sábado, 2 de octubre de 2021

Algunos no saben decir "España"

Partido Comunista de Euskadi en Navarra (PCE-EPK Navarra)¡Contento que no ponen la ikurriña!
El hecho de que “España” se haya convertido en una palabra insólita en los actos de memoria histórica representa mucho más que una anécdota.
Y lo mismo ha pasado con la bandera. En 1977 -precisamente un 14 de abril- el PC aceptó la bandera española, la rojigualda. 44 años después (mira la foto de portada), vuelta a las andadas: la de la 2ª República y "Partido Comunista de Euskadi en Navarra (PCE-EPK Navarra)". Una involución total.

Recuerdo, en los años de la Transición, la apuesta sincera por la democracia que hizo el Partido Comunista, partido que, a pesar de su tradición republicana, aceptó de corazón la bandera constitucional, dejando las banderías a un lado:

“En tanto que representativa del Estado que nos reconoce, hemos decidido colocar aquí hoy, en la sala de reuniones del Comité Central, al lado de la bandera de nuestro partido, que sigue y seguirá siendo roja, con la hoz y el martiIlo, la bandera del Estado español. En lo sucesivo, en los actos del partido, al lado de la bandera de éste, figurará la bandera con los colores oficiales del Estado. La bandera no puede ser monopolio de ninguna facción política ni mucho menos podríamos abandonarla a los que intentan hacer uso de ella para impedir el paso de la dictadura a la democracia (…..). ”
S. Carrillo, en rueda de prensa, 14 de abril de 1977
Recuerdo las banderas rojigualdas ondeando en el mitin que dio Carrillo en la Ciudad Deportiva Amaya el domingo 26 de Noviembre de 1978.
Han pasado 43 años y algunos progres pretenden todavía cambiarnos los colores de la bandera que la izquierda asumió en su día.

Iñaki Iriarte, parlamentario de Navarra Suma y autor del libro 'Cábalas vascas y navarras'.
IÑIGO ALZUGARAY
La II República, España y el Estado español, por Iñaki Iriarte
De entre todos los actos a los que he asistido en Navarra en recuerdo a asesinados durante la Guerra civil, apenas consigo recordar algún discurso por parte de los organizadores (no de los familiares) en el que se mencionase la palabra “España”. En su lugar se hablaba de “la República” y “el Estado español”. La primera venía sistemáticamente a encarnar la igualdad, la libertad, la justicia social, el progreso y, últimamente, hasta el feminismo. El “Estado español” parecía constituir, en cambio, el instrumento opresivo de las oscuras fuerzas de la reacción: los terratenientes, los curas, los capitalistas, los fascistas, la Guardia Civil. Sé que todo esto viene de lejos: “España” lleva tiempo convertida en una palabra tabú para todos los que se ubican a la izquierda del PSOE (y, a este paso, me temo que ha empezado a serlo ya en algunas federaciones socialistas), un término que no solo se evita mentar, para no ofender a los nacionalistas periféricos, sino en el que se ha dejado ya de creer en el fuero interno. 
Largo Caballero e Indalecio Prieto
Esta extraña expresión de masoquismo ideológico contrasta vívidamente con el discurso de las personas objeto de los homenajes. Con la excepción de los separatistas vascos y catalanes, los partidarios de la República hablaban constantemente de “España”, con tanta frecuencia y con tanta pasión y naturalidad como de la propia República. 
Valgan algunos ejemplos, tomados de los líderes del Frente Popular. En su discurso a las Juventudes Socialistas en abril de 1934, Largo Caballero, por aquel entonces Presidente del PSOE y Secretario General de la UGT, utilizaba la palabra “España” nada menos que en diez ocasiones. En fechas cercanas, su rival dentro del partido, Indalecio Prieto, declaraba en las Cortes: “Sentimos también España muy dentro del alma [...] que, aunque internacionalistas, aunque aspiramos a que lazos de fraternidad unan a todos los hombres, no es egoísmo execrable el amor preferente a la tierra donde se ha nacido”. 
También Manuel Azaña se refería constantemente a “España”, lo mismo que Dolores Ibárruri, la famosa Pasionaria. Esta última en su discurso de despedida a las Brigadas Internacionales del 1 de noviembre de 1938 agradecía a los combatientes extranjeros que hubiesen acudido a “salvar la libertad y la independencia de un país amenazado, de nuestra España”. Su compañero de partido, José Díaz, secretario general del PCE, también hablaba siempre de “España”, no obstante su convicción de que debía darse a los pueblos que la componían el derecho a disponer libremente de sus destinos. Pocos días antes de morir, el mítico líder anarquista Buenaventura Durruti arengaba a sus correligionarios diciéndoles: “Todos los trabajadores de España saben que si triunfa el fascismo vendrán el hambre y la esclavitud”. Incluso el dirigente de ERC, Compayns declararía -sincera o hipócritamente, esa es otra cuestión-, que la instauración de un régimen autonómico contribuiría “a fortalecer la unidad de España”. 

Escudo del Estado español durante la dictadura franquista
En cambio, la expresión “Estado español”, sin ser inédita, era mucho más infrecuente en los republicanos. Como ha demostrado el catedrático Juan Francisco Fuentes, dicha expresión formó parte sobre todo del lenguaje del franquismo, que intentaba eludir por medio de ella el problema de cómo definir su régimen ante el mundo y sus propios ciudadanos. Descartada la opción de llamarse “República” por razones obvias, en 1947 se declara oficialmente como “reino”. Pero innegablemente ésta parecía una denominación insólita, puesto que no había ni rey ni regente. De este modo, la mejor manera de solventar el galimatías fue definirse simplemente como “Estado español”. 
El hecho de que “España” se haya convertido en una palabra insólita en los actos de memoria histórica representa, me temo, mucho más que una reveladora anécdota acerca de la poca memoria de parte del memorialismo. Detrás de este detalle no solo se oculta la falta de continuidad de la izquierda actual con el discurso de aquellos republicanos de los que se reclama heredera. También su incapacidad para postular un proyecto de país que no incluya como condición la permanente posibilidad de una fragmentación de su territorio y, por lo tanto, de su sociedad. Con la ruptura de la convivencia que ello implicaría.
Iñaki Iriarte López 
Profesor de la EHU/UPV 
y parlamentario foral de Navarra Suma

2 comentarios:

Carmelo dijo...

Más de lo mismo, estos descerebrados que se empeñan en resucitar lo peor que se ha vivido en España, desde la primera República, no son más qué ganas de reconquistar de forma ficticia al electorado desengañado por tanta mentira y manipulación grosera de nuestra historia. Éstos miserables han perdido la hegemonía en la representación de los trabajadores y quieren recuperarlos a base de manipular la historia, hacer suyos a toda esa gente que sufrió la guerra, excluyendo a los del otro bando, las feminazis, la liga LGTBI, animalistas y todo lo que les venga bien, para enfrentar a todo el pueblo y conseguir arrastrarlos a su red de votos. "En río revuelto, ganancia de pescadores".
Mal asunto, Pachi.
Buen trabajo, Navrazon.

J-A. Zubiaur dijo...

Suscribo el artículo de Iriarte de la cruz a la fecha (así se decía antes) porque los HECHOS fueron como dice. Ahora, los que se agarran a la tricolor es que quieren tener protagonismo personal en la foto. De lo que pasó ni saben ni conocen, ni pueden ganar una guerra que no combatieron ni pueden hacer que la ganaran los "suyos" --si es que los tuvieron--, porque a lo sumo son LGTBI o animalistas o feminazis de subvención.