lunes, 24 de enero de 2022

Romance de La doncella guerrera

Pamplona Patio Escuelas San Francisco 1905
En las calles de Pamplona y en los patios de sus escuelas, en los juegos de corro, algunas veces las chicas cantaban viejos romances que conseguían que los chicos dejáramos nuestros juegos para escucharlas.
Uno de ellos es este de La doncella guerrera que Joaquín Díaz recogió con esta letra:

En Sevilla a un sevillano siete hijas le dió Dios
todas siete fueron hembras y ninguno fué varón.
A la más chiquita de ellas le llevó la inclinación
de ir a servir a la guerra vestidita de varón.
Al montar en el caballo, la espada se le cayó
por decir "maldita sea", dijo: -Maldita sea yo.
El rey que lo estaba oyendo, de amores se cautivó:
-Madre, los ojos de Marcos, son de hembra, no de varón.
-Convídala tú, hijo mío, a los ríos a nadar
que si ella fuese hembra, no se querrá desnudar.
Toditos los caballeros se empiezan a desnudar
y el caballero don Marcos se ha retirado a llorar.
-¿Por qué llora usted don Marcos?
- Porque debo de llorar,
por un falso testimonio que me quieren levantar.
-No llores alma querida, no llores mi corazón,
que eso que tú tanto sientes, eso lo deseo yo

Hay en YouTube unas cuantas versiones bellísimas, incluida la de Joaquín Díaz. Pero la que descubrí hace unos días me ha dejado encandilado. Es de Ana Sánchez-Cano y Alejandro Maciá.  Mirad y escuchad:

Menéndez Pidal
"Flor nueva de romances viejos" es fruto de toda una vida de trabajo de Ramón Menéndez Pidal (1869-1968). Entre las muchas deudas que la ciencia y la cultura españolas tienen contraídas con don Ramón, destaca la de la recuperación de las reliquias épicas y del Romancero. En una tarea que ocupó toda su vida, don Ramón fue combinando las investigaciones en archivos, de los que sacó a la luz joyas desconocidas, con el trabajo de campo por todas las regiones españolas, recogiendo de labios de las gentes la tradición ininterrumpida de la lírica popular. Fruto de ambos trabajos es este libro clásico, "Flor nueva de romances viejos", que recoge una selección de canciones épico-líricas de fondo heroico y caballeresco: historias de don Rodrigo, el Cid, o los Siete infantes de Lara; romances moriscos o de frontera, todos ellos situados en su contexto y anotados críticamente para su cabal comprensión.
Entre ellos...
LA DONCELLA GUERRERA
—Pregonadas son las guerras
de Francia con Aragón,
¡cómo las haré yo, triste,
viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa,
por medio del corazón,
que me diste siete hijas,
y entre ellas ningún varón!

Allí habló la más chiquita,
en razones la mayor:
—No maldigáis a mi madre,
que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas,
vuestro caballo trotón.
—Conoceránte en los pechos,
que asoman bajo el jubón.
—Yo los apretaré, padre,
al par de mi corazón.
—Tienes las manos muy blancas,
hija, no son de varón.
—Yo les quitaré los guantes
para que las queme el sol.
—Conoceránte en los ojos,
que otros más lindos no son.
—Yo los revolveré, padre,
como si fuera un traidor.

Al despedirse de todos,
se le olvida lo mejor:
—¿Cómo me he de llamar, padre?
—Don Martín el de Aragón.
—Y para entrar en las cortes,
padre, ¿cómo diré yo?
—Bésoos la mano, buen rey,
las cortes las guarde Dios.

Dos años anduvo en guerra
y nadie la conoció,
si no fue el hijo del rey
que en sus ojos se prendó.
—Herido vengo, mi madre,
de amores me muero yo;
los ojos de don Martín
son de mujer, de hombre no.
—Convídalo tú, mi hijo,
a las tiendas a feriar;
si don Martín es mujer,
las galas ha de mirar.
Don Martín, como discreto,
a mirar las armas va:
—¡Qué rico puñal es éste,
para con moros pelear!
—Herido vengo, mi madre,
amores me han de matar;
los ojos de don Martín
roban el alma al mirar.
—Llevaráslo tú, hijo mío,
a la huerta a solazar;
si don Martín es mujer,
a los almendros irá.
Don Martín deja las flores;
una vara va a cortar:
—¡Oh, qué varita de fresno
para el caballo arrear!
—Hijo, arrójale al regazo
tus anillos al jugar:
si don Martín es varón,
las rodillas juntará;
pero si las separare,
por mujer se mostrará.
Don Martín, muy avisado,
hubiéralas de juntar.
—Herido vengo, mi madre,
amores me han de matar;
los ojos de don Martín
nunca los puedo olvidar.
—Convídalo tú, mi hijo,
en los baños a nadar.

Todos se están desnudando;
don Martín muy triste está:
—Cartas me fueron venidas,
cartas de grande pesar,
que se halla el conde mi padre
enfermo para finar.
Licencia le pido al rey
para irle a visitar.
—Don Martín, esa licencia
no te la quiero estorbar.

Ensilla el caballo blanco,
de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba
corre como un gavilán:
—¡Adiós, adiós, el buen rey,
y tu palacio real;
que dos años te sirvió
una doncella leal!

Óyela el hijo del rey,
tras ella va a cabalgar.
—¡Corre, corre, hijo del rey,
que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre,
si quieres irme a buscar!
Campaniles de mi iglesia,
ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito
del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen,
virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas mi padre,
ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca,
que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo
bien los supe manejar.

Tras ella el hijo del rey
a la puerta fue a llamar.

Dice don Ramón: "Este romance, del que tengo un centenar de versiones modernas, no figura en cancioneros ni pliegos sueltos antiguos, pero sabemos que era muy conocido en el siglo XVI, porque en la Aulegraphia de Jorge Ferreira un galán de la corte portuguesa canta a la guitarra nuestros dos primeros versos, y los canta en castellano; hoy, ya traducido al portugués, se repite el romance en todo Portugal y en las islas Azores. También de Castilla se propagó a Cataluña, donde Milá recogió versiones de lenguaje castellano mezclado con catalán. Lo conocen igualmente los judíos de Tánger y de todo Marruecos, así como los de Hungría, Serbia, Grecia, Constantinopla, Asia Menor y Palestina. Un canto de asunto igual, y muy parecido al castellano en su plan y movimiento, está divulgado por el Piamonte y por otras partes del norte de Italia. También existe forma análoga en Francia. Fuera de los países latinos hay cantos semejantes en Grecia y Albania; una canción de Carniola se refiere igualmente a una doncella cuyo padre lo es de siete hijas sin ningún varón, y varias de las pruebas a que es sometida la muchacha disfrazada coinciden con las del romance."

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