miércoles, 12 de octubre de 2011

Bèth cèu de Pau


El curso 73-74 trabajé como "lector de español" (sí, español, así se decía entonces y así se dice ahora) en el Théophile Gautier de Tarbes. Tenía mucho tiempo libre y aproveché para leer apasionadamente todo lo referente a España y su situación política. En España, por aquel entonces, todos esos libros estaban prohibidos.

El 20 de diciembre del 73, cuando volvía a Pamplona para pasar las navidades, ETA asesinó a Carrero Blanco. Fue impresionante el prestigio que, a partir de entonces, alcanzó la organización terrorista, que era considerada un “movimiento de liberación” y un instrumento imprescindible de lucha contra la Dictadura de Franco y por la Democracia. ¡Qué gran equivocación! ¿Pero, quién podía, entonces, sospechar que iban a asesinar a mansalva, justo al llegar las libertades por el 77 y 78, que iban a poner bombas en supermercados de Catalunya, y a pegar tiros en la nuca de concejales socialistas o a asesinar a empresarios nacionalistas?

En el Instituto comíamos juntos lectores y surveillants (vigilantes) y se creaba muy buen ambiente. Me sentí muy bien acogido por aquellos jóvenes que, más o menos, tenían mi edad. Hice especial amistad con uno de los vigilantes al que, desgraciadamente, perdí la pista. (¡Ojalá esta entrada sea la botella del náufrago que llega a buen puerto!). Ni siquiera me acuerdo de su nombre. Me hacía mucha gracia porque contaba en español, con marcado acento francés, la rivalidad entre Bahamontes y Loroño: “¡A que te doy con la bomba de la bisicleta!”. Hicimos juntos alguna excursión y hasta subimos al Midi de Bigorre (2872m.).

En aquellas cenas, de vez en cuando, se solía cantar. Abundaban sobre todo las canciones pícaras, de doble sentido… Pero cuando llegaba el turno de “Bèth cèu de Pau” (hermoso cielo de Pau), aquello se transformaba. Quien mejor se la sabía era mi amigo. La cantaba, como el propio título, en bearnés. Se ponía muy serio, mirando al mantel, y, más de una vez, me pareció advertir en su voz algún pequeño quiebro causado por la emoción.

La canción y su autor
(Pincha para ver mejor. Y vuelve)
Charles Darrichon, hijo de un zapatero, nació en lo que hoy es el número 10 de la calle Foix, en Pau, un 26 de diciembre de 1849. Murió muy joven: el 29 de mayo de 1887, sin haber cumplido los 38 años. Amores no correspondidos (tal vez por su cuñada), probó en numerosos oficios antes de viajar por toda Francia y aterrizar en Bruselas, donde le sorprendió la enfermedad y la muerte. Siempre añoró volver a Pau, a su Bearne querido, con el impresionante Midi d'Ossau cerrando el horizonte por el sur.

Sus versos, cantados hoy por numerosos coros, han terminado siendo el himno del Bearne.

En la BNE se conserva una casete de 1973 en la que, entre otras canciones regionales, aparece Bèth cèu de Pau, interpretada por Yanette Digues (sic).

La letra original completa la podéis encontrar en esta entrada, y traducida al francés.

Al hilo de esta canción publicó hace unos meses Víctor Manuel Arbeloa un artículo sobre la relación de Navarra con Pau, capital del Bearne. Si, en aquella época de lector de español, yo hubiera sabido lo que, a continuación, nos cuenta Víctor Manuel, seguro que, al escuchar Bèth cèu de Pau, se habrían empañado mis ojos.



PAU
víctor manuel arbeloa

Bèth cèu de Pau
Quoan te tournarey bede ?
Qu’ey tant soufert despuch qui t’ey quitat.
Si-m cau mouri chens te tourna rebede
Adiu, bèth cèu, t’aurey pla regretat.
Qu’auri boulut, Bearn canta ta gloère
Mes nou pouts pas, car que souy trop malau
Moun Diu, moun Diu !
Lechat me bede encoère
Lou cèu de Pau , lou cèu de Pau
Cielo de Pau,
¿cuándo volveré a verte?
¡tanto sufrí desde que te dejé!
Si he de morir, si me he de ir sin verte,
¡hermoso cielo, te añoraré!
Yo bien querría, Bearne, cantar tu gloria,
pero no puedo, que me encuentro muy mal.
¡Dejame ver,
déjame ver, Dios mío
el cielo de Pau, el cielo de Pau!

(la traducción es mía)


Así le hace decir a la golondrina, que va a pasar los Pirineos, el poeta Darrichon, enfermo en Bruselas, cuyo poema quedó como himno popular de los bearneses.

(Pincha para ver mejor. Y vuelve)
Vuelvo a Pau, capital del Bearne -el romano Beneharnum-, a seguir estudiando los últimos reyes de Navarra. Ellos dieron a este vizcondado y señorío de los Foix, y después de los Foix-Albret, feudatarios del rey de Francia, el mayor realce y atractivo de su historia. Por todas partes de Pau y del Bearne están sus nombres evocadores. Presiden plazas, avenidas, calles, institutos, colegios, centros culturales, centros comerciales… Y entre todos ellos, Enrique III de Navarra, IV de Francia y de Navarra, hijo de Juana de Albret y de Antonio de Borbón, primer príncipe francés de sangre. Aquí, en el castillo que lleva su nombre, procedente de los Moncada y de los Foix, nació “el verde galán”. Y con él terminó una débil y entrañable monarquía medieval y nació otra, renacentista y poderosa, que duraría hasta más allá de la Revolución francesa.

Paso de rebaños por el “gave” (torrente y río pirenaico) que lleva su nombre, en el escudo bearnés entraron dos vacas junto a la corona e iniciales de Enrique IV. Fue lugar próximo a una importante vía romana, ruta posterior de visigodos, francos, normandos y peregrinos jacobeos. Tras caudillos semi-legendarios y semi-históricos, reinó en la ciudad gascona-bearnesa de Pau el cruzado Gastón VII, que ayudó a nuestro Alfonso el Batallador, junto al obispo de Lescar, en la reconquista de Zaragoza, antes de que el Bearne perteneciera a la Corona de Aragón durante dos siglos.

Uno de sus sucesores, Gastón Febus (por rubio y por cazador), en la segunda mitad del XV, hará del Bearne un estado casi soberano. Leonor, hija menor de nuestro rey Juan II y hermana menor del Príncipe de Viana, unirá la suerte del reino de Navarra con los Foix de Bearne. Y su nieta Catalina de Foix, casada con Juan de Albret, poderosa familia dueña de varios señoríos en el hexágono, será nuestra última reina que ocupe el trono en la Navarra peninsular (1483-1512), pero sobrevivirá en Ultrapuertos y en Bearne hasta su muerte en 1517.

Pau es hoy una ciudad muy moderna. “Villa jardín” la llamó aquel alcalde popular y casi vitalicio, a la manera francesa, André Labarrère (1969-2006), a quien conocí un día en el encuentro pirenaico de Pikatua, ya ministro de Mitterrand; lo fue todo en la capital y en el departamento. Ciudad residencial, universitaria y deportiva, preferida primero de británicos y ahora de visitantes múltiples, centro de una rica aglomeración urbana, balcón sobre los Pirineos, hermanada con Zaragoza, y tan lejana, ay, de nosotros.

Desde aquí, desde el histórico Parlamento de Navarra (tribunal de justicia), sede del Consejo de los Pirineos Atlánticos, y tras recogerme de nuevo en la vecina catedral gótica de Lescar ante nuestros reyes, cuyos restos allí yacen, animo a las instituciones navarras de todo género a poner los nombres de nuestros últimos y asendereados reyes navarros en calles, plazas, colegios, casas de cultura… Y junto a ellos, los de sus príncipes, mariscales, condestables, cancilleres… Como en Pau. Como en todo el Bearne.

Les debemos esa memoria… tan tardía. Y algo más concreto que dejo a la imaginación del lector.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Y algo más concreto que dejo a la imaginación del lector". Un hermanamiento de Pamplona con Pau, cambiando Pamplona por PAUplona?
un abrazo,
Daniel d'Entremonts

Echenique dijo...

Patxi.Creo recordar que antes que te aceptaran en Pau como lector mandaste unos 100 curriculos.Que aprendan nuestros hijos.
Yo paso por allí dos veces al año y me acuerdo de tu estancia,que ahora veo arropada de sentimientos y nostalgias.
Te felicito por esta poética entrada

desolvidar dijo...

Sí, Echenique, sí. Y después de mi estancia en Tarbes, mandé mi currículo a la Delegación de Educación de cada provincia española, sin despreciar a Ceuta y Melilla. Y acabé en Vitoria, hoy Vitoria-Gasteiz."Me acuerdo de tu estancia,que ahora veo arropada de sentimientos y nostalgias": Echenique, cada día escribes mejor. Vete pensando en crear un blog para cuando te jubiles