domingo, 10 de noviembre de 2019

Sorprendente Olga

La conocí como víctima de ETA y me sorprendió intensamente cuando por primera vez leí una poesía suya. Desde entonces, además de contar con su amistad, soy uno de los privilegiados en recibir sus poemas.
Últimamente, me ha vuelto a sorprender por una -para mí- nueva faceta: Olga filosofa sobre la esencia de la poesía y escribe prosa deliciosamente.
Haced el favor:

La poesía no admite reservas ni pudor. Como expresión tan sólo posible desde, a través y hacia la absoluta libertad. La única exigencia que nos impone es abordarla desde esa ineludible premisa. Es ésta la única esclavitud que nos impone: la libertad sin fronteras que la delimiten. 
Pero, como extensión de la más íntima naturaleza del autor, la libertad fundamental de la que debe estar dotada es la que solamente nosotros podemos otorgarle que, por otro lado, acostumbra a ser la más difícil de alcanzar. 
Y así, de igual forma que no hay lugar para la autocensura, se presenta imprescindible recorrer el camino hacia nuestro interior para conectar de forma cada vez más estrecha con nosotros mismos y con nuestras emociones, que son al fin y al cabo la arcilla de nuestra labor. 
No hacerlo implica automutilar territorios y cauces creativos, que hacen del todo imposible su desarrollo. 
No hay temática o sentimiento o modo expresivo alguno que sea posible objeto de exclusión de la creación poética que, como cualquier otra manifestación artística, no navega bajo ninguna responsabilidad ética o moral. En ningún caso se sostendrá sobre la obligatoriedad de aleccionar sobre cuestión alguna ni ejemplificar ninguna pauta de comportamiento. 
La poesía puede ser depositaria de altos y nobles instintos o de las más bajas y perversas pasiones. Todo es lícito cuando nace de un sentimiento honesto, siendo éste el pilar fundamental e innegociable sobre el que desarrollar la creación: la honestidad.

Otoño pamplonés (7 nov 2019)

Pesa en otoño, sobre las calles de Pamplona, el lento atardecer del verano que no se acaba de marchar. Pesa el lento amanecer del invierno que no se acaba de desperezar. Pesa el otoño y deja caer sobre mis hombros todo lo que fue y lo que no pudo ser y lo que tal vez será. 
Sentada en un banco en el parque, observo cómo en esta ciudad el arcoíris continúa irradiando luz bajo la turbia cortina de noviembre.
Saco mi libreta y comienzo a escribir esto. Y mis manos se quiebran y gimen como la madera de la barca del pescador de madrugada azotada por las olas. 
Se quiebran y gimen y escriben palabras cada vez un poco más desnudas. Un poco más hambrientas. Un poco más cansadas. 
El poeta es poeta a jornada completa. También el vagabundo. Y el iluso. Y el amante. Y el borracho. Y el pervertido. Y el loco. Y el anacoreta. Y todos somos víctimas a jornada completa, en mayor o menor medida, de la estafa que algunos celebran. 
Otros soportan. Otros ignoran. 
Mientras, por el carril aledaño a los días, algunos escribimos, amamos, bebemos, soñamos. Esculpimos rosas de barro que depositar en el herrumbroso alféizar de cada nuevo amanecer. 
Todo cuanto esté en nuestra mano para no descabalgar del caballo demente de los días, que se niega a dejarse amansar. 
Ahora, sentada en el parque, la lluvia rompe contra mis manos que escriben desde el quejido mudo del otoño. Que nunca acaba de morir ni de nacer.

3 comentarios:

Carmelo dijo...

No conozco a Olga poeta, confío plenamente en tu criterio Pachi, pero la primera foto me parece excepcional por el ambiente y montaje. Preciosa, seguramente ira al pelo con su poesia.

Carmelo dijo...

Deseo añadir que me duele saber que también fue victima de estos canallas.

desolvidar dijo...

Gracias, Carmelo.
En esta entrada se complementan dos de las facetas de Olga: víctima y poeta. Mira qué maravilla:
https://patximendiburu.blogspot.com/2019/01/lo-que-se-pierde-burlada.html