jueves, 22 de marzo de 2012

Ya está el torito en la plaza

Aldeadávila de la Ribera, Manolo Cañuelo, 1958

Esta preciosa canción, que aprendí de niño (y que ha cantado mi hermana Esperanza), tiene todo el aspecto de ser un collage, un popurrí de, al menos, tres canciones distintas, extendidas por toda España, Canarias incluida.
La primera parte (Ya está el torico en la plaza / y el torero en la barrera / y la dama en el balcón / pidiendo que el toro muera), con ligeras variantes, la he encontrado por tierras zamoranas (Fermoselle),  salmantinas, toledanas, de Gran Canaria.., extremeñas, con ritmo de fandanguillo, formando parte de "Los toritos vienen por el olivar" o "Fandanguillo de los toritos". Proporciona también una estrofa a otra canción (seguramente emparentada con la anterior) atribuída a Castilla la Mancha, titulada "Los toritos de Calera", que empieza así:
Dicen que vienen, que vienen / los toritos de Calera. / Dicen que vienen, que vienen, / y a la plaza nunca llegan.
La segunda parte (Sube la cuesta corriendo / por bailar, y no bailó; / perdió la pluma (cinta) del pelo: / mira que jornal sacó) además de ser el estribillo de "Los toritos de Calera", forma parte de la "Jota de Boñar", en la provincia de León. Bien podría tratarse de una versión poética del "vísteme despacio, que tengo prisa"
Y la tercera (Por las montañas de Santander ( o San Andrés) / la vi llorosa, la pregunté) es un añadido que tan solo he visto en "Los toritos de Calera".

Mi propuesta
En nuestra versión familiar se echa en falta un comienzo y un final. El comienzo podría ser el de "Los toritos de Calera". Y para final me gusta el verso de Victoria Fermani. Con todos estos ingredientes y las debidas correcciones, yo dejaría esta torera así:
Ya está el torito en la plaza
Dicen que vienen, que vienen
los toritos de Calera;
[dicen que vienen, que vienen,
y a la plaza nunca llegan.] (bis)
Subió la cuesta corriendo
por bailar y no bailó,
perdió la cinta del pelo,
mira que jornal ganó.
Por las montañas de San Andrés
la vi llorosa, la consolé.

Ya está el torito en la plaza
y el torero en la barrera,
[y la dama en el balcón
pidiendo que el toro muera.] (bis)

Subió la cuesta corriendo...
Ya ha muerto el toro en la plaza
y el torero sale de ella,
[y la dama en el balcón
ya está tranquila y serena.] (bis)


4 comentarios:

Anónimo dijo...

La lectura de este relato y del poema que lo adorna me sugiere unos versos que escribo de un tirón, sin meditarlos, porque es una historia tan antigua como el propio mundo:

Mi torito está que bufa
porque corre con denuedo
y no consigue pillar
a ninguno en el encierro.

Encerrado en los toriles
sigue pensando, sereno,
si a las cinco de la tarde
tendrá más suerte en el ruedo.

Suena el clarín de salida
y a la plaza sale raudo,
y bajo un sol abrasante
sólo ve un bulto andante.

Se acerca con sigilo
y de pronto lo ve claro:
un vestido que reluce
y un capote encarnado.

Lo intenta una y mil veces
después de que es picado,
y, sobre su noble lomo,
con banderillas pinchado.

Arremete una y cien veces
contra alguien que le cita:
de frente y bien plantado
con un engaño en la mano.

Ya no quedan esperanzas
de vencer en la batalla;
ya sólo queda la muerte
en esta guerra perdida.

Un espada en lo más lo alto
acaba con mi amargura;
así termina mi orgullo,
mi casta, honra y bravura.

Sisebuto

Sisebuto dijo...

Veo Patxi que te sigue intrigando el origen de las canciones populares… pero la realidad es que su nacimiento y posterior evolución, con olvidos e influencias variopintas, que por lo general las enriquecen, enmascaran y esconden para siempre su verdadero origen, que ya no importa tanto. Lo verdaderamente interesante es el resultado final, que contiene los posos culturales de diferentes pueblos y regiones…

He observado, personalmente, concretamente en el caso de Villancicos navideños populares, que muchos de ellos se consideran originarios de regiones diferentes, y la realidad es que así es, pues cada región, cada pueblo, le añade un toque genuino, tanto a la melodía como a la letra que le sirve de soporte... Uno se da cuenta enseguida de que tienen un origen común, que siempre es desconocido, pero los matices que los adornan son tan fuertes, que les hacen tomar una personalidad propia, que los distingue de los demás. Aquí es aplicable eso que se dice de quién fue primero, si el huevo o la gallina…

Un pequeño relato que reafirma mi punto de vista y mi comentario anterior:
Hace casi veinte años escribí y doné un Himno (“Himno de los Romeros”) para una Cofradía local de la Virgen de los Desamparados; himno que se canta en la Romería y en los actos religiosos que se celebran cada año. Hoy es considerado como un canto popular del que se desconoce el origen. Hace unos pocos años pregunté al Presidente de dicha Cofradía si conocía el origen de dicho canto y su respuesta fue que no lo sabía, que se había cantado así desde siempre… Obviamente, no le saqué de sus dudas ni tampoco le dije que podía consultar los archivos de la Cofradía, donde figuran la Partitura original y la carta de donación…

Patxi, amigo del alma
aunque no nos conozcamos:
No te rompas la cabeza
con esas disquisiciones:
Sacarás el cuerpo frío
y el cogote, ¡caliente!.

desolvidar dijo...

Lo triste de todo esto
es (y míralo en la SGAE)
que quien se aprovecha de ello
es el señor J. Trayter

Otro abrazo, Sisebuto

Sisebuto dijo...

Lo de ese Sr. Trayter
ya se ha tratado con creces.
Èl se aprovecha de todo;
pero el pueblo, con sus cantos,
sigue tan sabio y tan culto,
y, sobre todo…¡intacto!.

Patxi, un abrazo y sigue así, tan curioso.