jueves, 22 de noviembre de 2018

Manuel Sarobe: "Querida Alsasua... "


Esta carta de Manolo Sarobe puede ayudarle a Alsasua a salir del atolladero

Querida Alsasua... 
El pasado sábado centenares de personas se manifestaron en Pamplona en apoyo a los agresores de Alsasua. No fueron recibidos con estiércol. Ningún toque de campanas extemporáneo ahogó su voz. Ningún asesino múltiple les plantó cara. No fueron insultados. Tampoco apedreados. No encontraron pancartas amenazantes en las que se leyera “os ahogaréis en la sangre de nuestros abortos”. Dijeron cuanto quisieron, donde quisieron y hasta que quisieron. Y lo hicieron en libertad. Sin ser importunados. Sin protección policial. Sin helicópteros revoloteando. Fue una lección de respeto y tolerancia, que es lo que cabe esperar cuando se vive en democracia.
No sucedió lo mismo unas semanas antes en Alsasua cuando otros quisieron mostrar su solidaridad con las víctimas. Sólo la masiva presencia de guardias en modo Robocop y de voluntarios evitó males mayores. Era una ocasión propicia para limpiar la imagen de la capital de la Barranca, convertida en icono de territorio comanche. No se consiguió. Y es que alguien (quien acosó a los convocados por Ciudadanos) se equivocó gravemente. En un momento en el que familiares y amigos de los condenados contienen la respiración a la espera de lo que finalmente decida el Supremo, quedó demostrado que los jueces de la Audiencia Nacional no anduvieron desencaminados cuando aplicaron el agravante de odio, porque algún necio (quien acosó a los convocados por Ciudadanos) cometió la torpeza de azuzarlo para exhibirlo impúdicamente ante decenas de cámaras y periodistas, cuyas crónicas terminaron de crucificar a la villa.
Exculpo del despropósito a la mayoría silenciosa de Altsasu. Una localidad -sin alcalde visible- en la que impone su ley una izquierda abertzale que no tiene la menor intención de liberarse de las cadenas que la atan a su pasado más siniestro.
La convivencia nunca se recuperará de la mano de Bildu, incapaz de condenar todavía hoy atrocidades tales como la matanza de Hipercor -considerada por la propia ETA como su mayor error- o el asesinato de Miguel Ángel Blanco, con el que la maldad humana alcanzó el paroxismo. Son radicales cuya inmadurez democrática y podredumbre moral no han impedido ser premiados por Barkos con el cogobierno de Navarra, pues la ikurriña que comparten lo disculpa todo.
No albergo ningún rencor hacia los agresores, porque también ellos son víctimas. Pero no del Estado, de la Guardia Civil o de los jueces, como pretenden, sino de un nacionalismo fanático que sembró la semilla del odio en unos corazones que nacieron puros. Me pregunto cuántos de quienes ahora sufren por los encarcelados han contribuido a arruinar su vida inoculándoles el veneno que explica lo acontecido la fatídica madrugada del 15 de octubre de 2016 en el bar Koxka. 
Nos piden que dejemos en paz a Alsasua. Ignoro si ello incluye a Rufián y a Tardà, pero estoy totalmente de acuerdo. Son sus vecinos quienes han de elegir la sociedad en la que quieren ver crecer a sus hijos, así como los valores que desean inculcarles. Pero han de ser consecuentes con su elección. No se puede seguir celebrando el ‘ospa eguna’ y pretender que no se repitan incidentes de los que lamentarse después. O votar a quienes alimentan la confrontación obviando sus funestas consecuencias. En las próximas elecciones comprobaremos hasta qué punto Alsasua es capaz de abrir los ojos para liberarse de sus males. 
Escribo esta carta con tristeza, mientras escucho a Itoiz, Erramun Martikorena y Benito Lertxundi, con cualquiera de cuyas melodías desearía que, en su día, allá donde esté, me cierren los ojos. Porque amo profundamente esa Navarra atlántica tan necesitada de concordia. Porque amo de igual modo el País Vasco donde viví. Mucho más que aquellos que durante décadas secuestraron, extorsionaron y asesinaron en su nombre. Infinitamente más. 
MANUEL SAROBE OYARZUN 

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