aquellos elogios y pensó de forma instintiva en el adiós que otros, sus verdaderos aliados, podían estar íntimamente dirigiéndole. En eso mismo pensaba el guardia-testigo de aquella escena inverosímil, que quedó fielmente reflejada en la prensa de la época. 

El cortejo se puso nuevamente en marcha camino del cementerio; tras el féretro se colocaron los amigos, portando coronas de flores remitidas por la familia y por diversas organizaciones relacionadas con el entramado etarra: KAS, AEK, Gestoras, LAB, HB, etc. Los gritos de apoyo a ETA y de «In-de-pen-den-tzi-a, In-de-pen-den-tzi-a» fueron en aumento. De esa manera realizó el confidente su último viaje, acompañado por aquellos individuos, e individuas, a los que tanto aborreció en vida. Algunos pidieron ver la cara del difunto. Abrieron la ventanilla de madera de caoba y pudieron verlo a través del cristal, con los ojos cerrados, y bien cerrados, y una tenue sonrisa dibujada en los labios. La última en pasar delante del féretro para darle el postrero adiós fue, naturalmente, su querida esposa. 

El lector entenderá ahora el motivo por el que, aun transcurridos tantos años desde su desaparición, no desvelo el nombre del confidente. No creo que decirlo añadiera nada sustancial a esta historia; sí podría, sin embargo, causar decepciones susceptibles de convertirse en manifestaciones y hechos desagradables que sin duda perturbarían su eterno reposo y su memoria. Nada más lejos de mi intención. Dejemos que los muertos descansen en paz. 
Todo había terminado. Quedaban tan solo en el aire los recuerdos, el sonido triste de los adioses y los ecos lejanos de las últimas canciones. Apiladas sobre su tumba, varías coronas de flores, entre las que destacaba una especialmente hermosa. Grabadas en la tela morada y anónima que colgaba de ella podían leerse estas palabras: «Nunca te olvidaremos. Gracias». El confidente se sonrojó al leerla. Y usted ya ha adivinado quién la enviaba.
"El Confidente", de J.R. Goñi Tirapu 

sábado, 30 de enero de 2021

ETA, dueña de vidas y familias

"Koldo" (pincha) dio la pista inicial que condujo a la desarticulación de Bidart

Goñi Tirapu nos cuenta los motivos por los que un "laguntzaile" (colaborador de ETA) se convierte en su confidente. No solo su mujer "hacía favores" a los tres del Comando Éibar. También su hija de 15 años. Y él, a dormir al sofá.
J.R. Goñi Tirapu

Me he referido antes a la relación, cuando menos peculiar, del confidente con su esposa. Sabemos ya -él mismo lo ha contado- hasta qué punto estaba seguro acerca de cuál sería la reacción de su mujer de conocer sus intenciones. 
Pese a todo, creo que él la quería o que, al menos, la quiso. Lo intuí a lo largo de nuestra conversación en mí coche, cuando confesó -seguramente porque necesitaba desahogarse- la verdad que le consumía. Me miró con los ojos empañados y, fijando la vista hacia el otro lado, lo soltó: «Mi mujer se acuesta con ellos». Lloraba. Permaneció un rato en silencio. Yo hice lo mismo. ¿Qué podía decir? Supuse que aquella poderosa razón lo explicaba todo, o casi todo. Nunca se sabe. Quizá lo único que pretendía era librarse del comando, y de su humillación, y continuar como si nada hubiera pasado. Pero uno no es nunca completamente dueño de su destino, y aquella decisión dio paso a otras que cambiarían definitivamente su vida.
Una mujer atiende a un policía herido en Eibar 
JAVIER FERNÁNDEZ

Era realmente una historia increíble. Muy fuerte. Todavía hoy, cuando la recuerdo, me invade una sensación de irrealidad que no me ha abandonado desde entonces. Aquel hombre sufría de verdad. Esa gentuza se había adueñado de su casa, de su vida, de su mujer... Escapar de ese infierno parecía imposible. 
Ellos, los intrusos que habían irrumpido en su propia casa, no podían desconocer el sufrimiento que causaban. ¡Qué ingenuidad pensar que a gentes de esa catadura pudiera importarles el sufrimiento ajeno! Eran los dueños y señores de la vida y de la muerte de cuantos se movían a su alrededor. En ningún momento dudaron de la mansedumbre de aquel pobre hombre que obedecía perrunamente sus órdenes. 
Y toda su seguridad se basaba en la miserable razón que daba sentido a sus vidas: la capacidad de provocar terror, de suscitar miedo. Gentes que todo lo vampirizan, que solo saben vivir a costa de la sangre y del sufrimiento de otros. En suma, la degradación moral más absoluta. 
En ella vivió, hasta que no pudo más, el confidente. Hasta que su cerebro se liberó de las miserables excusas -tipo "ellos confían en mí"- que hasta entonces le habían servido como coartada para soportar tanta miseria moral. 
José Luis Álvarez Santacristina, Txelis. EFE

El confidente contaba y no paraba. Ella, su mujer, vivía incondicionalmente entregada a la «causa». El día que recibió en su casa al comando, no sintió miedo, ni vergüenza. Nada de eso; se sintió orgullosa y honrada de que aquellos héroes, aquellos luchadores dispuestos a arriesgarlo todo en nombre del Pueblo, decidieran alojarse en su domicilio. Luego la consideraban de total confianza. No podía caber mayor honor. No había nadie que pudiera comparárseles, nadie tan valiente, ni tan desinteresado... Se sintió, en fin, importante ocultando en su vivienda a gente tan extraordinaria. 
Y el comando, que todo esto lo daba por supuesto, tomó inmediatamente posesión de la casa y de cuantos vivían en ella. Así que instruyó a su marido para que hiciera, sin rechistar, lo que en cada momento le ordenaran. 
Ellos eran el poder, y ella, su vicaria. De modo que, casi inevitablemente, llegó el día en el que uno de ellos la miró y ella sintió la necesidad de agradarle. Y de manera igualmente natural e inevitable se convirtió en una rutina agradar a los tres. 
Razón tenía el confidente al asegurar que su esposa no tardaría ni un segundo en ponerle en manos del comando, y de una muerte segura, apenas conocida su «traición». 
El descubrimiento por mi parte de aquel desgarrador secreto iluminaba muchos de los rincones oscuros del drama. 
"El Confidente", de J.R. Goñi Tirapu
Si queréis ver el alcance que tuvo esa confidencia, pincha en:


Los tejos del escudo de Guipúzcoa, en Ayete

Los 3 tejos del escudo de Guipúzcoa están en el Palacio de Ayete (pincha)
Primero quitaron del escudo al Rey. Luego, los cañones. Dejaron los asépticos (¡ya, ya!) tejos. Y Goñi Tirapu nos descubre que esos 3 tejos están en el Palacio de Ayete, residencia de verano de Franco (1940-75) y luego, del representante del Gobierno de España. Ahora, lógicamente, han corrido un (es)tupido velo.


José Ramón Goñi Tirapu fue gobernador civil de Guipúzcoa desde 1987 a 1990. Durante ese tiempo, las Fuerzas de Seguridad del Estado detuvieron a varios comandos etarras. Hacia el 2005, el ex gobernador descubre y relata en un libro -'El confidente'- que aquellas operaciones se hicieron gracias a un confidente que había logrado colocar en las mismas entrañas de ETA.
***
Al contarme el confidente que uno de los terroristas era navarro -yo también soy navarro de origen-, me vino a la memoria una anécdota muy significativa sobre Navarra y el escudo de la provincia de Guipúzcoa que contaré a continuación.
Navarra ha mantenido varias guerras fronterizas con Guipúzcoa desde que esta pasó a pertenecer al reino de Castilla en el año 1200. En 1321, ochocientos guipuzcoanos vencieron al ejército navarro en el desfiladero de Beotíbar, utilizando piedras como únicas armas. El 3 de diciembre de 1512, los guipuzcoanos, al servicio de la Corona de Castilla, atacaron la retaguardia del ejército del último rey de Navarra, Juan de Albret, apoderándose de sus cañones, en el puerto de Velate. El 20 de mayo de 1521, el guipuzcoano Ignacio de Loyola es herido por las tropas navarras (entre quienes estaban dos hermanos de Francisco de Javier)  mientras defiende el castillo de Pamplona, que había sido conquistado para el rey castellano Fernando el Católico.  Posteriormente, Ignacio y Francisco fueron amigos, jesuitas y santos.
1978                  1986

Los nacionalistas han querido borrar los vestigios históricos de estas guerras entre Guipúzcoa y Navarra para convencer a sus partidarios de que las dos provincias han permanecido siempre juntas y dentro de los límites de su mítica Euskal Herria, la tierra de los vascos. En los primeros años de la democracia llenaban de pasquines las calles vascas con el lema «Nafarroa Euskadi da» (Navarra es Euskadi) durante las campañas que hicieron para tratar de anexionar Navarra al País Vasco.
En las primeras elecciones municipales democráticas, celebradas el año 1979, fui elegido diputado provincial de la Diputación Foral de Guipúzcoa. En aquellos momentos, cuando la citada consigna anexionista estaba en su mayor auge, los representantes nacionalistas en la Diputación guipuzcoana decidieron borrar para siempre de la historia de nuestra tierra los símbolos que pudieran recordar la verdad: que los guipuzcoanos habían estado históricamente unidos a España, o a la Corona de Castilla, durante setecientos años, y que, además, ayudaron a esta a ocupar el reino de Navarra. 
Por esta razón, los nacionalistas aprobaron una norma por la cual se eliminaba del escudo de Guipúzcoa la efigie del rey Alfonso VIII de Castilla (otros dicen Enrique IV “el impotente”), que precisamente figuraba en él por haber otorgado nuevos fueros a la provincia y confirmado los existentes. Los muy ingratos se cargaron del emblema al rey que más había contribuido a establecer los tan cacareados «derechos históricos», que no eran más que unos privilegios otorgados por los reyes a algunas poblaciones españolas. Si hoy una ciudad del resto de España reclamara la capacidad soberana de recaudar todos los impuestos solicitando ese «derecho» en base a unos fueros obtenidos setecientos años atrás, la carcajada por la ocurrencia podría ser épica. Los cinco diputados no nacionalistas, entre los que se encontraba Jaime Mayor Oreja, no pudimos evitar la tropelía: ellos eran catorce. El escudo de Guipúzcoa se quedó sin el rey español.
Meses más tarde, otro diputado nacionalista tuvo la infeliz ocurrencia de eliminar del citado emblema heráldico los doce cañones, que hasta entonces habían logrado pasar inadvertidos. El brillante diputado quedó escandalizado al saber que los simbólicos cañones figuraban en nuestro escudo en recuerdo de los requisados por los guipuzcoanos a los navarros en la batalla de Velate. La contradicción era evidente, incluso para ellos: por un lado, lo que los nacionalistas machaconamente repetían en sus eslóganes, y por otro, la cruda realidad histórica del escudo con sus cañones, que llevaban allí quinientos años. 
A partir de esa fecha, al emblema guipuzcoano le quedaron solo tres tejos, árboles de la especie de las coníferas. La botánica debió parecerles en aquellos momentos lo suficientemente aséptica como para permitir su permanencia en el escudo. Al parecer, aquí terminan las peripecias, poco conocidas, de un escudo vapuleado y desplumado por el régimen nacionalista. Pero no me resisto a contar una anécdota, que hasta ahora ha permanecido inédita, que estuvo a punto de provocar una catástrofe heráldica que hubiera dejado en blanco al «pobre» emblema.
El palacio donostiarra de La Cumbre, ubicado en una atalaya frente a la bahía de la Concha de San Sebastián, en el barrio de Ayete, y rodeado de una hermosa finca arbolada, fue rehabilitado y dotado de fuertes medidas de seguridad durante mi gestión. Allí se celebraron algunos Consejos de Ministros de Justicia e Industria europeos, y allí viví con mi familia mi última etapa como gobernador. 
Un ingeniero agrónomo catalogó todos los árboles, y cuál fue mi sorpresa cuando me comunicó que en la finca se encontraban tres tejos con más de quinientos años y que se trataría, seguramente, de los ejemplares más antiguos de Guipúzcoa. Ni más ni menos que de la época del antiquísimo escudo de la provincia, pensé. Poco después, el 10 de julio de 1989, invité a comer en La Cumbre a Imanol Murua, diputado general de la Diputación de Guipúzcoa. Mientras paseábamos por el jardín, Murua se fijó en los tejos y me miró con preocupación, preguntándome si podrían ser los tres del escudo. Le respondí que eran muy antiguos, y preguntó sí sería posible trasplantarlos a otra zona. Sorprendido, le comenté que sería una barbaridad hacerlo por el riesgo que correrían. Seguramente, Imanol no podía aceptar, como buen nacionalista, que aquellos árboles que simbolizaban a Guipúzcoa estuvieran en la residencia del representante del Gobierno de España. Un tanto alarmado, pensé que los tejos del escudo estaban en peligro. Afortunadamente, el asunto se olvidó y, todavía hoy, permanecen en su lugar los tejos de La Cumbre y los del escudo. 
"El Confidente", de J.R. Goñi Tirapu

viernes, 29 de enero de 2021

El niño de la hogaza, por Estafeta 11

2009-1954
Llevo décadas detrás de la foto del "Niño de la hogaza", de Inge Morath. Me he recorrido todo lo viejo, dejando en los comercios más parecidos al de 1954 la foto y mi teléfono. He preguntado a los sabios por ella... Todo en vano. Al final, porque no estoy muy seguro, voy a arriesgar. A ver qué os parece.
Estamos es la Estafeta, en Zarranz, "ropa de mujer". He dibujado una línea roja que recorre lo que abarca la foto del niño. Como veis, aparte de la ligera pendiente, parece que nada tiene que ver una imagen con la otra.
La clave me la ha dado esta foto de un Encierro de 1962:
1962
Como he dicho, no estoy muy seguro, porque hay muchas diferencias en tan corto (8 años) espacio de tiempo:
- las losas de la acera y la calzada son diferentes (y eso "manda" mucho y me hace pensar en la calle Nueva, San Antón...)
- el portal que está al lado del niño no está en la foto de Zarranz...
Pero también hay parecidos muy significativos que inclinan la balanza por el sí:
1962-1954
1. La ligera pendiente, similar en ambas fotos
2. El escalón de la tienda del platero Carrasquilla, un poco retranqueado respecto a la fachada. El "diseño" del escaparate es similar. Las diferencias se deben a la distinta perspectiva desde la que se han sacado ambas fotos
3. El escalón del siguiente portal (el 13), por poco, pero también se ve en la foto del "Niño de la hogaza"

Memorias del V.P. nos cuenta la historia de estos comercios:
"Más tarde en los años 50 la carnicería de Narciso Iriguíbel, donde hoy esta Zaika y a su lado, a partir de 1938, Juan Zarranz Bermejo instalaría una mercería, más tarde tienda de ropa mujer, que regentaría luego su hijo Miguel y hoy la tercera generación encarnada por Irene Zarranz, la foto de su local que acompaño, (la mayoría de las fotos son de encierros sanfermineros) es de finales de los 50 o primeros 60 (aparece en los encierros de 1962); posteriormente a comienzos del siglo estaba la platería de Gregorio Carrasquilla, que también tenía taller de joyería, -en los años 50 todavía estaba en activo, con Jesús Carrasquilla de titular- y que también aparece en la foto."
Sería ideal encontrar alguna foto, cercana a 1954, de la platería de Carrasquilla, pero con más campo visual. Para confirmar... o descartar.

jueves, 28 de enero de 2021

SF 1978: Los Sanfermines que empezaron en mayo

40ª Aniversario. Homenaje a Germán Rodríguez y Ioseba Barandiarán
Aunque ya antes habían muerto el Comandante Ímaz (26.11.77) y el Inspector José Manuel Baena (11.01.78), es sobre todo en el mes de Mayo de ese aciago 1978 (64 asesinados por ETA) donde encontramos los antecedentes de los sucesos de los Sanfermines de ese año en el que murió de un balazo Germán Rodríguez.
Desde el 10 de mayo hasta el 6 de julio, el ambiente estuvo marcado por las consecuencias del crimen de Eseverri. La muerte de Juan Antonio Eseverri, agredido en la calle Chapitela en Mayo de 1978 condicionó los sucesos de los Sanfermines de ese año. Además del linchamiento físico, sufrió un linchamiento social. Su muerte, según sentencia, no fue un asesinato, sino un homicidio. Hoy ni siquiera aparece en las listas de víctimas del terrorismo
Antigua cárcel de Pamplona

Antes del 10 de Mayo.
Previamente, como respuesta a la entrega de Vicente Aldalur (21.04.78), por parte de las autoridades francesas,  el día 28 de Abril inician huelga de hambre 9 reclusos de ETA en la cárcel de Pamplona "para lograr una respuesta popular masiva". En su comunicado, consideran "la lucha armada como única forma para conseguir la afirmación de identidad como pueblo y de presión en favor de la lucha de clase de los trabajadores vascos por su liberación nacional y social".
Del día 5 de Mayo al 7 se encierran en el Ayuntamiento de Pamplona unas 20 personas, familiares de presos de ETA con el fin de presionar en la consecución de la amnistía. A su salida, son aplaudidos por unas 300 personas que por el Casco Viejo cruzaron algunos vehículos y hostigaron a las FOP. 
Del día 8 hasta el 14 de mayo está programada una Semana Pro-Amnistía. Dicha Semana consiguió también movilizaciones y encierros en el Ayuntamiento de Estella y en la iglesia de Santa María de Tudela.
Es en este contexto en el que se produce el atentado es el que falleció el guardia civil Manuel López González,

Manuel López González (09.05.78)

El lunes 9 de Mayo, a las 00:45 de la madrugada, en la Cuesta de la Estación, muy cerca del Portal Nuevo, un artefacto explosivo escondido en la base de una farola fue activado al paso del "Jeep" de la Guardia Civil -que volvía a casa tras prestar servicio en la Estación de la RENFE-, resultando heridos los cuatro guardias (uno de ellos hermano de la víctima mortal). La rotura de la aorta de Manuel López González determinó que éste muriera hacia las 7 horas de esa misma mañana.
En el funeral, celebrado a las 12 h. del martes día 10 en la iglesia de los Paúles, el capellán Luis Mª Royo habló de la soledad y el abandono en el que se sienten los guardias y de las ausencias y silencios cómplices.
Hacia las 13 h. se formó una manifestación, con gran parte de los asistentes al funeral (familiares, compañeros y amigos del asesinado), que se dirigió a la Plaza del Castillo y Plaza Consistorial, donde exigieron que ondeara la enseña nacional y que lo hiciera en el mástil central. Un ordenanza así lo hizo.

Juan Antonio Eseverri Chaverri (10-17.05.78)
Pero los incidentes más graves se dieron por la tarde-noche de ese 10 de Mayo, como señala el DN del día siguiente:
El pueblo no perdonará
Ataque a la sede de LKI 
Al parecer, sobre las siete de la tarde, se concentraron en la Plaza de la Cruz entre 200 y 300 personas "de extrema derecha" (así los califica DN) que se encaminaron hacia la Plaza del Castillo. Para entonces había en las calles del Casco Viejo un ambiente de tensión y expectativa, dado que a la mañana ya se habían manifestado los amigos del guardia asesinado y los días anteriores grupos proetarras protagonizaron incidentes contra la policía y de apoyo a ETA. Muchos bares de la zona cerraron sus puertas antes de esa hora y otros lo hicieron al poco de comenzar los enfrentamientos. Algunos de los de "extrema derecha" se tapaban la cara con pañuelos negros y algunos de los contrarios estaban encapuchados. 
Entre ocho menos cuarto y ocho, un grupo llegó hasta la sede de LKI (Liga Comunista Revolucionaria), en el número 31 de la calle Zapatería, primer piso
"Eran unos treinta o cuarenta -nos informaron- y algunos han subido las escaleras, pero nosotros hemos resistido y hemos atrancado la puerta con palos de pancartas. Han golpeado la puerta con cadenas y palos y han efectuado un disparo a media altura que ha traspasado la puerta, incrustándose la bala en el techo de la habitación. Estábamos dentro nueve o diez personas"
Una de las actuaciones concretas de la Policía Armada fue acudir a la sede de LKI, en la calle Zapatería, tras las llamadas de algunos partidos y céntrales a Comisaria indicando que había sido atacada la sede de ese partido. En esa zona de la calle Zapatería se produjeron graves enfrentamientos de grupos con ladrillos y material recogido de una bajera donde se realizan obras. Según fuentes oficiales, a la llegada de la Policía Armada se lanzaron contra sus miembros varios cócteles molotov desde arriba. 
La Policía Armada subió a la sede de LKI, cuya puerta seguía atrancada. Hubo disparos de pelotas de goma. A las nueve y cuarto y por megáfono se requirió a los que estaban en la sede del partido que salieran del edificio con tranquilidad y con las manos en alto. Salieron todos y los cachearon. Eran unos treinta o cuarenta que fueron introducidos en los portales a la espera de la llegada de los coches policiales en los que fueron trasladados a Comisaría. En el registro que inmediatamente después hizo la Policía aparecieron en el piso garrotes y botellas con líquido inflamable.

Detenidos y protestas al gobernador A últimas horas de la noche permanecían detenidos en la Comisaría de Policía de Pamplona unas 52 personas, que fueron puestas en libertad tras las diligencias correspondientes.
También requisó la policía gran cantidad de objetos contundentes empleados en los enfrentamientos de la calle, así como varios cócteles molotov preparados. No fue recogida ningún arma, aunque fueron varios los testigos oculares que denunciaron su exhibición. 
A primera hora de la noche una comisión de representantes de partidos políticos y centrales sindicales (LKI, PSOE, UNAI, CCOO., UGT y SU) acudieron al gobierno civil en donde se entrevistaron con el Comisario Jefe de Policía ya que el Gobernador no los pudo recibir. Los representantes protestaron por las detenciones practicadas en la sedé de LKI, a lo que el Comisario respondió que esta actuación estuvo motivada porque en dicha sede se había refugiado gente que huía de la policía tras atacarla. Protestaron asimismo por los desmanes de la "extrema derecha". Los representantes pidieron la libertad inmediata de todos los detenidos, a lo que el Comisarlo contestó que esa noche debían practicarse las diligencias correspondientes y que hoy pasarían al juez. Asimismo les señaló que hoy a las 9 de .la mañana serían recibidos por el Gobernador Civil señor Llano.

Natural de Sangüesa y trabajando en Villava
El herido de mayor gravedad
es Juan Antonio Eseverri Chaverri, navarro dé 57 años, casado, subteniente de la Guardia Civil destinado en el puesto de Villava y domiciliado en el barrio de San Juan. Ingresó algo antes de las nueve de la noche en la Residencia Sanitaria "Virgen del Camino" tras ser agredido en la calle Chapitela. Presentaba tres heridas abiertas en la cabeza por otros tantos golpes, así como cuatro heridas por arma blanca en la mano derecha, cuello y abdomen. El señor Eseverri estaba casado, no tenía hijos y desempeñaba el puesto de Jefe de Línea en el cuartel de Villava, donde llevaba año y medio tras haber permanecido durante 14 años en Pamplona. La familia del Sr. Eseverri es de Sangüesa, donde vive su madre, y su padre perteneció asimismo a la Guardia Civil. 
La sentencia recoge la siguiente versión: Eseverri volvía a su domicilio, vestido de paisano, cuando se cruzó con grupos de personas que estaban atravesando coches en la calzada para enfrentarse a los que venían de la Plaza de la Cruz. El subteniente les recriminó su actitud. Uno de los aludidos le dio un fuerte empujón, abriéndosele la chaqueta y quedando al descubierto su pistola reglamentaria, incrementándose el tumulto a su alrededor. Descubierto, Eseverri disparó al aire para protegerse. Uno de los implicados le agarró del brazo e hizo que soltara el arma. Jesús María Suescun Irujo esgrimió el cuchillo que solía llevar consigo y, arengado por sujetos indeterminados (“darle más, matarle”), le asestó tres puñaladas: dos en el cuello y una en el abdomen. Otros individuos, cuya identidad no consta en la causa, en un linchamiento en toda regla, aprovecharon para arremeter contra el subteniente, “propinándole toda clase de golpes, especialmente en cabeza y tórax”. Eseverri no pudo recuperarse de sus múltiples traumatismos y heridas de arma blanca, falleciendo una semana más tarde en el hospital.
Sesión Ayuntamiento. Dos concejales. AMP

Archivo Linz, sobre Juan A. Eseverri. 
"Los familiares acusan al subteniente Eseverri de estar al frente de los grupos incontrolados y de haberse enfrentado a las personas que estaban en la calle de Chapitela. Añade que las heridas causadas no fueron de gravedad y que ignoran si el fallecimiento se produjo por un fallo médico, rechazando que la causa fueran las contusiones recibidas durante el incidente".
Como se ve, los familiares de los cinco procesados, en un intento de "quitarles el muerto de encima", no hablan de navajazos ni de linchamiento, sino de "heridas, contusiones", explican el fallecimiento por "un fallo médico" y ponen a Eseverri "al frente de los grupos incontrolados".

Prince 1978 AMP

Wikipedia
: Todavía peor trata a Juan A. Eseverri Wikipedia que, para más inri, confunde la fecha de la agresión (10.07. 78) con la de la muerte: 
"El 17 de mayo, unas semanas antes de los sanfermines, en un enfrentamiento en una de las salidas de los grupos franquistas, en la calle Chapitela, murió de un navajazo uno de los miembros de los "guerrilleros" (franquistas), resultando ser el subteniente de la Guardia Civil Juan Antonio Eseverri que no estaba de servicio".
Nadie presenta pruebas, documentación... y Wikipedia, que suele exigir referencias, en este caso de Eseverri no ha pedido ninguna y no ha comprobado ni fechas ni número de detenciones ni la secuencia de acontecimientos. Un desprecio a una víctima de lo que luego se llamará "kale borroka" o terrorismo callejero.

Detenciones y 1er encierro. Durante los días 18, 19 y 20 de Mayo, fueron detenidos un total de 12 individuos, presuntos autores de la agresión y muerte del Subteniente Eseverri, entre ellos tres menores de edad, que habían participado en la ocultación de la pistola sustraída al Subteniente (cuyo número apareció borrado) y que igualmente confeccionaron cócteles molotov y agredieron al fallecido. 
De los 12, fueron procesados 5, de los que 3 quedaron en libertad bajo fianza el mismo 6 de julio.
04.07.78 (M.V.P.)

Chupinazo y 2º encierro. A las 12'00 horas fue lanzado el tradicional cohete por el que se anuncia el inicio de las fiestas de San Fermín, pero que, al permanecer encerrados 8 jóvenes en el segundo piso del Ayuntamiento -desde donde normalmente suele lanzarse el cohete-, hubo que hacerlo desde el primero, observándose la ausencia de banderas y apareciendo los mástiles en los balcones del segundo piso completamente vacíos.

4 de julio del 78. La imagen muestra a las claras quiénes mandaban en el ayuntamiento. La amnistía que exigen es para los procesados por la agresión mortal a Juan A. Eseverri. Hay que recordar que ocho meses antes, el 9 de diciembre de 1977 abandonó la prisión de Martutene el último preso de ETA, Fran Aldanondo, tras la amnistía del 15.10.77. Por escasos días no hubo ningún preso de ETA. Pero la dinámica "atentados-presos-petición de amnistía-más atentados..." no se detuvo.
En la pancarta colgante de la derecha, encima de "ARRANKEMOS", se lee: "4+3=1". Es el "Zazpiak, bat", la unión política de los 4 territorios vascos (Navarra incluida) sometidos por España y los 3, sometidos por Francia. Ese es el objetivo final de los encerrados.

El día 8 de Julio.
Como ha quedado dicho, "los familiares de los detenidos por su implicación en el apuñalamiento marcaron la agenda. Había ocho acusados, tres de ellos menores, y cinco fueron enviados a prisión preventiva. Sus simpatizantes, incluidos miembros de algunas peñas sanfermineras, se encerraron dos veces en el Ayuntamiento. El segundo encierro fue poco antes del chupinazo, lo que obligó a que por primera vez el cohete se lanzara desde el primer piso, en lugar del segundo. En la fachada colgaba una pancarta en la que se leía «Para San Fermín, todos a casa». Con ese ambiente se llegó a los Sanfermines y a la corrida del día 8. Varios espectadores de los tendidos de sol (la zona habitualmente ocupada por las peñas) descendieron al ruedo y desplegaron una pancarta en la que se leía «Amnistía total, presoak kalera, San Fermín sin presos». La acción fue recriminada por varios espectadores de la zona de sombra, hubo un cruce de insultos y forcejeos y un mando de la Policía Armada que se encontraba en el exterior ordenó la entrada de los agentes en la plaza. Además de la muerte de Germán, los heridos se contaban por decenas: cincuenta de ellos fueron atendidos en la enfermería de la plaza de toros, cuatro con heridas por arma de fuego, y otros ciento cincuenta en hospitales de Pamplona. Según datos del Ministerio del Interior, se hicieron siete mil disparos de material antidisturbios y ciento treinta de bala. Al día siguiente, todos los partidos políticos, incluido UCD, criticaron la actuación de la Policía. El día 10, una multitud asistió al entierro de Germán Rodríguez. El 11 de julio se suspendieron los Sanfermines" (Príncipe de Viana)

La pancarta de la discordia
Informe Ministerio del Interior 
En este informe se cuentan, con pelos y señales, todas las manifestaciones habidas desde primeros de mayo, se niega que la bala que mató a Germán Rodríguez saliera de la Policía Armada y se hace una...
VALORACION DE LOS HECHOS 
a) La orden del Comisario-Jefe disponiendo la entrada en la plaza de toros de la Fuerza Pública, cualquiera que fuere la versión de la misma, es a todas luces inadecuada; no sólo desde el punto de vista policial, sino desde el más elemental sentido común. El introducir 30 hombres, en lugar cerrado, con numeroso público que -había de preverse con seguridad- reaccionaría en contra, es una temeridad...
Asimismo y en el terreno estrictamente disciplinario y de exigencia de responsabilidades profesionales, han sido adoptadas las siguientes medidas: 
1) Cese del Comisario Provincial de Policía de Pamplona, Don Miguel Rubio Rubio. 
2) Cese en el mando del Comandante de la Policía Armada de Pamplona, Don Fernando Ávila García. Las anteriores medidas disciplinarias han sido las adoptadas hasta el momento sin perjuicio de las que en su día puedan adoptarse a la vista del resultado de la preceptiva información abierta respecto de la actuación de las Fuerzas de Policía Armada en Pamplona en los días indicados.
3) También y por haberle sido aceptada su dimisión, el Consejo de Ministros en su última reunión celebrada el pasado día 15 de julio aprobó un Real Decreto por el que se cesa en su cargo al Gobernador Civil de Navarra, Don Ignacio Llano Cifuentes.

Germán Rodríguez
Testimonio de su hermana Conchi:
«Yo sólo quiero decir que la bala que mató a Germán fue casual, pues pudieron ser mil las personas que pudieron recibirla. Pero no fue casual que Germán se encontrara allí, en la calle, tras los sucesos de la plaza, pues desde los 16 años viene luchando por la libertad».
Añado este comentario de un compañero de estudios de Germán Rodríguez para que valoréis en qué consistía la "lucha por la libertad" de este joven, de 23 años, militante de LKI -que surgió de la VI Asamblea de Euskadi Ta Askatasuna (ETA)-, en los albores de la democracia:
German Rodríguez fue compañero mío de Bachillerato en el Colegio Maristas de Pamplona... Pocos días antes de los Sanfermines... fui testigo en la Avda. de Bayona, a la altura del Bar el Molino y en el cruce con Monasterio de Urdax, de duros enfrentamientos con la Policía Nacional, en los que reconocí -para mi sorpresa- a Germán Rodríguez que encabezaba el grupo manifestante y se enfrentaba a pecho descubierto con los grises. A los pocos días, en vísperas de los sanfermines. me llevaron a la mili y hasta allí llegaron las noticias de los incidentes de Pamplona y que había habido un muerto por la policía. Sin duda, impresionado por lo que había visto en la Avda. Bayona pocos días antes, aunque parezca increíble, me vino el pensamiento -que expresé en voz alta a un compañero de compañía- de que el muerto iba a ser ¡Germán Rodríguez! un conocido mío. Y esa es la historia... 
Comentario: Esta claro que la extrema izquierda, abertzale o no, ha sabido explotar su muerte y hacer de Germán Rodrigues un mártir y así mantener la llama viva de todos los incidentes que siguieron a aquellos gravísimos hechos del 78 y que transformaron a las peñas, que hasta entonces eran la representación "natural" de las fiestas, en correa de transmisión de la izquierda abertzale durante los sanfermines. 
Jesús Suescun Irujo fue condenado a seis años de prisión como autor del homicidio (no se tipificó como asesinato porque no hubo premeditación ni alevosía), con el atenuante del “clima de gran tensión (…) entre tendencias antagónicas” que se vivía en la ciudad.

Juan Antonio Eseverri Chaverri no aparece como víctima del terrorismo. Con pena, he comprobado que no aparece como víctima del terrorismo en ninguna lista de víctimas navarras ni en los calendarios de Libertad Ya..., Al revés, salvo en la sentencia, es presentado como jefe de Guerrilleros de Cristo Rey, de grupos incontrolados... (según los familiares de los detenidos, e incluso de Wikipedia), sin aportar ninguna prueba. Su linchamiento ni siquiera fue tipificado como asesinato, sino como homicidio, (porque, según la sentencia, no hubo premeditación ni alevosía). Por lo visto, llevar una navaja, no es premeditación. 
"Juan Antonio Eseverri no sufrió un atentado de un grupo terrorista organizado, al contrario de lo ocurrido, por ejemplo, en la Casa del Pueblo de Portugalete, en 1987, cuando dos militantes socialistas resultaron abrasados por cócteles molotov lanzados por el colectivo Mendeku (venganza). No cabe, por tanto, catalogar a Eseverri como víctima del terrorismo". 
Sin embargo, Eseverri murió en plena Semana Pro Amnistía convocada por presos de ETA, lo que implica algún tipo de organización.
Y termina RAÚL LÓPEZ ROMO:
Septiembre 78 Lorda AMP
"A diferencia de lo ocurrido con víctimas de abusos policiales en la Comunidad Foral, como Germán Rodríguez (Pamplona, 1978) o Gladys del Estal (Tudela, 1979), no hubo trabajo memorialístico en torno a Eseverri: ni conmemoraciones, ni aniversarios, ni monolitos, ni huelgas o manifestaciones, ni imágenes de su cuerpo martirizado que pudieran servir para denunciar la brutalidad y suscitar compasión. Eseverri fue uno más entre los cientos de policías y guardias civiles matados y olvidados en los años de plomo en el País Vasco y Navarra. Esto es significativo de la “muerte social” a la que han estado abocados durante largo tiempo, un vacío del que no se ha comenzado a hablar hasta finales de los noventa y, sobre todo, en las primeras décadas del nuevo siglo, en un contexto caracterizado por la reclamación de verdad, dignidad y justicia para las víctimas del terrorismo. Memoria e historia no son parejas de opuestos. Como sostuvo Tony Judt, “lo que la gente recuerda y olvida, y los usos que se dan a la memoria, también son materiales básicos de la historia”. El relato o, mejor dicho, los relatos pendientes sobre lo que ha supuesto el terrorismo en Euskadi, deberán mostrar los huecos de la memoria, porque estos son, sin duda, tremendamente significativos."

Ahora entiendo por qué Raúl habla de "Las muertes de Juan Eseverri Chaverri". A la muerte física hay que sumar la muerte, o mejor, el linchamiento social.
Sería un acto de desagravio que las Asociaciones de Víctimas del Terrorismo de Navarra iniciaran el proceso ante el Ministerio del Interior para, por lo menos, considerar a Juan A. Eseverri una víctima del terrorismo.

lunes, 25 de enero de 2021

La Jacoba (pasadizo o pasaje)

 

Entrada al pasaje por Zapatería (DN)

JACOBA (Pasadizo), por José Joaquín Arazuri
1936-39. Rincón  Pasaje la Jacoba
Antiguamente existían casas con acceso a dos calles que eran aprovechadas como pasajes públicos: 
- Recordamos en nuestra infancia los de las casas n.° 20 y 28 de la Zapatería que tenían salida a Nueva. 
- A principios de siglo, en el 39 de la misma calle de Zapatería había un angosto pasaje hasta la de San Nicolás. 
- Las calles de Jarauta y Mayor estaban comunicadas por una larga belena de la que todavía quedan restos. 
- Actualmente en la calle Tejería están las casas n.° 16, 18, 20, 24 y 26 que tienen comunicación con la de Labrit
- De la calleja de «Pintamonas», hoy más conocida como del «Iruña», se podía pasar antiguamente por varias casas hasta la calle de Calceteros y Plaza de la Fruta (hoy Consistorial)
Hoy, la mayoría de estos pasos están cerrados. 
Cuando éramos mocetes a aquellos pasos les llamábamos «casa de la tía». Era frecuente, cuando queríamos dar el esquinazo a un pelma o -las chicas- dejar plantado a un acompañante, el decir: 
—«Espera un momento que subo a casa de mi tía». 
Se entraba por una calle y se salía por la opuesta mientras en el portal quedaba esperando inútilmente y burlado el acompañante. 
Sector noroeste de la Plaza del Castillo en 1872 y 1890. Nº 43, el que hace esquina
Entrada desde la Pza.del Castillo
En el siglo pasado (XIX) existía un estrecho pasadizo entre la Zapatería y la Plaza del Castillo. En los comienzos de la novena década del mismo siglo, se derribó una vetusta casa de la Plaza del Castillo para levantar una hermosa construcción en su lugar, ésta es la actual casa n.° 43 de la Plaza. En enero de 1885, cuando la nueva edificación estaba a punto de concluirse, varios vecinos de la Zapatería solicitaron al Ayuntamiento para que hiciese gestiones con el señor Garbalena, propietario del inmueble, a fin de que abriese paso hacia Zapatería. El señor Garbalena accedió. cobrando 500 pesetas anuales durante un plazo de 10 años, comprometiéndose a tener abierto el pasadizo de 7 de la mañana a 11 de la noche de octubre a marzo, y de 5 a 12 durante el resto del año. 
AyL. Salida a la Pza del Castillo

El 12 de marzo de 1885, a las 2 de la tarde se abrió al público el «Café La Marina», de los señores Monegati y Lardeli, en los bajos de la casa que actualmente ostenta el n.° 43 de la Plaza del Castillo, en el mismo lugar que anteriormente estaba el «Café Español». 
Pronto aquel pasaje fue bautizado por los pamploneses con el título de Pasadizo de La Marina. Encima de la puerta que accedía a Zapatería existía un letrero con gruesos caracteres que decía: «Entrada al Café Marina». 
Hacia 1890 el Ayuntamiento compró la casa de la Zapatería atravesada por el pasaje, la mandó derribar y subastó el solar con la condición de que el nuevo propietario había de dejar libre un pasadizo.
Entrada al pasaje dsd Zapatería

El solar lo compró doña Jacoba San Miguel Murillo, viuda de don Bernardo Machiñena, prestigiosa comerciante de la capital. 
Como curiosidad diremos que en este pasaje acceden los portales de dos casas: las que llevan los números 17 y 19 de la calle Zapatería. El señor Machiñena, actual propietario del inmueble, no lo es del suelo del pasaje ni de las escaleras que son propiedad del Ayuntamiento. 
Bien pronto el pueblo soberano lo bautizó con el título de Pasadizo de Doña Jacoba y con el tiempo se ha convertido en Pasadizo de La Jacoba. 
Doña Jacoba San Miguel Murillo nació en Lizoáin el 25 de julio de 1836. Se casó con don Bernardo Machiñena a los 21 años de edad. Enviudó a los 26 años de casada y 47 de edad en 1883. 
Doña Jacoba compró el solar del pasaje el 13 de octubre de 1892. En 1894 estrenó una nueva casa y comerció con el título «Casa Machiñena». Al pasaje se le comenzó a llamar de Sarasate, pero pronto se le cambió por el de Doña Jacoba. 
Aquella buena señora murió en Pamplona en 1923 a los 87 años de edad. 

Sobre el nombre de Jacobo y sus increíbles variantes españolas (Jacob, Iago, Llago, Yago, Jaime, Santiago, Tiago, Diego...) y en otros idiomas (James, Jacques...), os recomiendo este artículo de Wikipedia:

domingo, 24 de enero de 2021

Recordando a Esperanza en su cumpleaños

Esperanza, la primera por la derecha
Hoy, 25 de Enero, mi hermana Esperanza habría cumplido 76 años. Pero se nos fue el 26 del pasado agosto. Era la 3ª de los 10 hermanos que fuimos. Cuando éramos pequeños, fue una segunda madre y -como vais a ver- todos guardamos de ella unos recuerdos entrañables.
1950. Esperanza, de pie, 1ª por la dcha. Yo, con la camarica (ya venía)
Tengo la suerte de haber ido recogiendo anécdotas y canciones que ella guardaba y hoy os las ofrezco en homenaje a "la Dandica". Repasando, he encontrado alguna más que os sorprenderá.

1. Estoy en mi casita de papel
Sólo tenía cinco años más que yo, pero, ya desde muy niña, mi hermana Esperanza (la 3ª de los hermanos), "la Dandica", tenía un imán especial para nosotros, los más pequeños de la casa.
De hecho, tanto yo (que era el sexto) como los hermanos que me seguían (fuimos 10) aprendimos a andar con ella. Os lo cuento:
Esperanza, 1ª a la derecha

Estábamos en Dormitalería. Ella se sentaba debajo de la mesa de la cocina, con la espalda apoyada en la pared. Previamente nos había colocado en la parte contraria, donde estaba la fregadera y la cocina económica, con la espaldica apoyada en la puerta de la carbonera porque aún no sabíamos andar bien. Habría como 2'5 ó 3 metros de distancia hasta ella.
Entonces la Dandica, extendiendo los brazos hacia nosotros, decía, canturreando, la frase mágica:
- ¡Estoy en mi casita de papeeeel! (La negrita en las sílabas que remarcaba)
Esas palabras mágicas tenían la virtud de transformar el hueco bajo la mesa en un maravilloso palacio y a mi hermana Dandica en  el hada madrina más protectora de todos los cuentos.
Y a nosotros esa frase nos daba tanta confianza que, ahora ya sin vacilar, como príncipes valientes, corríamos felices hacia ella, a protegernos en sus brazos.
Su hermano preferido, Nacho "robándome" el 4L (éste sí que era de papel)
Hace poco le pregunté si se acordaba y, desgraciadamente, lo había olvidado. Quizás, al leerlo, le vuelva otra vez este recuerdo tan bonito y lo desolvide.

¿De dónde sacó ella esa frase que era un imán para nosotros? No estoy seguro, pero supongo lo mismo que vosotros.
Casita de papel, mi casita de papel, estoy en mi casita de papel... Estamos hablando -al menos en mi caso- de finales de 1950 (ver foto de portada), cuanto yo debí de aprender a andar. Ella tenía casi 6 años, suficientes para haber oído muchas veces por la radio, esa vieja radio de Dormitalería, que estaba en un soporte anclado a la pared, justo sobre la mesa, una preciosa canción que sonaba desde 1945: "Mi casita de papel" (pincha), de Francisco Codoñer, cantada por Raúl Abril y un trío: las Hermanas Russell.
De ahí pudo salir esa frase que con tanta fuerza nos atraía: 
- ¡Estoy en mi casita de papeeeel!

2. El tío Tomás
Y quizás recordando su tiempo en el servicio militar, el tío Tomás solía cantar esta canción que mi hermana Esperanza recordaba a la perfección:
Soy médico cirujano
del Hospital Militar;
en la salud del soldado 
tengo un cuidado especial.
Y yo dejo a mis reclutas
sanitos como manzanas;
es la salud del ejército
la esperanza de la Patria

3. Ya está el torico en la plaza
Esta preciosa canción, que aprendí de niño (de labios de mi hermana Esperanza), tiene todo el aspecto de ser un collage, un popurrí de, al menos, tres canciones distintas, extendidas por toda España, Canarias incluida.
Ya está el torico en la plaza
y el torero en la barrera,
y la dama en el balcón
pidiendo que el toro muera,
y la dama en el balcón
pidiendo que el toro muera.
Subió la cuesta corriendo
por bailar y no bailó,
perdió la cinta del pelo,
mira que jornal ganó.
Por las montañas de San Andrés
la vi llorosa, la consolé.

4. Himno del Instituto "Príncipe de Viana"
La fuente son mis hermanas. Todas ellas se lo saben porque todas han pasado por las aulas del Príncipe de Viana. Nos la canta Esperanza. Todas comparten el mismo sentimiento: "si pudiéramos volver a esas décadas de los cincuenta, sesenta, setenta... a esos años del bachiller, nuestro deseo sería volver de nuevo al Príncipe de Viana".
Según dice José Ignacio Palacios, el himno fue compuesto por don Joaquín Vitriáin. Y dice tal que así:
Instituto femenino de Pamplona, eres cuna del arte y del saber,
que pones una espléndida corona en la joven que aspira a ser mujer.
Mansión de paz, de dicha y de ventura, tú formas nuestra hermosa juventud,
tú irradias en la mente la cultura y en nuestro pecho, el bien y la virtud.

5. "Para campana grande" y "Yo me tiraría-ría"
Estas navidades, las últimas de mi hermana, Esperanza nos sorprendió con una de esas canciones infantiles que todavía se cantaban en los años 50 en las calles de Pamplona: "Para campana grande, la de Toledo". Aquellas canciones de corro solían ir seguidas de otras, formando un popurrí en un orden preciso, y ésta iba seguida de "Yo me tiraría-ría". Por cierto, ninguna de las dos aparece en el precioso libro de Alejandro Ciarra ni cantadas en la Red, así que tenemos que agradecerle a Espe este desolvido.
En la tesis doctoral de Rosario Guerra, dedicada al folclore de Piornal (Cáceres) viene exacta la letra que mi hermana canta de "Para campana grande...".
Aquí tenéis las dos:
Para campana grande,
la de Toledo,
que caben siete sastres
y un zapatero y un zapatero.
Cantar y brincar,
cantar y brincar
con garbo y con sal 
Yo me tiraría-ría,
yo me tiraría a un charco,
yo me tiraría-ría-ría y olé
por la del vestido blanco;
por la del vestido blanco
y la toquilla colorá,
es la novia de mi hermano y olé,
pronto será mi cuñá


Esperanza, mucha felicidad (ahora ya garantizada) en tu cumple y gracias por todo lo que nos cuidaste, quisiste y enseñaste.